~ Interludio ~

292 25 2
                                    

Nunca había llorado tanto. Creí deshidratarme. Fue como soltar una presión que iba acumulando en el centro del pecho. Como desinflarme...
Nunca había estado durante tanto tiempo encerrada en mi habitación.
Nunca me había sentido tan frágil, sin poder evitar lo que sentía, sin poder evitar que siguiera doliendo, sin poder poner a la razón por delante.
Nunca había tenido tal laberinto de emociones. Y mucho menos había pensado que podría intentar amar y odiar a alguien a la vez.

Pero el tiempo y el apoyo de la familia y los amigos, todo lo curan. Y en eso tenía suerte: eran los mejores amigos del mundo. Y la mejor familia. Clau, Álex y Fati no me dejaban sola, se venían conmigo hasta a hacer la compra.

También mi familia empezó a sospechar algo y tuve que hacerles un resumen en el que no todo fue verdad, pero tampoco mentira.

Álex y Clau mantenían contacto con Morat. Por ellos sabía que Villa no lo estaba pasando bien, pero jamás me escribió ni me llamó. Yo tampoco lo hice. Me había quedado claro que no quería mi amistad.

Isaza me escribió en una ocasión. Me mandaba fuerza y se ofrecía a lo que necesitara. Pero nadie me podía devolver lo que Villa se había robado: un pedazo de corazón.

Nunca le contesté. Si quería pasar página, debía hacerlo del todo. Y no era fácil: Morat sonaba en la radio todo el tiempo. Era para volverse loca.

Con el transcurso de los días, aprendí a racionalizar los sentimientos. Comprendí que cortar fue lo mejor que nos pudo pasar a ambos y que las heridas que se habían abierto eran normales, consecuencia de haber querido mucho a alguien. Y que eso, tenía su parte buena y bonita.

Al cabo de los meses, pude volver a hablar de Morat y de la historia que vivimos durante ese periodo sin resquemor, incluso desde el agradecimiento y haciendo bromas. Supongo que eso también es madurar. Y en realidad, a la historia de amor que tuvimos Villa y yo le faltaba madurez y estabilidad. Fue puro sentimiento. Hubiese acabado tarde o temprano.

Villa me dejó un recuerdo bonito. A los tres años me enteré por las redes que tenía una nueva novia. Colombiana y muy guapa. Aún sentí un pinchazo en las tripas... Pero era lo mejor. Era lo mejor. Ojalá él me hubiese olvidado como yo lo intentaba a diario.

No se había convertido en mi obsesión. Podía hacer mi vida, llevar mis estudios sin que su recuerdo me afectase, no obstante, siempre, en algún momento, aparecía en mis pensamientos. "Que esté bien", había adoptado como mantra cada vez que eso sucedía. Y volvía la paz interior.

A nivel exterior, me llené de actividades y cursos. Álex, casi me obligó, a apuntarme a su escuela de danza. Clau se empeñó en que hiciéramos todos los cursos homologados sobre comunicación e informática. "Es por nuestro futuro", alegaba.  Y mis padres solicitaban mi presencia en el pueblo todos los fines de semana... Acababa agotada y sin tiempo para pensar.

Y al final, de todo se sale.

De todo.

Al otro lado del banjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora