Hoy En Día

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Era un día como cualquier otro en la mansión de los Bloom, Odette se preparaba para el trabajo al igual que Belmont.

Los elfos domésticos cocinaban y la pequeña Neela dormía.

Al estar lista, su madre agarró un tentempié rápido y salió directo al trabajo en su escoba.

Su padre por otro lado, la despertó. Cargó a la somnolienta niña y la llevó a la cocina sentandola en la barra. Sacó un tazón, leche y cereal y le sirvió el desayuno.

Comieron tranquilamente mientras jugaban y se hacían cosquillas.

—Papi, ¿podrías dejarme hoy un poco más de tiempo en el parque? Pusieron un arenero y ayer no tuve tiempo de jugar en el— dijo Neela en tono de súplica

—Está bien princesa, pero ten cuidado y recuerda no utilizar magia porque si lo haces lo sabré y estarás en graves problemas jovencita— su padre trabajaba en el departamento de uso indebido de la magia en el ministerio de Londres, así que lo sabría fácilmente

—Prometido— le contestó la niña ofreciéndole su dedo meñique, y su padre le devolvió el gesto entrelazandolos

—Le avisaré a tu mamá...

Después de decir esto salieron en coche hacia el parque, Belmont paró por un instante para dejar a su hija

—Diviértete— dijo y después se marchó

Neela empezó a jugar en cuanta atracción pudo, en las rebaladillas, el arenero y dejó los columpios hasta el final.

Para esto habían pasado 10 minutos más tarde de lo que la recogían habitualmente, pero eso estaba bien.

Había un orfanato cerca el cual le generaba mucha curiosidad, y ese día quería quedarse a ver lo que pasaba ya que el día anterior había visto a niños salir de ahí, pero eso fue justo cuando su madre llegó por ella.

Así que ahí estaba, lista para conocer a más chicos de su edad debido que al único lugar que salía era al parque. Poco a poco llegaron más niños, unos se dirigieron hacia ella y la quitaron bruscamente de los columpios tirandola al piso (lo cual le dolió).

Un niño de pelo oscuro llegó hacia donde ella estaba, y se entrometió ante esa injusticia

—Quítate del columpio Carl, la niña estaba ahí primero— el tal Carl (que era más corpulento que el niño de pelo oscuro) se paró y sus dos secuaces con él, pero no se pararon para irse del columpio

—Perdona rarito,¿me estás hablando a mí?. Deberías de saber ya que en este mundo no hay nadie que me pueda decir qué hacer, menos tú fenómeno— y sin más lo empujó, Neela estaba sentada en el piso mirando todo y al ver semejante brusquedad enseguida se paró

—¿Cuál es tu problema Piggy? Es que acaso tu cerebro es tan pequeño para poder diferenciar lo que está bien a lo que está mal horrendo muggle. ¡Vuelve a poner una mano encima de mi amigo y desearas que tu madre hubiera cerrado las piernas!— y al decir esto la pupila de sus ojos se volvió una línea dejando su forma circular y asustando de muerte a los niños.

A pesar de los 7 años de Neela, había aprendido todas esas palabrotas de uno de los elfos más groseros, pero que más quería Neela, Kampell.

—¡¡Eso, huye brabucón, huye!!— festejó ella al ver como su cometido se había logrado, y dio media vuelta para dirigirse al niño tirado en el suelo. Se hincó frente a él y con los ojos puestos en el niño observándolo muy detalladamente le habló —¿Estás bien?

Él se quedó callado y desvío la mirada

—Supongo que eres tímido— Neela era muy platicadora y no pararía hasta obtener respuesta alguna, él no contestó—¿Cómo te llamas?— preguntó cuidando no ser irritante, lo cual consiguió y logró hacerle hablar

Enamorada De Tom Riddle [Tom Riddle y Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora