Capítulo 2

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— ¡Vete de aquí! ¡O le diré a mamá lo que estás haciendo! — gritó Shandi con molestia a su hermano, intentando sacar a su hermano de su habitación.

— Carajo, hermanita—canturreó divertido, viendo con burla a la rubia —. Creo que los anteojos que tienes no sirven de nada. ¿De qué sirve que le llames a esa vieja, si lo único que hace bien es ahogarse en alcohol y con la mierda que le consigo a precio de nada ponerse más idiota de lo que ya es? —se burló Mille con más énfasis.

— Pero no debes entrar a mi habitación así—reprochó, mirándole de mala gana.

— ¿Y tú que puedes esconder? Eres una tabla horrenda—comenzó a reírse al mismo tiempo que empujaba a la niña a la cama y él revolvía el closet buscando algo —.  Ya dime en dónde lo guardaste.

—¿Guardar qué? —preguntó un poco azorada, observando con atención como su ropa caía desordenada al suelo.

Hasta que vio como su hermano mayor hallaba una cajita en dónde solía guardar los pocos centavos que ganaba,  cuando ayudaba las señoras en el mercado a llevar sus compras. No era mucho, pero si lo suficiente para poder comprar el desayuno de dos semanas en el colegio.

— ¡¿No qué no tenías nada, maldita sanguijuela?! — Mille levantó a lo alto la pequeña caja para que Shandi no la alcanzara, la diferencia de edades y alturas era abismal. Para la edad del chico, era bastante alto mientras que la rubia estaba por debajo de la altura promedio —.  Espera que le diga a Donna que le has estado robando el cambio de sus cigarrillos.

— No lo hagas— Shandi desistió de intentar recuperar la caja —. Yo no le he robado nada a mamá... ese dinero lo conseguí trabajando varias tardes en el súper mercado. Estuve ayudándole a las señoras a llevar las compras a sus autos.

El mayor levantó una ceja y siguió riendo con burla —Eres patética. ¿Lo sabías? —observó como la niña comenzaba a lagrimear por las ofensas a penas bruscas —. Ya no llores, lo quería para conseguir algo de comer, hay pura porquería en la nevera.

—¿Y por qué no me lo dijiste desde un principio? —se secó las lágrimas traicioneras que salieron de sus ojos tras pelear con su hermano.

—Por el simple gusto que me da joderte, fea—Mille sonrió y luego acarició la cabeza de la niña —. Aprovechemos que Donna está dormida en el sillón y vayamos con el señor Juan por unas tortas mexicanas de esas que prepara con mucho picante. ¿Quieres? —vio a la menor asentir y sonreír levemente —. Ya no llores. Me caes mal cuando te pones a llorar cómo bebé.

— No soy una bebé... sólo que no es justo que me robes mi dinero—reprochó, mientras terminaba de abotonarse una vieja chaqueta que había conseguido por diez centavos en una venta de garaje de la esquina.

Ambos hermanos bajaron las escaleras y observaron como Donna dormía apaciblemente su solitaria borrachera con la televisión encendida, sin hacer ruido los dos chicos salieron del departamento.

Ambos hermanos bajaron las escaleras y observaron como Donna dormía apaciblemente su solitaria borrachera con la televisión encendida, sin hacer ruido los dos chicos salieron del departamento

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Broken Heart| Paul StanleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora