Acuérdate de mí

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- ¿Pero usted no estaba agotado y enfermo?- pregunto Isaza al otro lado del celular.
- Gaby y yo lo hemos dejado.
- ¿Qué ha hecho qué? ¿No podía esperar a mañana?
- No fue mi intención. Encontró una foto de Afri en mi maleta...
- ¿Qué hacía una foto de Afri en su maleta?
- Es una larga historia...
- Pues hable. Tenemos toda la noche por delante.- me sugirió mi amigo.

Al día siguiente, nos juntamos todos en el estudio. Isaza tenía la idea de una nueva canción y quería enseñárnosla. En aquella ocasión, también vino Alejandro, el anterior baterista del grupo. A veces, se animaba a reunirse con nosotros y darnos ideas.
- ¿Cómo estás? ¿Se siente orgulloso después de haber terminado con Gaby? - fue el saludo de Simón.
- Me cortó ella.
- Después de verle en una foto con Afri.
- Así es. ¿Qué quiere que le haga? Estoy enamorado de ella.
- ¡¿Y para qué le dio esperanzas a Gaby?! ¡Me aseguro que no le haría daño!
- Y no he querido hacérselo.
- Lo disimula muy bien. ¡Le dijo que se había besado con Afri!
- ¡Ella me preguntó! Y usted que es ahora su confesor ¿o qué?
- Soy su amigo. Aunque dudo mucho que usted entienda el significado de esa palabra.
Suspiré. No quería seguir peleando con Moncho. Era como mi hermano. Bastante tenía con lo que tenía. Agarré mis cosas y salí del estudio. Un soplo de aire frío me revolvió el pelo. ¿Cómo podía haberse revuelto tanto mi vida en tan poco tiempo?

- ¡Villa! ¡Villaco!- me llamó Alejandro. Debía haber salido corriendo detrás de mí porque jadeaba.
- ¿Qué hubo, Alejo? Siento el espectáculo.
- No se preocupe. Simón recién hizo un comentario que me hizo suponer que no lo saben.
- ¿No sabemos qué?
- Que África está acá, en Bogotá.- aquello me dejó petrificado ¿cómo podía ser posible? Alejandro debía equivocarse con otra persona. Afri trabajaba en un show televisivo de los más importantes de su país. No podía estar acá.- Estuve con ella hace quince días.
- ¿Dónde, Alejo?
- En la Ciudad de los Muchachos, con quien colaboramos hace unos años. Usted se tiene que acordar. De vez en cuando, me paso por allá a enseñarles a tocar a los niños y para saber cómo siguen. Y ella estaba allí. Haciendo un reportaje. Vive allí. Termina en dos meses. O eso me dijo.
- Sí, me acuerdo del sitio. Es usted mi trébol de cuatro hojas- le dije, plantándole un beso en su cara colorada- ¡Gracias! - y eché a correr. Tenía que volver a verla.

Las puertas de la Ciudad de los Muchachos se abrieron para mi auto en cuanto dije quien era.

- ¡Bienvenido, Juan Pablo! ¡Qué alegría verlo de nuevo! ¿Cómo es que viene a vernos?- me saludó uno de los coordinadores.
- Siento venir sin avisar. Me tomaba de camino y decidí acercarme para saber cómo andan. ¿Necesitan algo?
- Ya sabe que cualquier ayuda es bien recibida. Actualmente, estamos preparando la celebración de los cincuenta años que hace que Benposta llegó a Colombia desde España. Por cierto, tenemos un equipo de periodistas españoles viviendo con nosotros unos meses. Quieren hacer un reportaje. Hemos tenido la buena fortuna de que son gente muy abierta, que han congeniado bien con los chavales y nos están ayudando bastante con los preparativos. Aquí siempre hacen falta manos.
- ¿Cuándo será la celebración? Tengo unos días libres antes de volar a L.A. Puedo venir y colaborarles, enseñar a tocar algún instrumento...
- ¿Me lo está diciendo de verdad? Su amigo, el antiguo integrante de la banda suele acercarse de vez en cuando... Podrían venir los dos... La celebración será dentro de una semana. Aunque sería un regalo para nuestros niños y jóvenes tener a toda la banda en concierto...
- No hay problema. Lo hablo con la banda y acá estaremos.- me envalentoné.

El coordinador no parecía interesado en que visitase aquel día a los niños. Quizás fuera mala hora. Entonces, la vi desde la ventana.

Caminaba por uno de los caminos de tierra. Llevaba a una niña a caballito y otros dos le enganchaban del vestido. Sonreía. Llevaba el pelo recogido en una trenza baja. El corazón me dio un vuelco. Sentí la necesidad imperiosa de salir a buscarla, pero me contuve. Sólo la asustaría. Además, tendría que pensar qué decirle para no parecerle un loco obsesionado.

"¿Qué hubo, Afri? ¿Qué hace por acá? Yo colaboro con esta institución desde hace años"... No, no podía darme importancia. Y era mentira. Hacía rato que no contactaba con Benposta.

"Afri, qué alegría verle por acá. Finalmente, los dos coincidimos en Colombia." ¡No, no, no! Nada de hablar en plural.

¡Uff! Tenía que pensarlo y no quedarme callado como un pasmarote, que fue lo que me ocurrió la última vez.

Cuando llegué a casa, me di cuenta que estaba feliz. Una extraña alegría me embriagaba. Tenía la esperanza de una nueva oportunidad. Esta vez sí. Iría con todo el arsenal. No permitiría que se me escapara otra vez. A la tercera va la vencida, que dicen.

Tome papel y lápiz y comencé a escribir...

"Busco algún pretexto para acercarme a tu lado
Si me sale bien tal vez parezca accidental
Por fin usaré todo el coraje que he guardado
Para confesarte lo que nunca pude hablar

Quiero convencerte
Pero no quiero arriesgarme a perderte y que te quieras ir
Por que siempre que te miro yo nunca se muy bien que decir.

Acuérdate de mí
Que para mí tú siempre vas primero
Yo soy discreto pero igual te quiero
Perdón si no he sabido como hablarte de lo que siento por ti
Acuérdate de mí

Nunca he estado cerca de aprender como olvidarte
Para ser honesto nunca lo quise intentar
Vivo con la maldición de verte en todas partes
Aunque al fin y al cabo me hace falta verte más

Acuérdate de mí
Por si tu corazón busca algún dueño
O si quieres mil besos en un sueño
O si quieres más noches en las que no te den ganas de dormir"

Al otro lado del banjoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora