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Cuando Polly escuchó su teléfono vibrar en el suelo por cuarta vez, abrió los ojos somnolienta y estiró su mano para buscar su aparato. Desde hace un buen rato lo había sentido vibrar pero su pesado sueño le impidió despertarse por completo. Atendió sin mirar el remitente y se dió vuelta observando al techo mientras restregaba sus ojos y se acostumbraba a la fuerte luz del día.

"¿Si?" Contestó con voz ronca y soltando un pequeño bostezo.

"¡Polly, mujer, al fin contestas!"

"¿Diego?" La de ojos miel frunció el ceño al reconocer la voz cantarina y glamusora de su compañero de trabajo.

"Te he estado llamando desde las 7:30, tienes que venir a la tienda ¡YA! Reunión de última hora con el jefe. ¿Terminaste los diseños, cierto?" Su compañero sonaba agitado y estresado, de fondo podía escucharse los autos, las bocinas y el bullicio de New York.

"Sí, ayer por la noche. Pensé en enviárselos mañana."

"No no, cambio de planes, cariño, el jefe necesita reunirse con todo el equipo hoy y ver los diseños. ¡Apresúrate! "

"Pero...¿A qué hora es la reunión?" Polly seguía somnolienta, alejando su teléfono un momento para ver que eran las 8:45 AM.

"¡A las 9:30!" Chilló Diego, haciendo que la muchacha se levantara como un resorte hacia el baño.

"Mierda, mierda, ¡ya voy!"

"Mueve tu trasero, nos vemos."

Polaris lavó su rostro y cepilló sus dientes a la velocidad de la luz, darse un baño no era una opción porque tardaría demasiado. Lo bueno es que se había duchado la noche anterior antes de dormir. Abrió su armario y tomó lo primero y más presentable que encontró, una falda alta de mezclilla por el muslo y un corto suéter blanco de tela tejida y fina con pequeñas cerezas en toda la prenda. Justo cuando estaba por buscar unos zapatos, el timbre de su departamento sonó.

Polly detuvo su búsqueda apurada, confusa de quién podría ser trotó hasta la puerta descalza. Para su sorpresa, su nuevo vecino estaba frente a ella con sus rizos sueltos, una franela básica negra y unos ajustados pantalones blancos que moldeaban sus largas y delgadas piernas de modelo.

"Hey, Harry." Saludó sosteniendo la puerta y posando sus ojos en los verdes brillantes del chico.

"Buen día, Polly." Sonrió, dándole también una rápida mirada a la teñida y riendo internamente al ver sus pies descalzos. Por su lindo atuendo supo que seguramente estaba de salida "Disculpa la molestia, ahm, necesito un pequeño favor." Echó sus rizos hacia atrás algo apenado.

"Descuida, ¿Qué es?" Inquirió ladeando la cabeza, curiosa de que podría ser pero también algo ansiosa debido a lo apurada que estaba.

"¿De casualidad tendrás una plancha de ropa que me prestes? Uh, no ocupo una y voy de salida dentro de un rato con Maddie, toda nuestra ropa está arrugada por la mudanza." Harry rascó su cuello haciendo una pequeña mueca, con esperanza de que su vecina pueda socorrerla.

"¡Sí! Espera aquí." Polly corrió nuevamente a su habitación y buscó en uno de los estantes de su armario su plancha de ropa arrinconada entre sus cosas. Regresó a la puerta y se la tendió al chico, quien embozó una sonrisa agradecida y aliviada.

"Muchísimas gracias, de verdad. Te la regresaré en un momento." Polly sonrió con labios apretados y se tomó su momento para apreciar su lenta voz y su precioso acento.

"No te preocupes, me la devuelves en la tarde. Voy saliendo ya y ando algo apurada."

"Oh, de acuerdo, lo siento. Mil gracias otra vez."

polaris [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora