10. Tabaco

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WinterWidow

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Él la observa, parada desde el umbral de la puerta. La bruma del tabaco se difuminaba frente a su rostro, apoyaba su cuadrado mentón en uno de sus puños. Natasha no sé intimida ni un poco ante la mirada lasciva de aquel hombre, al contrario, se la sostiene e incluso se atreve a retarlo.

Natasha es joven y hermosa, todo lo que un hombre maduro y misterioso como James Barnes busca. Nat le contagia todo lo positivo y enérgico que tiene, así como ese deseo incontrolable de gobernar el mundo y Bucky le contagia a ella esa extraña necesidad de poder. En un mundo tan complejo como lo es la mafia, ambos son el complemento del otro.

—¿A qué viene tu visita?

Natasha se relame los labios antes de contestarle.

—Solo venía a decirte que no me llames —James la barre con la mirada—, un amigo de la fraternidad nos invitó a una fiesta. No quiero interrupciones.

—¿Nos?

James ladea la cabeza y Nat le responde con una despampanante sonrisa, sin mostrar los dientes.

—Sí, Clint pasará por mi.

—Sabes que detesto a Barton.

—No iremos solos, Matt también viene —Bate las pestañas, orgullosa de que sus intenciones estén dando resultados—, estaré muy bien acompañada.

El castaño apoya el cigarrillo en el cenicero de cristal que hay sobre su escritorio y se reincorpora, pegando la espalda al respaldo de su acolchado asiento. Natasha jadea, totalmente consciente de lo que sigue.

—¿Y estás pensando salir con ellos?

—¿Estás siendo celoso? Ese no es tu estilo, querido.

—Cualquiera puede tener lo que me pertenece —él habla, sin dejar de mirarla fijamente—, pero dudo que alguien sepa mantenerlo bajo control.

—Soy muy accesible ¿No te lo parezco?

Aún mirándose, Natasha se aventura a caminar dentro de la oficina de James. El vestido de fiesta que lleva puesto acentúa su figura y aún cuando no hay tacones que estilicen sus piernas, se ve más poderosa que nunca. James ama la seguridad con la que se plantea los problemas, tal vez por eso está totalmente enamorado de esa jovencita, porque ella sabe sobrellevar un problema como lo es él.

Nat rodea el escritorio hasta sentarse sobre él y quedar de frente hacia James, quién solamente guarda silencio y sigue sus movimientos con la mirada. Esa mirada felina que la define le recorre el rostro hasta detenerse en sus labios. El cocaínomano corazón de James late desesperado en su pecho, algo que solo la joven pelirroja puede conseguir en él.

Así que sin muchos rodeos, es ella quién inicia todo. Estira uno de sus brazos para alcanzar a tirar de las solapas de su costoso saco, ansia un beso. Los labios de James desprenden un fuerte sabor a tabaco, es un sabor muy adictivo e incluso Natasha sabe admitir que se ha vuelto dependiente de ello.

James la toma de los glúteos para poder resbalarla y lograr que se siente sobre su regazo. Sabe que a ella le gusta jugar con su cordura, pero lo que ella no sabe es que él lleva más tiempo en el juego de lo que se podría imaginar.

Nat abre las piernas para poder acomodarse mejor sobre él, su vestido se sube hasta sus caderas. Las manos callosas del castaño suben por las piernas de la joven mientras sus labios comienzan a descender por su cuello. Es cuestión de segundos para que las manos ansiosas de la pelirroja comiencen a inquietarse y a menearse por todo el pecho de él.

Usar excusas para que James usará todo ese poder demandante con ella era la mejor idea que se le habría ocurrido. Ella ama la bestialidad con la que ese hombre la trata en ocasiones, ella no lo discute, y lo toma como una vitamina. Las manos que ha visto tantas veces tintadas de sangre la toman con fuerza, la sostienen y le dan seguridad para entregarse totalmente a él.

La relación que mantenían se basaba de pequeños detalles de amor sincero, donde entregaban todo de sí sin esperar nada a cambio. Donde compartían el mismo cigarrillo, la misma cama, el mismo oxígeno. Perdidos entre líneas blancas.

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