23| Lo que la curiosidad le llevó a descubrir

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Se encontraban exactamente en la misma posición en la que los habían dejado: en frente de la puerta, mirando por la ventana nevada. Solo Lia se dio cuenta de su llegada.

—¿Dónde está el profesor Tabard? —preguntó. Consiguió que los demás los miraran.

—Es claustrofóbico. Lo hemos dejado en la biblioteca.

—Oh. Vaya.

—Te dije que iba a ser una pérdida de tiempo, Garber. Una pena que nunca me escuches.

—Al menos yo he hecho algo más que quedarme mirando un cuadrado en blanco.

Touché. —Noah se encogió de hombros y no dijo nada más. A Félix le extrañó que no siguiera metiéndose con él.

—Bueno, entonces, ¿qué vamos a hacer? ¿Esperar a que alguien venga a rescatarnos? —inquirió Luke. Todos miraron hacia otro lado.

—¿Se te ocurre algo mejor? —preguntó Nix.

—No.

—Bueno, pues yo no pienso quedarme aquí mirando una ventana. Me voy —anunció Noah.

—Otra vez —murmuró Lia. Noah le lanzó otra mirada, pero no dijo nada.

—Voy contigo. —Luke le siguió pasillo arriba. Kylie miró a Félix, y luego a sus amigos, y decidió que no quería quedarse con ellos.

Se fue corriendo.

En cuánto se fueron, Lia se giró hacia Nix con un dedo levantado, y le señaló.

—¿Sabes que tu nombre significa noche en griego? —Él se quedó mirándola, entre asustado y sorprendido, antes de rehacer su indiferencia.

—Sí.

—Te viene que ni pintado.

—¿Lo has buscado en Google? —Nix empezó a avanzar y Lia le siguió sin darse cuenta.

—No. —Nix la miró mal—. Bueno, puede que sí.

Harper y Félix intercambiaron una mirada cómplice y les siguieron unos pasos por detrás. No querían perderse esa conversación.

—¿Por qué?

—Porque me resulta curioso. No es un nombre común. Y es bonito. Aunque un poco femenino.

Nix volvió a mirarla mal.

—¿Qué? Es cierto.

—¿Cuánto crees que van a tardar en salir? —preguntó Harper en un susurro.

—Depende de si por salir entiendes espiar a la gente para usarla en experimentos sociológicos perturbadores.

—Supongamos que sí.

—Entonces no mucho. Es cuestión de tiempo que Lia le enseñe a Nix lo que esconde en el sótano del instituto.

Lia se volvió hacia ellos.

—Sabéis que podemos oíros, ¿verdad?

Les lanzó una mirada perturbadora, y volvió a la conversación sobre el nombre de Nix.

Harper se rio bajito.

—Oye, se me ha ocurrido una cosa —exclamó.

—¿El qué? —preguntó Félix.

—Ven conmigo.

Harper le cogió de la muñeca y le arrastró por otro pasillo hasta que perdieron de vista a Lia y Nix. Sus dedos sobre su piel desnuda abrasaban. Félix tenía miedo de que pudiera notar los latidos de su corazón.

A 5 centímetros de distanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora