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Polly sabía que eran las 10 AM cuando abrió los ojos y fijó su vista parpadeante en la ventana de su habitación, siguiendo con la mirada el camino de fuerte luz que emitía el día y se detuvo en su edredón blanco y el suelo, este reflejando colores irisdecentes a causa del efecto óptico que generaba. Su ventana tenía un papel transparente y holográfico que la teñida había pegado hace un tiempo atrás y causaba aquellos colores del arcoiris con la luz que se colaba frente a el vidrio justo a esa hora
en específico.

Le encantaba. Adoraba ver el efecto visual que creaba la luz, estirar su mano y observar la irisdecencia sobre su piel, llenándola de colores aunque sea por un momento, pretendiendo que no siempre será oscuridad. Lo que más anhelaba era sentir por dentro colores amarillos y no siempre negro.

Lo que Polly aún no se daba cuenta era que sin importar el color que reflejara en determinado momento, ella siempre brillaría, siempre sería luz.

Pero mañanas como esas, cuando se despertaba con el sueño de ellos, cuando su mirada perdida recordaba haberlos visto y escuchado mientras dormía, no sentía más que colores grises opacando aquél hermoso efecto irisdecente que alumbraba en su habitación.

No sabía si era un privilegio o una maldición que se hicieran presentes en sus sueños, poder recordar el sonido de sus voces después de tanto tiempo. Pero sin duda su pulso alto, el sudor frío en su cuerpo, la picazón en sus ojos, la respiración acelerada y pesada, junto con el dolor en su pecho, no hacía más que hacerla sentir frustación, tristeza, ira, ansiedad, culpa... Y entonces deseaba que no aparecieran en sus sueños, porque dolía, realmente dolía.

Los extrañaba, cada jodido día, cada momento que recordaba que su hermano mayor y su mejor amiga, dos de las personas más importantes en su vida, ya no estaban. Y la culpa y el remordimiento nunca se iban, ella siempre se iba a sentir culpable.

Entonces su cuerpo lo exigía, Polly necesitaba uno de sus vicios para poder calmarse y parar de recordar esos miserables y horribles días. Uno de sus peores hábitos en los últimos años ha sido refugiarse en el cannabis y a veces el alcohol. Pero casi todo el tiempo su organismo dependía de un blunt o un porro en la mañana para comenzar el día y en la noche para lograr dormir. Ya estaba tan acostumbrada que ni le afectaba tanto, solo relajaba su mente y su cuerpo. La hacía sentir mejor.

Se levantó restregándose los ojos pesados y lagañosos, deteniéndose en su mesa llena de papeles y objetos para tomar su cajetilla.

"No me jodas..." Masculló echando la cabeza hacia atrás y lanzando con rudeza la caja vacía de vuelta a la mesa. Había olvidado por completo comprar el día anterior y el último lo había consumido anoche.

Si no fuese tan urgente el deseo de despejar su mente, no estuviese yendo a lavar sus dientes y colocándose ropa deportiva para salir a comprar a la tienda de tabaquería más cercana una cajetilla nueva. Aunque no quisiera admitirlo sabía que habían mejores maneras de calmar su cabeza pero para Polly solo existía aquella, fumar y escuchar sus canciones favoritas en el proceso.

No podía ni imaginar el dolor o el enfado que sentiría su mamá al saber a las cosas que recurría para calmar sus demonios y angustiantes pensamientos. Pero ella no sabía nada, cuando hablaban por teléfono y Bonnie preguntaba cómo se sentía sobre aquello, Polaris aseguraba estar bien y sobrellevándolo. Era mejor mentir através del teléfono, porque sabía que en persona su madre estudiaría su rostro y se daría cuenta de que no era así. Aunque tuviese sus miles de secretos, era su mamá después de todo y la conocía. Y lo menos que quería era preocuparla con su mierda.

[•••]

Al regresar, no perdió tiempo en hacerse un café, colocar una de sus canciones favoritas en el reproductor de sonido, agarrar un encendedor y caminar hasta el pequeño balcón que había en la sala junto a una de las ventanas. La vista daba hacia la calle de su edificio, los apartamentos vecinos y los otros balcones. Podía ver a las personas comenzar su día Jueves, paseando a sus mascotas o los taxis dar vueltas por las cuadras. Pero todo el mundo ajeno a la vida de los demás, en su propia burbuja. Así era New York, una ciudad llena de millones de individuos y cada quién en sus propios mundos.

polaris [h.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora