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Todos hemos tenido esos días que comienzan de maravilla, que el sol brilla de una manera espectacular en un cielo completamente azul y perfecto, el clima estando en su punto ideal, desayunando lo que más nos gusta y saliendo de casa con una sonrisa y sintiendo que el día será grandioso.

Así había comenzado la mañana de Polly, sintiéndose sorprendentemente de un buen humor que incluso se había vestido con ropa coloridas cuando normalmente sus conjuntos consistían en negro, blanco y rojo oscuro. Había hecho ejercicio temprano, desayunado tocino con huevos revueltos y tostadas con aguacate (le envío una foto a Louis de eso y él le dijo que ya no podían ser amigos porque sí, Louis odiaba el aguacate y eso que jamás lo había probado), después se había dado una refrescante ducha y tiempo más tarde había salido de su departamento escuchando su playlist favorito. Caminó unas cuadras hasta una de sus cafeterías preferidas en la zona, pidió un capuchino mediano y donas para llevar, tomó el metro y llegó hasta su trabajo en Soho.

Saludó a sus compañeros y se encontró con Diego en una de las oficinas del personal, quien le bombardeó de todos los chismes y acontecimientos recientes en su vida. Naturalmente el rubio le preguntó por Harry pero Polaris le regaló una dona de Nutella y glaseado con tal de que cambiara el tema y no le preguntara sobre su precioso vecino.

Ambos estaban discutiendo e intercambiando animadamente ideas sobre los diseños para los gráficos de las futuras prendas de ropa de la tienda, Diego halagando la gran creatividad y talento de Polly, cuando su jefe llegó y entonces fue que el día de Polaris comenzó a arruinarse. Y no por la presencia de su jefe y dueño de la tienda, sino por la gran discusión que tuvieron al rato.

Polly, en cuanto a su profesión, no era de las personas que dejaba que las opiniones de los demás le afectará cuando confíaba en su talento y creatividad, pero las cosas que le había dicho ese tipo realmente le hirieron, le molestaron y básicamente había salido de la tienda habiéndole dejado en claro que renunciaba.

Y lo hizo porque había sido la gota que faltaba para derramar el vaso, desde que comenzó a trabajar ahí como parte del equipo de diseño, su jefe nunca había estado de acuerdo con sus ideas y propuestas, Polly siempre terminaba haciendo lo que él quería y no aceptaba o tomaba en cuenta que sus diseños eran realmente buenos, originales y podrían traer más ventas en la tienda. Él siempre le decía que eran muy exagerados, demasiado raros, muy emos para su gusto o esto se vería mejor así cuando realmente no lo hacía, y aunque sus compañeros opinaban igual que ella, se tenían que quedar callados.

Y Polly amaba diseñar ropa, había trabajado con merchandising de varias bandas porque era algo conocida en el mercado y todos sabían que sus diseños eran muy buenos, pero cuando este tipo trataba así su trabajo o despreciaba sus ideas, le hacía sentir un poco ofendida y desganada.

Así que, cuando él esa tarde pasó a supervisar el trabajo, ocurrió lo mismo de siempre. "No me gusta eso, cambia el tipo de letra, quita eso, esos colores no combinan, nadie comprará el suéter con ese diseño, somos una tienda urbana clásica no vendemos ropa con esos diseños emos y góticos raros que pretendes hacer, etc." Polaris no aguantó más y una palabra llevó a la otra, de pronto eran insultos y voz alzada, su jefe haciéndola sentir inferior y Polly diciéndole que si quería vender ropa mediocre copiada de otras tiendas que lo hiciera él mismo porque ella ya estaba cansada y no iba a perder el tiempo trabajando para alguien poco original cuando podía ella misma crear su tienda. Sus compañeros la aplaudieron, Diego se sintió orgulloso y la apoyó. La cara de su jefe fue un poema, de enfado e humillación.

polaris [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora