11| No te atrevas a olvidarme

7.2K 1K 479
                                    

El primer indicio que debería haber alertado a Félix fue que Harper no acudiera al autobús aquel martes.

Cuando vio a Lia y a Harper esperándole frente a las puertas del instituto bajo la luz de aquel día que había amanecido con niebla, sus piernas empezaron a temblar. Parecían una representación terrenal de los ángeles de la tortura y la venganza. Con los brazos cruzados y la espalda contra el muro de ladrillo rojo del que estaba hecho el instituto, ambas en una postura idéntica, escrudiñaban el patio con ojos de ave rapaz, de cazadoras en busca de su presa. Una presa con nombre y apellido que lo habría dado todo por volverse invisible en ese momento. Por dejar de existir y dar marcha atrás.

Félix avanzó dando tumbos hasta estar de pie frente a ellas. El pelo de Harper, una intrincada maraña oscura y revuelta, se volvió una corona de espinos sobre su cabeza en su imaginación. Una corona propia de los más crueles reyes feéricos, sacados de los cuentos de fantasía terrorífica que estaba acostumbrado a leer. Sus ojos, que reflejaban las tinieblas de un día de oscuridad, absorbían la poca luz que conseguía traspasar el manto de telarañas que formaba la niebla a su alrededor, ocultándolos frente al resto del mundo. A Félix le dio la impresión de que se había vuelto más densa y opaca desde que había entrado en el recinto del instituto. Se sentía como los presos a los que llevaban ante todo el pueblo para que observaran su ejecución pública, como si fuera divertido ver cómo le decapitaban.

—Creo que tenemos una cuenta pendiente, Garber. —La voz de Lia se había convertido en el sonido de dos aceros entrecruzados, el ruido que los hermanos de Félix hacían cuando fingían afilar el cuchillo de carne con el tenedor, el de los herreros poniendo a punto sus armas.

—De verdad que siento haberos contagiado.

—Diez días, Félix. ¿Qué pasa? ¿Es que no podías enfermar tú solo? ¿Tenías que arrastrarnos a nosotras contigo? —La voz de Harper, en cambio, se parecía más al del cristal roto. Al de miles de astillas transparentes cuando caían sobre el suelo de metal. Aquel tono dulce y meloso que asociaba con ella había desaparecido, acuchillado por las dagas de cristal que salían de lo más profundo de su garganta, directas a clavarse en él.

—Pero no hemos malgastado esos diez días. —Los ojos de Lia se habían vuelto duros y fríos. El color de la miel oscura que antes los invadía había sido sustituido por una frialdad de hielo que reflejaba el movimiento imperceptible de la niebla que danzaba. De vez en cuando, algún destello dorado quedaba reflejado en su melena rubia, cuando se movía en círculo, perfectamente coordinada con Harper, para acorralarle contra la misma pared en la que ellas habían estado apoyadas—. Hemos planeado muchas cosas para ti, Garber. Muchas, muchas cosas.

Justo cuando veía venir su fin sobre el suelo de tierra del instituto, sin memoria ni recuerdos que dejar al mundo, Harper y Lia le abandonaron en las tinieblas. Se fueron sin dirigirle siquiera otra mirada de rencor.

No tardó en descubrir que su "castigo" consistía en ignorarle.

🌞🌙

—Psst, Félix.

Harper se dejó caer en el asiento de atrás del autobús, dos días después de haber dejado de hablarle.

Félix miró hacia atrás y observó a su amiga.

—¿Qué? ¿Ya me hablas? —preguntó.

—Se supone que no debería.

—¿Y por qué lo haces? —Félix se dio cuenta de que llevaba puesta una capucha y trataba de pasar inadvertida—. Oye, sabes qué a nadie de aquí le importamos, ¿verdad? Deja de actuar como si fueras una prófuga.

—Profu, ¿qué?

—Huida de la justicia.

—Ah.

—¿Y bien? ¿Por qué hablas conmigo?

Harper sonrió, con esa sonrisa que daba miedo y malos augurios.

—Porque no quiero que te acostumbres a estar sin nosotras otra vez. Ya había conseguido que dejaras de ser tan borde, y costaría tener que volver a hacerlo.

—¿Qué significa eso?

—Qué tendría que volver a pegar a Noah o a cualquier otro abusón que te busques para que dejaras de estar mustio conmigo.

—Ja, ja, que graciosa. Voy a tener que nombrarte mi heroína particular.

La sonrisa de Harper se ensanchó.

—No me importaría.

El autobús se paró, justo en la parada de Harper. Ella se levantó, no sin antes dirigirle unas últimas palabras:

—Adiós, Félix. No te atrevas a olvidarme. ¡Hasta dentro de dos días!

Se marchó, y Félix la observó por la ventanilla hasta que desapareció.

🌞🌙

—Vale, Félix, ya han pasado cinco días —fue lo primero que Harper le dijo cuando se sentó con él el lunes por la mañana, en el autobús—. Bienvenido de vuelta.

Por alguna razón, esas palabras le hicieron sentir bien.

—¿Eso significa que vais a dejar de hacerme el vacío? —preguntó.

—Sí. ¿No estás contento?

—Significa que volveré a verme obligado a interaccionar con gente. ¿Y qué te hace pensar que yo quiero volver a estar con vosotras? Estos cinco días han sido lo mejor del mes —le recordó.

—Oh, vamos, deja de hacerte el duro. Yo sé que nos has echado de menos. —Le guiñó un ojo, y él puso los ojos en blanco, pero dejó que se acomodara en el asiento de al lado.

Cuando su pelo chocolate y suelto se agitó cerca de él, un aroma a champú y mandarinas le llegó. Una mezcla de naturaleza en bote que permaneció en el olfato de Félix durante unos segundos antes de convertirse en un recuerdo sin importancia. Harper llevaba puesta un chubasquero amarillo apagado con capucha y unos vaqueros azul marino. A su lado depositó una mochila negra.

No tardaron en llegar al instituto, donde, como todos los días, Lia les esperaba en la entrada, ataviada con una sudadera blanca de varias tallas más grande que ella y unos pantalones de campana holgados.

—Pareces sacada de una peli de los ochenta —dijo Harper con una sonrisa ladeada.

—Me gustan las pelis de los ochenta. Buenos días, Félix.

—Lia. Me alegra que tú también vuelvas a hablarme.

—Oh, bueno. Ya está todo perdonado. Además, sin ti, ¿con quién iba a hablar sobre asesinos en serie y teorías conspirativas? A Harper no le van esas cosas. Le dan náuseas —contestó medio en broma medio en serio. Sonreía con picardía.

A primera hora Félix y Harper tenían literatura con Alicia, y Lia química, por lo que se despidieron en el pasillo.

—Oye, ¿quieres ver mi taquilla? —preguntó Harper, volviéndose hacia él—. Ya me la han dado.

Balanceaba el cuerpo cambiando el peso de los tobillos a las puntas de los pies, y sonreía con orgullo. Félix estaba cerrando la cremallera de su mochila.

—Claro. No hay nada que me apetezca más. —A Harper le dio igual que aquella frase supurara sarcasmo.

Le condujo por el pasillo. A apenas quince metros, se paró frente a un bloque idéntico de planchas metálicas de color celeste y abrió una de ellas. Su interior estaba repleto de libros, y las paredes vacías. Era una taquilla normal y corriente.

—Me la dieron el jueves, así que ahora tendrás que acompañarme a mi taquilla antes de ir a clases.

—Vale —respondió Félix.Había dejado de importarle tener que pasar tiempo con ella.

***

Este es el primer capítulo en el que hay una escena nueva bastante significativa (Harper hablando con Félix en el autobús). En este capítulo hay muchos cambios porque hubo muchos comentarios diciendo que la actitud de Harper y Lia hacia Félix durante el "castigo" era muy injusta, y bueno, en parte tenían razón, así que :)

Muac a todos vosotros, soñadores ;)

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora