Epílogo

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5 años después.

-¡Mira mamá! –salta de atrás a adelante Sarada señalando con su dedito a una banda de pequeños patitos que nadaban en el lago. -¡Son cuack!

-Se llaman patos –murmura Sakura inclinándose junto a su hija, acariciando sus hombros- ¿Y cómo hacen? –pregunta, animando a la pequeña pelinegra a imitar el sonido.

-Cuack, cuack, cuack –canta mientras agita sus regordetes brazos doblados imitando a unas alas.

-Muy bien –felicita su papá, Rock Lee, que carga a la pequeña de apenas 2 años por arriba de sus hombros.

Sasuke aún recordaba cuando Sakura había llegado llena de lágrimas de felicidad, sollozando y agitándose con entusiasmo, gritándole que estaba embarazada.

-¡Himawari, ven a ver a los cuack! –llama, mirando expectante a la pelinegra que duerme en el regazo de Sasuke.

-Hima está dormida Sara, jugará contigo más tarde –murmura Naruto.

-Está bien –sonríe y como buena niña vuelve a distraerse, corriendo detrás de algunos pájaros que revolotean encima de su cabeza, Sakura y Rock Lee la siguen para evitar que se caiga.

Naruto se inclina hacia atrás, cruzando los brazos detrás de su cabeza y recostándose para tomar un poco de sol. Se queda ahí por varios minutos, con los ojos cerrados y la respiración lenta, Sasuke hubiera creído que estaba dormido si no fuera por las caricias que le estaba dando en su pierna.

El menor simplemente se mantiene entretenido admirándolo, le parece como si cada vez que lo viera encontrará algo diferente en él. La madurez le había asentado bien, sus rasgos... aunque siempre acomodados y bien pincelados se habían vuelto más duros, más varoniles. Había dejado atrás la época en donde debía mantenerse del bolsillo de su padre y su dinero.

Su mirada de pronto se dirige a su hija, a la hermosa Himawari Namikaze que duerme cuan princesa sobre sus piernas, sólo tenía un año y medio y su papi Naruto ya la sobreprotegía de cualquier hombre. Era divertido ver la cara de Naruto cuando Himawari iba a jugar con otros niños de su edad, se ponía tenso y celoso.

Como si tuviera miedo a que algún niñato le arrebatara a su bebé. No había sido tan cuidadoso con los gemelos, pero Sasuke se imaginaba que era porque Himawari era una niña.

Naruto a veces también parecía tener miedo de algo más, en ocasiones se acurrucaba a lado de su esposo y observaba con detenimiento cada parte de él, pensando que en cualquier instante Sasuke lo dejaría por su pasado engaño. Aún no comprendía que la época de la estafa ya no formaba parte de los pensamientos de su esposo, aunque él también tenía miedo a veces.

¿Cómo no tenerlo? Era un terror profundo de solo pensar en perder a ese hombre que tanto quería, miedo a que volviera a ser un mujeriego o un avaricioso.

Pero eso lo acompañaría durante un largo plazo de vida, no puedes desaparecer tus inseguridades tan deprisa como desearías. El amor llegaba siempre para llevarse esos malos pensamientos, tanto el cariño entre Naruto y él como el que sus hijos le proporcionaban era suficiente para sentirse afortunados y dejar de idear tonterías.

Sasuke siempre recurría al consejo de sus padres, esa corta frase que pareció un poco fuera de lugar cuando la dijeron hace ya bastante años, pero que ahora caía perfecto para describir su relación.

"Que aquella persona perfecta no es la que llega a tu vida y deja todo en calma y paz. Al contrario, es quién viene a hacerte cuestionar las cosas, en ocasiones hasta cuestionarte a ti mismo y en todo en lo que creíste alguna vez, que llega a cambiar tu mundo, que marca un antes y un después en tu vida." Tal como aquella noche en que ambos se dieron cuenta de que su rutina sin el otro sería un verdadero fracaso.

EL FARSANTE -NARUSASU-Where stories live. Discover now