No se va

401 26 1
                                    

El viernes al llegar de clase al mediodía tenía una carta para mí que Álex había recogido y había dejado en el comedor. La carta era una invitación formal a degustar una cena típica colombiana en casa de los chicos, bueno, aunque en la misiva se llamaban "señores" a sí mismos y se pedía que se acudiera de etiqueta.

Quedamos en casa de Clau para vestirnos. Nos había puesto un poco nerviosas eso de tener que ir elegantes, cuando las dos éramos de ir en vaqueros y zapatillas a todas partes. Afortunadamente, guardábamos nuestros vestidos de la graduación del año pasado, que no nos habíamos vuelto a poner.

- Ahora sí que hay avances con Simón, no me lo puedes negar- comenté mientras Clau me hacía una trenza.
- Ayer aluciné. Me estuvo tirando fichas toda la noche. Es un amor.
- Hacéis buena pareja.
- ¿Verdad que sí? Me he ofrecido a ser su mánager, pero me ha dicho que ya tienen a un tipo. Mi gozo en un pozo.
- Es que te da un poquito y te envalentonas.- reí.
- Mira quién habla. Yo todavía no le he comido la boca. Pero esta es mi noche...

El concierto fue en una sala más pequeña que la noche anterior. Era un ambiente más íntimo como el día que les conocimos, hacia ya una semana. Nos sentamos cerca. Villa me guiñó el ojo cuando me vio y el resto nos hizo con la mano.

Cuando la sala se quedó vacía tras el concierto y los chicos salieron, no lo hicieron especialmente elegantes. Enseguida nos dimos cuenta de que había algo raro. ¡Tenían etiquetas pegadas por toda la ropa! Al ver nuestras caras se echaron a reír. Pegué con mi bolso a Villa al pasar a su lado. Todo era una broma.
- Estás preciosa- me susurró con sorna.
- Y tú muy elegante- fui sarcástica.

Al llegar a su piso, la mesa estaba dispuesta. Cada uno tenía su sitio asignado con un cartelito donde habían escritos los nombres precedidos por títulos nobiliarios.
- ¿Baronesa África?- leí tras echar un vistazo al resto. Estaba al lado del Conde Villamil- ¿Por qué me habéis dado el título más bajo?
- ¿Usted conoce a alguna marquesa llamada África? - se burló el príncipe Isaza.
- ¡Oye!- me quejé.
- Señoras, por favor, demos comienzo a esta comida real- solicitó el rey Simón dando unos golpecitos a su copa con la cuchara, tras calentar la comida en su cocina.
- Vale, pero ¿nos dejaréis hablar normal o tendremos que tirar de protocolo?- preguntó Clau.

En ese momento, aterrizó sobre la cara de Clau un trozo de patata frita. Simón se lo había lanzado a modo de respuesta. Y así dio inició nuestra cena real.

Los chicos nos contaron que habían tenido la oportunidad de contactar con el productor musical de Cali y el Dandee, un dúo colombiano con bastante éxito, y le habían mandado una maqueta. Esperaban la respuesta. La conversación se nos fue imaginando que se hacían famosos y se dedicaban a viajar por todo el mundo. Sin embargo, todos coincidían en que haber podido viajar a España y conocer Madrid, ya era un sueño cumplido.
- Con llenar salas como anoche nos es suficiente para poder vivir de esto. Yo no le pido más a la vida- dijo Alejandro.

Les ayudamos a recoger y estuvimos jugando a un juego que consistía en resolver misterios a través de preguntas a las que sólo se podía responder sí o no. En algún momento, Isaza se fue a hablar con su novia, Alejandro desapareció y Simón -al que también llamaban Moncho- le pidió a Clau que le acompañara a su habitación para mostrarle algo.

- ¿Me enseñas a tocar el banjo? - pregunté de pronto, viendo el instrumento apoyado en la pared dentro de su funda.

Villa se había echado sobre mi regazo en el sofá y le hacía cosquillitas en el brazo mientras hablábamos.
- ¿Le gustaría?- preguntó levantándose de un salto.

No hizo falta pedírselo dos veces. Desenfundó el banjo y me lo prestó. Tenía algunas nociones de guitarra, así que imaginé que sería similar.
- ¡Lo hace muy bien!- me animó aunque creo que no era cierto. No obstante, el sonido del banjo me gustaba, tenía algo hipnótico.

Me encantaba el aire de profesional que adoptaba Villa cuando hablaba de música, parecía más serio, más adulto.
- ¿Qué me mira? No me está escuchando.

Pero sí le escuchaba. El problema era que me acababa de fijar que tenía la nariz perfecta y que su voz tenía una musicalidad diferente a otras voces.

- ¿Qué? ¿Terminamos esa partida con algo de beber?- apareció de nuevo Isaza con varias botellas de vodka y Martini.

Isaza empezó llamando a voz en grito al resto, pero sólo volvió Alejandro.
- Mejor, déjalos- le aconsejó Villa ante la falta de respuesta de Clau y Simón. Todos nos miramos con una sonrisa cómplice.

En algún momento del juego, me debí quedar dormida sobre Villa y desperté a la mañana siguiente en su cama. Me incorporé asustada, intentando situarme. Villa dormía a mi lado. Yo tenía una manta por encima y alguien me había descalzado.

Qué guapo estaba... Respiraba tranquilo. Le besé en la frente y le tapé con la manta, dispuesta a levantarme. ¿Qué habría sido de Clau?
- Qué rico despertar... - oí a Villa estirarse.
- No pretendía despertarte... Lo siento...
- No se preocupe. He dormido mejor que nunca con usted a mi lado.
Sentí que se me subían los colores.
- ¿Qué pasó ayer?
- Se quedó dormida mientras jugábamos. Su amiga Clau se marchó al poco.
- ¿Se marchó? ¿Cómo que se marchó? ¿Por qué no me avisó?
- Usted estaba dormida profundamente. No quisimos despertarla.- explicó como si fuera obvio- ¿Ha dormido bien?
- Ay, Dios mío... Qué vergüenza... Quedarme dormida en tu casa... Debes pensar que soy idiota... Y el resto...

Villa se incorporó y me hizo un gesto para que me volviera a sentar en la cama, a su lado.
- Yo jamás pensaré nada malo de usted. Estaba cansada, bebió y se durmió porque lo necesitaba. Su semana ha sido muy intensa. Si yo fuera usted hubiese aguantado mucho menos, se lo aseguro. Además... Ha sido un regalo contemplarla mientras dormía.- me abrazó por la espalda y me dio un besito en el cuello- Ojalá despertar a su lado cada día.- saltó de la cama y me ofreció su brazo- ¿Desayunamos, baronesa?

Siempre conseguía hacerme sentir bien. Tenía ese don. Y en ese preciso instante, cuando acepté su brazo, ambos despeinados, con cara de dormidos y legañas en los ojos, justo en ese instante, me di cuenta de que le quería.

Al otro lado del banjoWhere stories live. Discover now