Cuánto me duele

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Llegué a casa dando un portazo. Si Álex hubiera seguido dormido, se habría levantado de un salto.
- ¡Hey! ¿Qué culpa tiene la puert...? Afri, ¿qué te ocurre?
- ¡Me prometiste que no me dejarías sola!- le chillé. Me notaba los ojos vidriosos, pero logré contener las lágrimas hasta que me encerré en mi habitación. ¡Qué rabia ser tan llorona!

Álex dio unos toquecitos en mi puerta.
- ¿Puedo pasar?- preguntó abriendo un poco mi puerta.

Le tiré un cojín como respuesta, pero eso no lo achantó. Se sentó a mi lado en la cama y me acarició el pelo.
- ¿Quieres hablar?- negué con la cabeza escondida entre las rodillas- ¿Me puedo quedar aquí contigo?- asentí. Levanté la cabeza y le abracé.

Álex estuvo acompañando mi silencio con el suyo durante un buen rato.
- ¿Quieres que haga tortitas con chocolate? Levantan el ánimo a un muerto- se ofreció.
- Estoy mejor. Gracias por quedarte. Y perdona por haberte gritado.
- No pasa nada. Es verdad que incumplí mi promesa.
- ¿Dónde te metiste?
- Conocí a alguien- y recordando a ese "alguien" se le escapó una sonrisa- Pero ya te hablaré de él. ¿Me quieres contar tú?
- No, por favor, necesito desconectar de mí misma. Cuéntame... Quién es él.

Esa noche Álex había sido embrujado por un chico de origen gaditano que vivía en Barcelona. Habían pasado toda la noche juntos, se intercambiaron los teléfonos y querían empezar a salir. Álex estaba tan ilusionado que parecía otro. Me daba tanta ternura verlo así...

Después de comer, más relajada, yo también me abrí con él.
- Sí. Un poco c*brón sí que ha sido- me apoyó mi amigo.- Y yo te quiero mucho, amiga, pero no eres mi tipo.- bromeó.
- No debo ser el tipo de nadie- balbuceé.
- Eh, eso ni de broma. Si quieres me hago pasar por tu novio hasta que se marchen.- ofreció.
- ¡No! Soy como soy y elijo lo que elijo. ¿Por qué debería mentirle? No pretendo nada con él. Y menos darle la razón.
- ¡Esa es mi chica!!- me felicitó Álex- De cualquier modo, se irán esta semana que viene y podrás descansar.

Escondí la cara entre las manos. El nudo del estómago no cesaba de presionarme.
- ¿Me das un abrazo?- la petición de Álex era más un ofrecimiento. Asentí y nos abrazamos. Dejé caer las lágrimas sin que me viera- Le quieres ¿verdad?

Asentí. Y Álex me abrazó aún más fuerte.

Al otro lado del banjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora