03. Confesión

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DareWidow

Matt Murdock x Natasha Romanoff

Matt Murdock x Natasha Romanoff

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La respiración de Natasha es rápida, incluso puede apostar a qué ha estado corriendo. Matt no sabe por qué no le sorprende, ella siempre está huyendo de algo o "alguien". Trasciende a sus narices el aroma avainillado de su piel y la adrenalina que fluye or us venas, además de que sabe que tiene una herida en el brazo; tiene una mueca en los labios y cuando él se acerca, ella parece reincorporarse.

—¿Has estado siguiéndome? —él sabe que tiene una ceja levantada.

—Me aseguro de que no hagas nada estúpido.

—Creí que después de la última vez no querías saber nada de mi, Romanoff.

Natasha sonríe, recargando su peso en una pierna y lo observa devolverle el gesto con esa gracia tan natural. Tal vez le cueste admitir que lo ha echado de menos, aunque jamás lo dirá en voz alta.

Matt le hace un gesto con la cabeza para que lo siga, siempre alerta de lo que pueda suceder. Porque si bien convivio con la Viuda Negra por mucho tiempo, eso no significa que haya podido conocerla verdaderamente, no sé fía del todo aún. Así que le sostiene la puerta de su apartamento para que pueda pasar y después la invita a sentarse en uno de los sofás.

—¿Qué haces aquí? —pregunta el abogado sin vacilar —, sé que te gustan este tipo de lugares pero también sé que no estarías aquí si no necesitaras algo.

—Asuntos de trabajo y creí que podía cobrarte un par de favores.

—Creí que no te gustaba el trabajo en equipo —ella niega con la cabeza —¿Cambiaste de opinión?

—Normalmente las personas con las que trabajo resultan ser una piedra en el zapato —Matt carcajea un poco antes de sacarse el saco de oficinista e ir directamente a la cocina, pues sabe que Nat no tardará en pedirle un trago —, solo con cierta gente.

—No lo parece.

—Bueno, entonces puedes suponer que tú eres esa cierta gente, Matt.

—No me gusta suponer. Así que puedo confiar en que soy tu última opción.

—Yo no lo pondría así.

—Pues ve al grano antes de que te eche.

—Tony no quiso ayudarme y Clint tiene un asunto en donde vive. No sabía a quien recurrir —Matt quiere replicarlo que después de todo, él SÍ es su última opción, pero no dice nada—. Piensa en las viejas glorias.

—Pensar en ellas me da ansiedad.

Y es cierto, porque aunque Matt no ha dejado de quererla, el pensar en esos días cuando estuvieron juntos es muy estresante por todo lo que hubo entre ellos. Así que con los dos tragos servidos y una toalla húmeda se acerca de nuevo a ella, sentándose a su lado. Nat le acepta los tragos que le tiende y después se empina uno.

—Quitate la sudadera.

—Esperaba a qué al menos me invitaras a salir primero —él vuelve a reír mientras niega con la cabeza, Natasha le obedece después de unos segundos.

— ¿Qué te paso?

—La gente no es muy amable —cuando Matt se acerca para socorrer su cortadura, Natasha sisea ante la frialdad de la toalla húmeda sobre su piel abierta. Después no le cuesta tanto adaptarse—. Si mal no recuerdo, esto es lo que hacíamos en las viejas glorias. Curarnos el uno al otro.

A Matt siempre le pareció graciosa la forma en la que ella se refería a su relación. Porque Natasha decía que no había nada mejor que la relación de dos personas que no pueden mantener una relación estable con nadie, así que era mejor follarse entre sí. Por un momento lo acepto porque, bueno, no había mentira alguna en tal descripción; él supone que el momento en el que todo se fue a la mierda fue cuando ambos comenzaron a involucrar sus sentimientos. Además de que la única diferencia entre ambos era la ligera línea entre asesinar y no hacerlo, y vaya que Matt era muy bueno para involucrarse con este tipo de personas.

Entonces nota que Natasha lo está mirando, que pasea sus ojos por todo su rostro y por todo su cuerpo. Su corazón está latiendo con regularidad mientras que el suyo bombardea desbocado.

—¿Puedo confesarte algo, Matt? —un sonido de aprobación escapa de sus labios y ella relame los suyos antes de seguir—. Aún hay algo de ti en mi. Y no puedo sacarlo de mi cabeza.

—¿De qué hablas?

—Todo lo que soy está confirmado por todas la personas con las que he estado, de las vidas que he fingido tener —Matt aleja la toalla del brazo de la rusa mientras la escucha, aún no entiende que es lo que quiere decir —. No soy de olvidar fácilmente.

Después se toma otro respiro antes de que Matt decida levantarse e ir por el botiquín de primero auxilios. La herida no es profunda y no es nada de lo que deban preocuparse, por lo que Natasha toma la iniciativa de levantarse y detenerlo por el brazo cuando pasa detrás del sofá; Matt se ha puesto nervioso y algo aturdido, se vuelve hacia donde está ella, aún del otro lado del sillón.

—No espero que me odies, tú sabes mejor que nadie qué es lo que hago.

—No te odio, Natasha.

—Es una pena.

—¿Qué tratas de hacer? —Matt se suelta del agarre que la mano de Nat mantiene en él. Su postura es rígida cuando nota que Nat se hinca sobre el sofá para estar más cerca de él y cuando siente los dedos de Natasha acercarse a su rostro, los detiene en el aire —. No va a funcionar.

—No planeo hacer nada que no quieras, Matt.

Matt trata de convencerse de que no está esperando a que Natasha se acerque, pero es imposible, porque muy en el fondo lo admite. Admite que le da gusto saber que está bien y que le alegra el que haya decidido volver después de que lo mandara a la mierda.

—Sé que tú tampoco lo olvidas.

Entonces el primero en dar el siguiente paso es él, que sostiene el rostro de Nat entre sus manos rasposas y se inclina para besarla. Sus manos pican por tocarla, y sus labios sedientos le exigen más, Matt sabe que ese beso es como una reconciliación.

Y sabe que no importa cuántas veces ella elija volver, porque él siempre estará ahí. Para revivir las viejas glorias.

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