Capítulo 54 🎻

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Ellas menos.

  Almorzamos un par de tostados de jamón y queso, café con leche y jugo de naranja. Obvio que me quedé con hambre y moría de ganas de comer algo dulce. Pero también me imaginé que tenía que ver con que León no hubiera aparecido, bueno, no habían pasado dos días todavía, pero igual. Y con tener que reunirnos con la comisión directiva de las yararás.

  Aproveché a contarle a Rosario todas las novedades. Simón. Y hermana. Se indignó con Simón. Se quedó muda con lo de la hermana. La supera. No sabe qué decirme. Pero lo de Simón. "Qué forro -me decía-, es tan injusto que te venga a decir que tal vez terminan juntos cuando vos estás conociendo a otra persona. Lo leo a Simón. No te suelta, te dice eso como para que no puedas dejar de pensar en él".

  Y estábamos debatiendo tema Simón cuando las vimos entrar. Se creen modelos. Abrió la puerta una de las del séquito, entro primero, luego la otra y ella, la Veneno en persona, con ese pelo largo. Debe ser la única rubia con la que no estuvo Simón. O por ahí en alguna de las mil y unas noches en que me quedé en casa mirando películas me perdí ese capítulo. El de Veneno y Simón. Las polleras del uniforme bien por encima de la rodilla, sin corbatas, las camisas abiertas hasta el escote. Pensé que a Veneno le iba a explotar la camisa. Ella sinuosa. Yo toda curva. Se pararon delante de nuestras mesa como si fueran tres egrismistas y pensé que todo se iba a dirrimir arriba de la mesa en la que estábamos terminando de tomar el café.

  Se pararon ahí y no decían nada.

  Nosotras levantamos la mirada en silencio.

  Finalmente acomodaron tres sillas delante de la mesa y se sentaron al unísono. Como si fueran parte de una coreografía.

  -Bueno -dijo Veneno-, acá estamos.

  Mi cara. Mirada de hielo.

  -¿Qué mirás vos? -me preguntó mal.

  -Te miro a vos -le dije.

  Así empezamos.

   Su cara. No se lo esperaba.

   Estaba por contestarme después de acomodarse el pelo hacia el otro lado de la cabeza cuando Rosario nos cortó:

  -Todo bien discutir, buenísimo, discutamos todo el día, me encantaría, pero cuanto más nos peleemos, más vamos a tardar en terminar este trabajo de mierda. Y no sé ustedes, pero a mí ya me tiene harta antes de empezar.

  Lógica pura

  Las venenos se miraron.

  -Sí, es verdad -aceptaron.

   Pero es imposible hacer algo con ellas. Imposible. No hay forma. Diferencias irreconciliables, alegaría mamá. La reunión más fallida del mundo. Duró diez minutos. O quince. Nos terminamos levantando con Rosario. Porque ninguna de ellas cree básicamente que hicieron algo mal, o que lo que hacen puede lastimar a otros, o lo saben y les parece perfecto. Las ideas que tiraron oscilaban todas en mandarme al frente a mí a explicar lo que se siente ser así. Así = gorda. Así = una condición irrecuperable. La cara de Rosario, en mi vida la vi tan sacada. Y no tengo por qué someterme a eso. Como si ya no fuera suficiente con que me hubiera dicho "obesa". O que no sabe qué me ven Simón y León. Mañana vamos a hablar con el director para explicarle todo.

   Y nos vinimos a casa con Rosario, a tomar mate con unos alfajores. Música, tiradas en el sillón, cada una con la cabeza en un apoyabrazos. Y Minerva ovillada al lado nuestro.

Intermitente RafaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora