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Decir que Polly se sentía como si millones de camiones la hubiesen aplastado uno tras otro hasta dejarla completamente en la mierda era poco. Porque peor que haber llorado toda la noche sin poder pegar un ojo aún cuando su cabeza suplicaba una pausa y un descanso necesario, era tener una pequeña resaca consecuencia de todo lo bebido la noche anterior y que el bendito periodo le haya llegado para completar el magnífico combo.


Quería morirse en ese momento.

Eran casi la 1 de la tarde cuando se despertó luego de haber dormido solo 4 horas y la única vez que se había levantando de su cama fue para ir al baño por una toalla sanitaria y a la cocina por agua, una pastilla para el dolor de cabeza y vientre y una manzana para llenar el vacío de su estómago. Porque tampoco tenía hambre, o la verdad es que sí pero su estómago revuelto no recibía nada, solo sentía náuseas vacías.

Polaris deseaba permanecer todo el día acostada sintiéndose miserable y tal vez lanzarse del edificio de veinte pisos que quedaba al final de su calle.

Arropada hasta el cuello y con su laptop a un lado viendo alguna serie que realmente no le estaba prestando mucha atención, escuchó unas llaves y la puerta de su departamento abrirse. Y tal vez hubiese sentido pánico si no supiese que era Louis que le había escrito hace una hora para saber cómo estaba y que iría a visitarla. Cuando él escuchó el tono de voz bajo, cansado y desanimado de Polly seguido de contarle de su miserable estado, supo que tenía que llevarle algo para almorzar porque ella en ningún millón de años se alimentaría sintiéndose así.

Por eso y muchas cosas más, Louis era el mejor amigo del mundo, siempre atento y al pendiente de Polaris. Porque la conocía y sabía las recaídas que tenía de vez en cuando. Esa era la razón por la cual el ojiazul tenía una llave de su casa, cuando habían estos momentos que ella no podía levantarse ni mover un dedo y él venía a auxiliarla siempre que pudiese.

A veces realmente le preocupaba ella y tenía sus razones para estarlo. Temía que algo como lo que sucedió hace unos años volviese a pasar y él fuese incapaz de entrar a su casa como aquella vez que por cosas del destino Louis quiso visitarla sin avisar. Y menos mal que lo hizo.

La teñida escuchó unos pasos resonar en el suelo y el sonido de unas bolsas, Louis entonces apareció en su habitación con una pequeña sonrisa de lado, una que se convirtió en una mueca al verla como un zombie viviente envuelta en sus cobijas luciendo como si fuese un burrito.

"Luces horrible."

"Gracias, Tomlinson." Polly murmuró rodando los ojos e incluso aquella acción provocó un sutil dolor en sus orbes y cabeza. El olor a comida llenó su habitación y se fijó entonces en las bolsas que traía su amigo.

"Traje sopa, me dijiste que tú estómago no toleraba nada en estos momentos pero sopa es la solución a tu miseria." Se sentó en la cama y Polly a duras penas se movió y se hizo a un lado para darle más espacio al castaño. Él se quitó sus Vans negras y subió los pies, se acomodó en el colchón, echándose hacia atrás hasta dejar reposando su espalda en la pared.

"Huele bien." Polly sonrió levemente y dejando la laptop a un lado se sentó en su lugar, restregando sus ojos que picaban por la falta de sueño. Louis le tendió un envase de plástico con cuidado, dónde una sopa de pollo y verduras desprendía humo caliente "Gracias, Lou, de verdad."

"Tranquila, no es la primera vez que te salvo la vida." Sonrió divertido y Polly se rió levemente ante eso.

"Cierto, te amo por eso. ¿Ya tú comiste?" Preguntó, removiendo la sopa con la cuchara y soplando porque estaba muy caliente, hasta que finalmente la probó y ya podía percibir como aquello definitivamente le iba a ayudar a sentirse mejor.

polaris [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora