Un caballero

288 21 2
                                    

- ¡¡Villaco!! Tenga, haga algo.- le pidió Isaza tendiéndole unas llaves.
Villa captó el mensaje.
- ¿Qué traigo?
- Está encargado. Sólo tiene que recoger.
- Ok.- luego me miró- ¿Me acompaña o está demasiado cansada?
- ¿A dónde vas?
- A comprar lo que vamos a comer. Es acá cerca. En otra finca, donde hacen riquísima comida casera.

Acepté el ofrecimiento y bajamos al garaje. Se dirigió a un preciosísimo quad de color azul eléctrico.
- ¿Vamos a ir en eso?
- Sí, es lo mejor para los caminos. ¿Le da miedo?
- ¿Miedo?- levanté una ceja- Me encanta.

Subimos sin casco. Por los caminos de Colombia, la gente no utilizaba ni casco ni cinturón. Era obligatorio únicamente en autovías. Me agarré fuerte a Villa y arrancó. Sentía el aire revolviendo mi pelo y descansé sobre su espalda. Era una sensación tan confortable...

Recogimos los pedidos y los metimos en el maletero.
- ¿Quiere llevarlo?- me retó, mostrándome las llaves.
- Por supuesto- dije, alcanzando el manojo.

Villa se sentó detrás mía y me enseñó como funcionaba. Sentía su aliento en mi cuello.

La experiencia de libertad fue aún mayor conduciendo yo. Oía a Villamil lanzando gritos de júbilo detrás de mí y los secundé.
- ¡YIIIIJAAAAAAAA! ¡UUUUUUH!!

Los invitados habían llegado cuando salimos al jardín. Guillermo estaba allí, fascinado por lo que había visto y aprendido ese día. También Alejandro me saludó de lejos.
- Ustedes no tienen nada ¿no? - me preguntó Monchi, señalando con un gesto a Guille, cuando coincidimos sirviéndonos comida de la mesa.
- Somos amigos y compañeros.
- Cuando les vimos esta mañana, pensamos que estaban juntos- rió.
- ¡Qué va! Le invité a venir porque él también merecía un día de asueto.

Después de cenar, Morat nos deleitó con un concierto en acústico. Era increíble como se transformaban cuando tocaban. Sobre todo Villa. Se volvía todo energía, buenrollismo y hasta le salía cierta tendencia canalla.

Tras el concierto, la gente se fue despidiendo poco a poco y quedamos poquitos. Martín hizo una fogata y nos sentamos alrededor con una guitarra y un ukelele. Me coloqué al lado de Villa en el suelo, mientras tocaba el ukelele y cantaba. No era tarde, pero había oscurecido.  Me dejé caer sobre su hombro, mientras escuchaba su voz ronquita. Luego, le pasó el instrumento a Simón. Se había creado un ambiente íntimo. No hablábamos todos con todos, sino en pareja o estábamos en silencio, disfrutando de la música, el reflejo de las llamas creando sombras entre los árboles y  la penumbra.
- ¿Estás bien?- me preguntó el banjista rodeándome con su brazo.

Asentí. Me había sentido tan cuidada por él y nos habíamos divertido tanto... Me besó el pelo mientras me acariciaba el brazo.
- ¿Puedo confesarte algo?- pregunté sin moverme.
- Claro.
- Creo que eres mi debilidad cuando te veo tocar y cantar. Eres tan tú... Tan auténtico...

Le miré. Él me miraba con esos ojos enigmáticos y se acercó más a mí. Sentí primero su suave aliento y luego el tacto ligero de sus labios rozando los míos. Me entró pánico. Inmediatamente, desvié mis labios y le besé en la mejilla. Como si me hubieran puesto una chincheta en el trasero, me levanté de un salto con la excusa de hablar con Martín.

No podíamos besarnos. Estábamos bien así, como amigos. No sabía si quería tener una relación a distancia. No sabía si quería arriegarme otra vez. ¿Y si iba mal? Me dolía pensar en perder esa relación tan bonita que teníamos. Volverla a perder sería demasiado.

Entonces, el rasgueo de una guitarra acarició el aire y todos nos quedamos en silencio. Villa empezó a cantar una canción que no le había escuchado hasta el momento. Era un tango. Lo sabía porque, en secreto, escuchaba románticos tangos cuando estaba en soledad. Pero en la voz de Villa sonaba aún mejor. Si hubiera sido un cubo de hielo, me hubiese derretido en ese mismo instante:

"Yo seré un caballero
Lo seré si me muero
Y desde el día en que nací
Cuando me hablen de ti
Yo me quito el sombrero
Y sin duda prefiero
Ser un caballero que hacerte sufrir

Tú quisiste alejarte
Y poner a prueba mi vida
Con elegancia una herida
Pintaste en mí cual pincel
Yo soy un caballero
Tu picaflor labios rojos
Disfrutas con mi agonía
De quererte querer"

Cuando terminó, todos aplaudieron. Yo no. Villa me miraba fijamente. Sonreía, desafiante. Isaza le tiró su sombrero y él se lo puso e hizo una pequeña y ridícula reverencia.

Justo en ese momento, comenzaron a caer gotas, al principio finas y en un segundo, nos embistió la tormenta. Todo el mundo corrió dentro de la casa. Fui la última en levantarme de aquel círculo que habíamos formado alrededor de lo que había sido la hoguera. Villa me esperaba para entrar conmigo.
- No pueden irse hasta que se sequen bien- dijo Villa cuando nos quedamos a solas él, Simón, Guillermo y yo.
- Préstame una de tus camisas floridas, anda- le pedí.
Me trajo la más vistosa de todas. Fui al baño y volví a cambiarme de ropa.
- Te queda mejor que a mí- bromeó. Guillermo, se había desprendido de su sudadera y no estaba tan empapado. Había sido el de los reflejos más rápidos a la hora de escapar de la tormenta.
- Ya podemos irnos o llegaremos tarde. Nos cerrarán la puerta.- señalé.
- No les recomiendo salir con lo que cae. Las carreteras sin asfaltar no son seguras.- aconsejó Simón.
- Isaza y Marto tampoco debían haber llevado a las chicas.- lamentó Villamil.
- ¿Y qué hacemos? ¿Nos podemos quedar aquí esta noche?- preguntó Guillermo.
- Hombre, claro. Serán nuestros invitados. Venga, Guiller, le muestro su cuarto.- dijo Simón, llevándose a mi compi.
- Te enseño la tuya.
- Lo siento, Villa... No queríamos molestar.
- ¿Cuál molestia? No te preocupes. Es un honor y un placer.
- Os vais pasado mañana. Tendréis cosas que hacer, preparativos...
- ¿Le inquieta que nos marchemos? Así que es eso...
- Tampoco te lo creas tanto- bromeé- Pero sí. Viene siendo la tónica habitual con vosotros. Nunca hemos pasado de un contacto de más de diez días.
- No. Pero los diez días los hemos pasado juntos continuamente.
- Ya. Ni una cosa ni otra. Agradecería cierta normalidad.
- El problema es que usted siempre aparece en nuestra vida cuando estamos de promoción o grabación. Tenemos nuestras épocas más tranquilas.

Suspiré. Contemplé la habitación. En el centro, una cama de 90 y un escritorio junto a la ventana.
- Me alegro de haber vuelto a aparecer y que nos hayamos dado una nueva oportunidad para ser amigos.- dije, caminando hasta la cama y sentándome en ella- Quédate conmigo esta noche, por favor.- pedí.

¿No debí hacerlo? Pero era nuestra despedida y mejor aprovecharla hasta el final.

Él se acercó y se tumbó a mi lado. Le abracé. Seguimos hablando de mil cosas, recordando ese día y Villa me contó tantas anécdotas de sus viajes que fue cómo haberlas vivido con él. Me hacía reír. Tenía arte hasta para contar las cosas más simples.
- ¿Quieres dormir? Te estoy aburriendo. ¡No me deje hablar tanto! Qué pena...
- Para nada. Ojalá toda la vida fuera este momento. Eres muy divertido y tierno- susurré.- Vuélveme a cantar la canción de esta noche.
- ¿Estás bien? ¿Tienes fiebre?- se burló poniéndome la mano en la frente- ¿Desea algo más la señora? No dejas de pedir hoy...
- Tengo derecho a exprimirte por abandonarme tan pronto- le rebatí mimosa.

Aquel comentario debió pincharle porque me comenzó a cantar bajito, al oído. Y así, en ese paraíso terrenal que era estar abrazada a él, me quedé dormida.

Al otro lado del banjoWhere stories live. Discover now