2. Mejor amigo

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WinterWidow

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Steve tiene las manos delicadamente sobre las caderas de Natasha, la guía al son de la música mientras Bucky los observa desde su silla, con su copa de champagne en una mano.

»Es innecesariamente encantador. Piensa. Vamos, Natalia, solo mírame. Maldita sea.«

Natasha sigue los pasos de Steve mientras se pavonea con elegancia, contorneándose como una vulgar pluma en el aire. El rubio parece deleitado, lo sabe por la forma en que la mira, porque de vez en cuando se acerca a su oreja para llenarla de alagos que la hacen sonreír o besos castos que la sonrojan fácilmente. Ella sabe lo que hace, así como también sabe que está siendo observada por su castaño favorito. Y eso le encanta, le encanta porque sabe que está consiguiendo lo que quiere.

—¿Te encuentras bien?

La voz de Sam hace que sus ojos se devíen por un momento.

—¿A qué viene la pregunta?

—Estás muy distraído —pero Bucky le resta importancia y en segundos Sam lo descubre—. Sabes que es cuestión de tiempo para que Steve lo sepa ¿No?

James está fastidiado.

—Habría sido genial si te lo hubiera preguntado.

—No lo hiciste. Tómatelo como una advertencia.

—No me interesa.

Cuando menos lo ha previsto, Steve está llevando de la mano a Natasha, directamente a la mesa donde Sam y Bucky están. El despampanante rojo Borgoña del lipstick de Nat ha batido ligeramente la mejilla afeitada del rubio, Bucky lo nota y no puede evitar que sus puños se cierren con fuerza.

—No mentías, Sam —habla por primera vez la única mujer ahí, sentándose al lado del antes mencionado —, Steve ha mejorado mucho.

—Estuvo practicando toda la semana con una escoba. De algo debía servir todo ese espectáculo.

Nat sonríe ampliamente y Sam cree que esa sonrisa es muy exagerada para lo que ha dicho, hasta él lo admite. Casi es cínica, puede degustarlo en sus pupilas, debajo de esas espesas pestañas oscuras que miran sin ningún pudor al castaño.

Sam parece ser el único en darse cuenta de lo que sucede ahí, y por un momento, lamenta ser amigo de estás personas porque no aguanta esto. Steve puede ser cualquier cosas, pero cree que no se merece nada de lo que Natasha (su novia) y Bucky (su mejor amigo) le están haciendo. Pero igual, él no piensa decir nada, no le corresponde hacer eso a él.

Entonces, Natasha menciona algo sobre ir a empolvarse la nariz e inmediatamente, Bucky se escusa con que debe buscar a Clint para acordar estrategias de espionaje.

Es una fiesta donde hay muchos militares, se habla de cualquier tema político y nadie realmente le presta atención a las cosas tan minimalistas como lo puede ser un par de amantes escabulléndose entre las sombras,  como un par de gatos buscando intimidad en la vulgar oscuridad del salón.

Natasha ha estado saliendo con Steve aproximadamente hace dos meses, es muy lindo y estricto, pero no parece ser lo suficiente. Ella busca algo más peligroso, casi adictivo como las anfetaminas que consume. Y por suerte o no, lo encontró en alguien con quién no debería estar. En primer lugar, porque es el mejor amigo de su actual pareja y segundo, porque James Barnes tuvo una historia con ella, antes de que conociera a Steve y de que incluso, él fuera militar, además de que no acabo muy bien. Pero no le importa, porque la electricidad que ese extraño hombre le transmite, no puede encontrarla en ningún otro lugar.

—Estaba esperando esto desde que inicio esa estúpida canción —habla James, y Natasha se remueve divertida, vibrante por la risa.

—Pudiste unirte a nosotros.

—Prefiero un perfil bajo.

—Creí que las fiestas no eran lo tuyo.

—Yo creí que NO eran lo tuyo —recalcó él, llevando las manos a la curva de su cintura, paseando los dedos por el escote del vestido.

—Sabes que lo son —susurró ella sobre sus labios húmedos—, las fiestas grandes son mejores, son más privadas. Las pequeñas reuniones dejan mucho que desear.

Natasha es vista contra la pared por James, que la sostiene firmemente para no dejarla caer. Llevá un vestido bonito de lentejuelas doradas arremangado hasta sus caderas, tiene zapatos altos elegantes, un pie extendido en el aire sobre la cadera de Bucky y los labios hinchados. Hay lámparas que brillan en ambos y sombras que se extienden por la pared, lejos de ellos.

Y entonces, Natasha se inclina un poco, intentando alcanzar los labios rosados de Barnes. Descubre entonces, que su boca sabe a alcohol y si tiene razón, pudo haberse fumado un porro antes de entrar al salón y fingir que todo estaba bien, tal vez disimuló el aroma con su apestosa loción para después de afeitar; le gusta eso, le gusta que los besos que recibe no son tiernos ni discretos, son demandantes, necesitados, muy pasionales y la derriten desde adentro. Aquellos que le provocan gemir sin pudor mientras se aferra a las solapas de su saco rentado.

Bucky pide perdón en sus adentros. Porque sabe que en algún lugar del enorme salón su "mejor amigo" está sentado esperando a que su querida novia vuelva del baño para seguir bailando. Pide perdón por todas las veces que aconsejo a Steve para que invitará a salir a la pelirroja. Pide perdón porque no puede dejarla, porque es imposible ignorar la existencia de esa pelirroja despampanante. Pide perdón porque sabe que la ama y qué ella lo ama a él y aún con eso, ambos son un par de bastardos que le están viendo la cara de estúpido a Steve Rogers.

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