Mil tormentas

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Álex y yo pasamos la tarde tumbados en el sofá, viendo películas y comiendo palomitas. Me gustaban las tardes así porque era como estar con mi familia, en pijama y con un moño maltrecho en la cabeza. Álex se ponía sus zapatillas de peluche y se dejaba querer. Por una tarde, era yo quien le hacía todos los favores del mundo.
- ¡Para la peli!- le pedía cada vez que hacía que me levantara. Me tiraba una palomita y no me hacia ni caso. Supongo que eso hacen los hermanos mayores, así que se lo permitía.

Oscurecía cuando su móvil comenzó a sonar.
- Mira quién se acuerda de nosotros- me anunció enseñándome la pantalla. Isaza lucía una sonrisa desde la imagen- ¿Qué hubo, parcero?- le saludó al más puro estilo colombiano.- ¿A las 23h? Espera que pregunto a la reina de la casa- tapó el auricular- Que dice si queremos quedar para ir a bailar. Que a las 23h.
- ¿A bailar? ¿No puede ser a otra cosa?- torcí el gesto.
- Espere, parce, que aquí la doña me está poniendo pegas- le habló al auricular- Dice que te animes. Además, ¿qué tienes tú en contra de ir a bailar? ¿Para que te han servido mis clases si no las pones en práctica?

No contesté nada. Lo que no me apetecía era bailar con Villa y rememorar viejos tiempos.
- Que dice que si va Villa, ella no va- le dijo Álex al teléfono.

Salté sobre él para quitárselo. ¿Cómo se le ocurría decirle eso?
- ¡Qué lo tengo silenciado, mujer! - se burló- Pero te conozco como si te hubiera parido. Admítelo.- luego volvió a hablar con Isaza- A las 23h, perfecto. Pero la discoteca, la elijo yo.

Y colgó.

- Te odio ¿lo sabes?
- Y más que me vas a odiar. No te pienso dejar sola en toda la noche. No vaya a ser que se te acerque nadie que no quieras.

Le pegué un puñetazo el el hombro que él me devolvió y fui a vestirme a mi habitación. No demasiado arreglada, no quería llamar la atención.

Fuimos a una discoteca enorme de varias plantas. Yo nunca había estado allí. Al principio, Álex no se separó de mí, pero en algún momento lo perdí de vista y me pegué a Isaza.

- ¿Quieres que vayamos a la planta del karaoke y nos reímos un rato?
- ¿Cómo lo vas a hacer tú para que no te reconozcan?
Sacó unas gafas rosas de juguete y se las puso.
- Y pondré acento español- dijo endureciendo su forma de hablar. No le salía muy bien.
Animó al resto del grupo y subimos.
- ¿Has visto a Álex?- le pregunté a Martín.
- Hace ya rato que no le veo. Pero estará bien, no te preocupes.

Llegamos a la sala. Isaza pidió una canción y esperamos a que llegara nuestro turno.
- ¿Qué canción has pedido?- le pregunté con intención de preparármela.
- Sorpresa.

No sé por qué pensé que sería una de las suyas. Las conocía bien. Pero al subir a la plataforma, comenzó a sonar una música familiar.
- AAAACHUWEIGUA BARABÍ BARABÁ- comenzó él.

Le miré con los ojos como platos. ¿Había pedido el Rey León? Había pedido el Rey León.

Normalmente, era tímida para ese tipo de cosas, pero tenía que demostrarles que yo también había cambiado y había crecido, que sabía divertirme y reírme de mí misma.

- AMALAMALÍ MALAPAPAYA- comencé.

La gente se partía de risa en la pista, pero nos animaron y nos aplaudieron un montón cuando cantamos la letra normal.

Bajamos del escenario sin parar de reír, Isaza me chocó la mano.
- Ha sido increíble. Por un momento, pensaba que me dejabas solito.
- Ha sido una canallada por tu parte- y se echó a reír.
- Podía habernos avisado de que tenía talento para la música- me dijo Simón.
- Tengo muchos talentos ocultos- bromeé.
- ¿Ah sí? Pues venga a bailar conmigo que todavía no me ha dado la oportunidad- dijo Martín, agarrando mi mano.

Apenas había hablado con Villa en toda la noche. Sólo habíamos cruzado alguna mirada, alguna sonrisa... Él también se mantenía a cierta distancia de mí. Hasta que en un momento de la noche, vi a todo el mundo bailando en pareja y yo estaba sola. Y allí, en medio, apareció Villa también solo.
- ¿Bailamos?- me propuso.
- Mejor no- le sonreí con cierta tristeza y pasé por su lado sin rozarlo si quiera.
Pero él me siguió hasta la zona de descanso.

¿Dónde demonios te has metido, Álex?, maldije para mis adentros.

- Afri, Afri... Espera. ¿Podemos hablar?
- No me apetece mucho, si te soy sincera- contesté, sentándome en un sofá- Pero te escucho.
- ¿Qué le pasa? Pensaba que estaba todo bien entre nosotros.
- Y lo está.
- No quieres bailar conmigo.
- No.
- ¿Por qué?
- No me apetece seguir bailando- mentí, y obviamente no se lo creyó.
- Afri, quizás deberíamos hablar de lo que pasó, de cómo nos sentimos entonces, de cómo nos sentimos ahora...- insistió.
- ¿Con qué objetivo?- le desafié. No le iba a poner las cosas fáciles.
- Aclarar las cosas. Para poder ser amigos. Porque... ¿quieres ser mi amiga?
- Claro. Eso siempre.- sonreí- Mañana a las 10h. En el paseo marítimo, junto al hotel W. Me recorro la zona haciendo footing. Si te animas, mañana hablamos.- propuse con descaro, rezando para que tuviera alguna excusa de trabajo.
- Allá estaré.- dijo y se levantó.

¿Qué acababa de suceder? Recé para que se le olvidara, se durmiera, no acudiera... Si lo hacía, le iba a meter tal caña que no pudiera seguirme el ritmo.

Presentía que si hablábamos, sería abrir la puerta a que me volviera a romper el corazón. Él volvería a irse. ¿A qué esperaban? ¿Cuándo se irían?
Y sin embargo, una parte de mí, estaba dispuesta a arriesgar... Sólo por volverlo a ver.

Al otro lado del banjoWhere stories live. Discover now