Increíble

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...

—Veamos... Er... Bueno— balbuceaba Neela mientras buscaba entre las páginas las preguntas que había redactado hace unos días para no olvidarlas, pero no las encontró, así que tomó aire y miró al ave fénix fijamente —¿Llegaste a Dumbledore antes de que yo naciera?— el ave negó, Neela frunció el ceño pensando que ya no podría ser capaz de conseguir más respuestas, pero formuló otra pregunta —¿Llegaste a Dumbledore después de que yo nací?— Fawkes ahora asintió, y ella no pudo evitar formar una sonrisa al ver que en realidad sí podría descubrir algo esa noche —Las siguientes preguntas son abiertas, por lo que será más difícil entender lo que me quieras decir, así que quisiera pedir tu permiso para adentrarme en tus recuerdos ¿Puedo?— él volvió a asentir caminando lentamente a su lado, agachando su pequeña cabeza esperando que Neela lo tocara.

Después de dudarlo dos veces y querer dar marcha atrás, posó su mano en su cabeza cerrando los ojos, sintiendo por consecuencia un leve mareo mientras luces de colores rojos y naranjas le nublaban la visión, hasta que unos segundos más tarde, todo se fue aclarando, dándose cuenta que se encontraba en el despacho de su padre varios años atrás, ya que éste estaba sumamente limpio y Fiona, la lechuza de Belmont, estaba un poco más pequeña.

Dio vueltas en círculos para observar la habitación, no había nadie más que ella ahí mismo, tampoco estaba Fawkes. Estuvo a punto de salir del cuarto para ver si lo que debía ver estaba pasando afuera, pero al escuchar voces retrocedió un poco, tratando de entender lo que decían.

—Agradezco que me reciban después de venir tan repentinamente, aunque espero que me entiendan, no podía esperar más a conocerla— dijo Dumbledore, del cual reconoció la voz gracias al vistazo al pasado que había tenido, donde él habló con su abuela.

—No se preocupe profesor, para nosotros es un placer tenerlo en la casa después de las miles de cosas que ha hecho por nosotros— respondió otro hombre, al escuchar su voz, sintió un cosquilleo en el estómago preguntándose quién podría ser, ya que su voz se le hacía familiar, hasta que sus dudas se disiparon cuando la puerta se abrió y un hombre de piel blanca, ojos azules y cabellos castaños entró a la estancia.

Neela jamás podría confundir esa sonrisa entre miles más, o esa silueta entre una multitud, y mucho menos ése sentimiento de seguridad que surgía en ella al estar cerca de él. Era su padre, Belmont, quien estaba ahí, parado frente a ella cediendole el paso a Dumbledore, quien tenía a Fawkes en su hombro.

Por largos minutos el tiempo se detuvo y en su estómago se formó un doloroso nudo, porque la persona que más había querido en el mundo estaba ahí, frente a ella, pero no podía verla, y ella no podía tocarlo. Lo que era una condena ya que hubiera dado todo por abrazarlo y decirle miles de veces, sin descanso, lo mucho que lo amaba y necesitaba.

Pero si estaba ahí no era sólo para ver a su padre, había un propósito por el que Fawkes le estaba enseñando ése preciso momento, e iba a descubrirlo. Volvió en sí finalmente cuando Belmont cerró la puerta y se dirigió hacia Dumbledore ofreciéndole un vaso de agua, el cual él negó.

—Me enteré que la pequeña ya tiene un nombre ¿No es cierto?— preguntó Albus mientras se quitaba el abrigo y dejaba su varita, que no era la de sauco, en el escritorio, el joven Bloom asintió.

—Efectivamente, Odette lo eligió al poco tiempo que ella naciera, me dijo su significado pero en éste preciso momento no puedo recordarlo, usted sabe mejor que nadie lo fácil que es para mí olvidar cosas— le dijo entre risas, mismas que fueron interrumpidas cuando la puerta se abrió lentamente.

Ya te había dicho que hace referencia al azul de sus ojos, cariño— agregó su esposa mientras entraba a pasos pequeños y lentos a la habitación, sosteniendo a una pequeña bebé entre sus brazos, que estaba despierta y jugando con el collar de su madre.

Enamorada De Tom Riddle [Tom Riddle y Tú] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora