Cuando nadie ve

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- Afri, tenemos una propuesta para usted y no puede negarse- me habló Marto cuando les acompañé hasta sus coches, a la entrada.
- Pase un día entero con nosotros- me invitó Isaza - Es lo justo que le mostremos Bogotá y sea nuestra huésped.
- Además, lleva mes y medio trabajando mucho. Necesita un día para que la cuiden a usted- argumentó Villa.
- No sé, chicos. He venido a trabajar. Estoy aquí "de gratis". Lo consultaré.
- Permítame informarle de que ya hemos realizado esa trabajosa gestión.- bromeó Simón- Tengo buena mano para ablandar corazones- se hizo el interesante y el resto se burló de él.
- La recogeremos mañana, después del desayuno ¿listo?- dijo Isaza, pero no esperó mi respuesta.
- Pero...
- No le hará falta de nada. Sólo su presencia- informó Villa, bajando la ventanilla del coche.

No esperé al día siguiente y fui directamente a hablar con la responsable que estaba ayudando a recoger sillas y mesas.
- Sí. Yo misma les di el permiso.
- Pero... No sé si me parece bien...
- Afri, ustedes han aportado a este lugar y a estos muchachos mucho más de lo que esperábamos. No sólo van a visibilizar su situación, sino que también les han dado su amor, su tiempo. No va a suceder nada porque tenga un día con sus amigos. Estar acá es una oportunidad a todos los niveles. Aproveche, mija.

Sin embargo, por la mañana, no pensaba irme sola de "vacaciones".
- Yo me animo y así me despejo un poco de todo esto- accedió Guillermo.
Sandra refirió que quería quedarse descansando.

Así que cuando Villa y Simón vinieron a recogerme, les sorprendió vernos a los dos. Lo vi en sus caras. Pero ¿qué más les daba? Para hacer turismo... Además, Guillermo era muy simpático y un apasionado de la cultura. Lo conocían, pero serviría para que lo hicieran mejor.
- Hemos quedado con Isaza, Martín y sus respectivos amores en el Casco Histórico.

Sí, yo también me preguntaba dónde estaría Gabriela. Quizás, verlos juntos me mataba de un tiro todos los pájaros de mi cabeza.

Mientras paseábamos por las calles repletas de Bogotá, no pude evitar recordar nuestros paseos por Madrid casi seis años atrás.

A la hora de comer, quedamos con más amigos y amigas de los chicos. Y tras acabar con la tripa llena de probar los manjares colombianos, nos dividimos. Guillermo se unió al grupito que se ofreció a llevarlo a conocer unas ruinas con la promesa de traerlo de vuelta para la noche. Otra gente se dispersó, así que nos quedamos Morat, sus novias y yo.
- Vayamos al cerro- planteó Monchi- Hay unas vistas espectaculares.

- ¿Le está gustando?- se acercó Villa mientras contemplaba toda la ciudad desde lo alto del Cerro.
- Esta ciudad es espectacular. ¡Gracias por enseñármela!
- Eres feliz acá. No hay más que mirarte a los ojos para adivinarlo. Deberías quedarte.
- Sólo estoy de paso. Por trabajo.
- Alguien con tus estudios no tendría problemas en encontrar empleo. Los europeos sois muy codiciados.

Le miré sin decir nada y me alejé. Me lo había planteado, pero como una locura. No tenía red más allá de Benposta. Con ellos no podía contar... Se la pasaban viajando.

- ¿Por qué no le da bolilla?- Isaza apoyó los brazos en la piedra del mirador donde yo estaba.
- ¿Perdón? - pregunté sin comprender.
- A Villamil. Si se quieren desde hace años.
- Vaya... Si que eres directo- le contesté sentándome en el poyete.
- Para que no extrañe a Álex.- rió.
Era verdad. Álex me lo hubiera soltado así, sin anestesia.
- Tú lo sabes, Isaza. Villa eligió a la chica con la que quiere estar. Nosotros sólo somos amigos.
- ¿Qué chica?- se hizo el tonto.
- ¡¿Cómo que qué chica?!- mascullé- Gabriela. Su novia y vuestra amiga. Yo ya lo he aprendido a querer de otra manera, además.- mentí
- Seguro. Como anoche.- se burló.- Le miré muy seria. ¿Por qué me hacía sufrir de esa manera? Era impropio de Juan Pablo Isaza.- ¿La ve por acá? ¿Acaso la vio ayer noche? Caray, creí que sabía.
- Que no esté, no cambia nada.
- Al contrario. Da un giro de ciento ochenta grados. Significa que Villamil eligió, tal y como dijiste.- sonrió- ¿Quiere saber por qué Monchito y Villaco han estado enojados?

Isaza estaba muy raro. Primero, me hablaba de Villa y Gabriela de forma extraña y de repente, cambiaba la conversación para hablarme de la bronca entre sus dos amigos.
- No es de mi incumbencia.
- Gaby descubrió una fotografía tuya con Villa. La llevaba en la cartera.

Genial. Ahora, Gabriela me odiaría por siempre. Recordé las fotos que rompí. Un trozo lo encontró Villa y se lo guardó.
- ¿Qué hacia Villa con una foto nuestra de hace mil años? O sea que ella se enfadó...
- Es evidente ¿no? Ella entró en cólera.  Pero ella ya sabía que Villa estaba intentando olvidar a alguien cuando empezaron a salir. Y en ese momento, Villaco debió reconocerle que no la amaba de la forma que ella esperaba. Por eso, Simón se enojó con él. Porque Gaby le llamó hecha un mar de lágrimas. Y Simón le hizo prometer a Villa que no le haría daño a Gabriela. Ella es nuestra amiga desde que éramos niños. Es como nuestra hermanita. Y siempre ha estado enamorada de Villamil.
- Pobrecita... Lo siento. Lo siento, de verdad.
- Ella lo superará. Es una niña muy fuerte. Pero ¿y ustedes? ¿Aprovecharán esta nueva oportunidad que les brinda el destino?

Oímos un grito y luego una carcajada. Marto fingía tirar a la novia de Isaza por el barranco. Éste se levantó de un salto.
- ¡Oiga, déjela en paz!- le gritó.

- ¿Han terminado ya con sus secretos?- Villa se sentó a mi lado y se puso las gafas porque el sol nos daba de frente.
- ¿Por qué no me contaste que Gaby y tú habíais terminado?- le miré entristecida.
- Pensaba que estaba claro, que no era necesario decirlo. No me hubiera permitido buscarla si no...
- ¿Y cómo estás? Tras la ruptura, digo...
- Bien. Ha sido... Liberador. Aunque me duele por ella. Es como que uno nunca se imagina que pueda infringir ese daño en la otra persona. Hasta que sucede.
Busqué su mano, que estaba sobre la roca fría y entrelacé sus dedos con los míos. Él la sostuvo y se la llevó a los labios.
- ¿Recuerda que nos dijo el sacerdote el día que visitamos la Sagrada Familia en Barcelona? Él dijo algo así como que... Era la fe lo que la mantenía, creciendo cada día... Y yo nunca perdí la fe en nosotros... Nunca pude.

- ¡Perros!!- nos gritó Simón, siempre oportuno- ¡Proponen hacer una fiesta tranquilita esta noche en La Morat!

Era temprano cuando llegamos a la finca y todos estábamos demasiado cansados para hacer algo de provecho. La casa no era tan grande, pero tenía un jardín amplio, con una zona de piedra con un agujero para hacer un fuego. Me prestaron una toalla para que me duchara. Había metido una camiseta limpia en mi mochila, menos mal.

Cuando salí, Villamil y Moncho estaban jugando una partida al FIFA. Me senté a verles jugar. Villa le ganó por goleada.
- ¡Nooo, es que a mí estos juegos no me gustan!- se picó el de las gafas, dándome su mando.
- Ay no, no le gustan porque pierde- se burló Villa.
- ¿Puedo jugar yo? ¿Me enseñas?- pregunté.
- Tenga cuidado. Es un tramposo- dijo Monchi antes de abandonar la estancia.

Villa me explicó los controles. Yo no controlaba mucho las reglas del juego.
- ¿Cuándo es córner?- pregunté cuando lo pitaron durante el juego.
- ¿Y usted es del país con la mejor Liga del mundo?- me vaciló.

Echamos varias partidas a ese y otros juegos. A veces, hasta me dejó ganar.
- ¡Qué no! ¡Nunca me dejaría ganar!- mentía tan mal.

Pasamos un rato de risas. ¿Quién me iba a decir a mí que podía estar a solas con Villamil haciendo algo tan sencillo como jugar a videojuegos?

Al otro lado del banjoWhere stories live. Discover now