Capitulo 3

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  Cuando llegó al departamento de su amiga la sacudió un poco

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  Cuando llegó al departamento de su amiga la sacudió un poco. 

— Hey Meg ya llegue. 

 Esta batió sus plumosas pestañas y la miro. 

— De acuerdo, pasame a buscar a las siete. 

— No te preocupes, descansa. 

— Me necesitas. — Le dijo dándole un abrazo.

— No te necesitaré hasta las diez de la mañana. — La tranquilizó. 

— De acuerdo. Adiós, avisame cuando llegues a casa. 

 Espero que entre y arranco nuevamente. Mientras iba hacía su pequeño departamento en una zona alejada del centro su mente vagaba por ese beso que había querido sacarse de la cabeza. No solo la había tomado desprevenida si no que le había gustado. Iba a cumplir treinta y un años y jamás se habían puesto de novia, enamorado siquiera. Se había enamoriscado de Will unos años atrás; pero no le había dolido cuando él la había dejado por una que si se comprometía con la relación. Solía tener compañeros de juegos pero nada más. No le veía nada de malo, estaba ocupada labrandose un futuro, se dijo. 

   No era nada fácil valerse por sí misma, había dejado un trabajo fijo en un restaurante para seguir un sueño, necesitaba manejar sus tiempos, su propio negocio. Y ahora lo hacía, ahora tenía un negocio de Catering y postres finos. Había subido de categoría, ya no hacía sus canapés en las fiestas de cumpleaños de un primo de Megan, ahora la llamaban del maldito Museo de arte en Trafalgar Square y las mujeres de alta cuna que hacían sus tardes de té la llamaban por sus finas tortas y pasteles. Y eso le lleva sus fines de semana, y largas noches de la semana pensó cansada. 

  Debía preparar algunas cosas para el día siguiente y gimió mientras bajaba de la camioneta en su casa. La casa era pequeña, dos ambientes, la cocina que había acondicionado específicamente y que ocupaba básicamente toda la casa excepto su habitación. Apenas llegó se puso a hacer unos rellenos que necesitaría para las pequeñas empanadillas y canapés. No era lo que le gustaba hacer en realidad; pero le daban para vivir. Si por ella fuera abriría una cafetería donde sirviera sus deliciosas tartas y bombones con chocolate caliente. Pero uno debía hacer lo que tenía que hacer, se dijo mientras apagaba los fogones y dejaba enfriar las mezclas. No podía prender la batidora a esa hora, si llegaba a hacerlo sus vecinos la echarían, así que se conformó haciendo una crema pastelera y terminado de hacer unos bombones de chocolate que había dejado a medio armar en la heladera, eran un detalle bonito para sus clientes por elegirla y además una pequeña inversión. No sería la primera vez que un cliente le pida una caja de bombones para una ocasión especial, solía preparar cientos en fechas especiales como el catorce de febrero, y muchos clientes solían repetir pedidos en días importantes. Después de darle la última capa de chocolate para cubrir el relleno cerró la heladera, los desmoldaria el día siguiente. Miró el almanaque en la puerta de la heladera. Chocolates blancos para la señora Mason que ya estaba casi empaquetados, una tarta de ruibarbo para el señor Smoler. La señora Molly le encargaba una todos los veintinueve de septiembre, desde hacía cuatro años. Sonrió ante esa demostración de amor, desde hacía años que los conocía, eran vecinos en su antiguo vecindario, el matrimonio Smoler habían sido de sus primeros clientes. 

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