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Iván sabía que James nunca podría darle a Natalia lo que alguien como Alexei Shostakov tenía de sobra. Y aunque la pelirroja en miles de ocasiones le habría repetido que eso no importaba porque James era la persona con la que quería pasar el resto de su vida, Iván no podía dejar de pensar en lo infeliz que Nat sería al lado del bastardo de Barnes por privarla de todos los lujos de los que estuvo rodeada toda su vida.
Iván tenía una reputación que cuidar y debía mantener al margen cualquier escándalo que involucrará directamente a alguien de su familia. Él era una persona importante en Rusia y cualquiera que intentará manchar su nombre, desaparecía para ver crecer las hortalizas, eso es cierto. Ninguna persona de su familia lograba reconocerlo, pues la sed de poder consumió cualquier atisbo de buena persona que alguna vez existió en él.
Es por ello que cuando se enteró que Natasha planeaba huir a la costa con James, hizo todo lo posible para mantenerla alejada de él. Planeaba tenerla lista para que en cualquier momento se uniera en matrimonio al Guardián Rojo, y si James Barnes planeaba interponerse en sus planes, se uniría a todas aquellas personas que intentaron antes llevar a Iván a la ruina.
En menos de lo que esperaría, estaría muerto.
Iván sabía que Natasha le lloraría a James, lo sabía muy bien. La destruiría. Pero si eso significaba mantener la calma, él lo haría, porque sus hijas se merecían lo mejor y lo mejor para la joven pelirroja era casarse con Alexei. Y no importaba si después ella lo odiará, prefería eso a ver cómo su hija arruinaba su vida y su reputación por un hombre que no valía ni el más mínimo centavo.
—Encontraron su cuerpo cerca del arrollo —mencionó en la mesa la mujercita más pequeña de la familia—, dicen que era un ladrón.
—Él no era ningún ladrón —todos voltearon a ver a Yelena, quién a pesar de que se había negado a la relación clandestina que su hermana había mantenido con James, sabía cómo era el muchacho—, él no era nada de lo que esa gente está diciendo.
—Cálmate, querida —Melina irrumpió su parloteo, restándole importancia—. Como quiera que sea, él hombre está muerto, no es como si pudiera arruinarnos la vida ahora.
—¿¡Cómo pueden hablar así de él!?
Natasha dió un golpe seco en la mesa, provocando que la bebida de los vasos se todos escurriera un poco. Sus mejillas sonrojadas estaban empapadas de lágrimas agrias, mientras un hueco enorme comenzaba a crecer en su corazón. Iván vio como su hijastra se desplomaba en su silla y se tomaba el rostro, mientras luchaba por regularizar su respiración inútilmente.
Yelena se acerco despacio a ella, mientras la rodeaba con sus brazos. Cosa que hizo que Natasha se sintiera más desolada que nunca, porque no podía hacerse a la idea de una vida en dónde James no estuviera a su lado.
