Introducción. Parte II.

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Queens, Nueva York. 2005.

Una sonrisa se formó en sus labios cuando colgó una llamada telefónica con su mejor amigo. Negó con la cabeza y escuchó en la planta alta los suaves pasos de Erin. Ese día había decidido levantarse temprano pues últimamente no estaba del todo bien de la cadera, los dolores cada vez eran más fuertes y temía que eso pudiera intervenir con su carrera. Una que le había costado muchísimo trabajo.

Se levantó con suma lentitud, sintiéndose anciano y reprochando que los años ya le estaban pasando factura. No por nada tenía 53 años bien cumplidos, pero no podía creer que ni siquiera su padre sufría de esos dolores que lo ponían de mal humor.

—Pero querías verte muy alto—se reprochó, cuando llevó una de sus manos a los lumbares que le estaban doliendo. Todo lo atribuía a las altas plataformas que utilizaba en cada concierto durante muchos años. Ya no recordaba cuando había sido la primera vez que se había puesto ese enorme par de plataformas plateadas con destellos y estrellas.

Subió por las escaleras de caracol que estaban en su enorme casa, casi una mansión. Hasta que se acostumbró a la punzada que le daba en la cadera.

—Amor. ¿Has terminado de hablar con Gene? —preguntó Erin desde la habitación que ambos compartían.

El hombre sonrió suavemente al escuchar a su prometida y al entrar al cuarto asintió —. Sí, aunque me ha pedido que lo acompañe a casa de su madre para mover unas cuantas cosas. ¿Puedes creerlo? —se quejó con un poco de diversión sin despegar la mirada de la mujer que no dejaba de cepillar sus largos cabellos frente al espejo—. Fácil pudo contratar a alguien que hiciera ese trabajo.

Erin rio un poco —. Cariño, sabes que a Gene no le gusta meter gente desconocida a casa de su madre—el vocalista asintió y suspiró, acercándose a la fémina.

—Tienes razón. No me queda de otra— abrazó a Erin por la espalda con cariño, puso su barbilla en su clavícula —. ¿Te he dicho que te ves hermosa? ¿Y lo mucho que te amo? —besó con cariño su oreja.

Erin sonrió mientras miraba el reflejo de ambos en el espejo, asintió. Girando un poco su cabeza para sellar sus labios con los del cantante—. Lo sé y yo a ti.

—Pronto nos casaremos. ¿Estás nerviosa? —preguntó Stanley de nueva manera, sin dejar de abrazar a la mujer de profundos ojos azules.

—No... estoy feliz. Faltan tan solo unos cuantos meses.

—Estoy más que encantado de que pronto serás mi esposa—ambos sonrieron y se dejaron envolver por el ambiente romántico que se había creado en la habitación. Pero fue roto cuando Paul volvió a hablar—. Querida. ¿Te molesta si voy con Gene?

Erin negó —. No, de hecho me parece buena idea. Yo pensaba ir a visitar a mamá y pedirle ayuda con las invitaciones para la boda. Todo tiene que salir de maravilla—el músico sonrió y volvió a besarla—. ¿Nos vemos para cenar?

—Claro.

Ambos se despidieron y cada uno tomó su propio camino para las actividades que tendrían ese sábado.

Paul tomó las llaves del deportivo rojo y luego condujo por las calles de Queens, se encontraría con Gene en la casa que pertenecía a la madre del último. Posiblemente, el bajista terminaría cargando todo mientras él observaría mientras conversaban, aunque tampoco descartaba la opción de que regresaría a casa con un fuerte dolor de cadera por haber cargado como burro algunas cajas.

Cuando dejó su auto sobre la avenida, en un bonito barrio de Queens. Echó la alarma y buscó con la mirada a su mejor amigo. Pero parecía que había llegado antes que él pues no lo veía en ninguna parte.

Broken Heart| Paul StanleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora