CAPÍTULO XIX

139 28 7
                                    

¿Por qué el profesor siempre me encontraba? Christoph tomó mi mano con fuerza, con muchísima fuerza, tanta que me dolió, sin embargo yo no me quejé ni hice nada por apartarme.

Increíble que aquel hombre de rostro aristocrático con mirada malvada fuese el mismo chico que en el 94 tenía el cabello teñido de rojo y me ofreció ayuda.

— Yo te conozco... — dijo Christoph al profesor Schmidt.

Él asintió sin quitarnos los ojos de encima. Señaló nuestras manos e hizo una mueca.

— Ésto es algo que jamás debió suceder, Rose. Te lo advertí, pero aún estás a tiempo para evitar las consecuencias.

Mi corazón latía tan fuerte que por un momento pensé que me saltaría fuera del pecho. Frío sudor se congregó en mi frente, quise hablar, pero no pude. Por más que sintiera algo por Christoph, no podía ser tan egoísta y quedarme con él. Él merecía el éxito y a su hermosa familia.

— ¿Cuáles consecuencias? —Schneider me preguntó en un susurro.

La sangre subió hasta mis mejillas, coloreándolas y haciéndolas arder. Los ojos comenzaron a picarme. No quería terminar con el «nosotros».

— Lo perderás todo si estás conmigo — respondí —. No podemos estar juntos.

— Entonces lo pierdo todo — replicó en voz alta —. No me importa el éxito — la firmeza de sus palabras me sorprendió como también sorprendió al profesor.

— ¿En serio abandonarás tu sueños, tu dinero, tu esposa, tus hijos por ella? Apenas la conoces — Schmidt sonrió, incrédulo —. Mírala, es una artista mediocre.

Christoph se acercó a mi oreja y dijo:

— Corre.

Salió disparado, arrastrándome consigo. Aquello no hizo más que conmoverme. No podía ser cierto. No podía ser cierto que él lo arriesgara todo por mí, todo por una artista mediocre...

Nos detuvimos en un parque cercano. Jadeante, tomó mi rostro entre sus manos y besó mi frente.

— En serio abandonaré todo por ti — dijo con los labios aún acariciando mi piel —. Me enamoré de ti desde el primer momento en que cruzamos miradas, fue como encontrar algo que no sabía que necesitaba. Todos estos años la pasé anhelándote y al fin que regresas... No quiero que esto termine.

No voy a mentir, aquello fue lindo de escuchar, fue como tal y como en las películas ambos protagonistas renunciaban incluso hasta a sus propias vidas con tal de permanecer juntos, pero esto no eran las películas. Era la vida real. Podía sentir grandes cosas por él, desearlo con todo mi ser, pero no era capaz de permitirle caer por mi culpa. Apenas me conocía, yo sólo era un recuerdo del pasado para él. Estaba enamorado de la loca del metro, pero... ¿Cuándo la magia pase?

Con el mayor pesar, me mostré reacia a sus palabras. Esto iba a doler de puta madre, no estaba preparada para dejarle ir. Lo quería para mí sola, pero como dice el dicho: si amas algo, déjalo ir.

— No. Christoph, tienes que regresar — repuse —. Yo no valgo la pena. Te vas a arrepentir de todo esto, el profesor me dijo lo que podría pasarte y no, no.

— No me importa perder la fama, Rose — respondió, esbozando una sonrisa —. Ya sé lo que se siente y no es la gran cosa, en cambio, ¿esto? No quiero que termine.

— ¡No, no, no! Apenas me conoces. ¡Nos hemos visto dos veces, por el amor de dios! ¡Ya no eres un adolescente, no puedes estar enamorado de mí! — le di un empujón, queriendo hacerlo recapacitar —. ¡Además, piensa en los demás!

— Ya no nos llevamos tan bien, Richard últimamente se ha comportado como... —le interrumpí.

— Las cosas se van a arreglar, seguirán haciendo música juntos y seguirán tan exitosos como siempre.

De pronto, sus manos rodearon mis muñecas. Pude ver la desesperación en sus hermosos ojos azules.

— ¿Qué no ves que pasé siete años pensando en ti? Sufrí por ti, te extrañé. Me dejaste como a un idiota no sólo una vez, sino dos, ¡dos malditas veces! No permitiré que esto se acabe, me importa una mierda lo que pase.

— ¿Y tu familia? ¿Y tu esposa? ¡Piensa, maldita sea! — exclamé.

— No les conozco, Rose... En cambio a ti, a ti sí.

— ¡No, es que esto no puede ser! Actué como estúpida, no debí buscarte, no debí insistir contigo. Maldita sea, eso me gano por no pensar. Esto está mal.

— Estamos destinados a estar juntos, Rose. Dime entonces porqué siempre nos escontramos, dime porqué siempre que viajas tú vienes a mí y yo siempre voy a ti. Esto no puede ser una coincidencia. Es una mierda cursi, pero sí, estamos destinados.

Le miré a los ojos, moviendo la cabeza de lado a lado repetidamente.

— No quiero que sufras — dije.

— Entonces quedémonos juntos.

— Todo tu éxito, todo lo que tienes que darle al mundo... Tus fans te necesitan.

No contestó.

Pensé que había recapacitado, pero su siguiente respuesta sí que me sorprendió:

—... Regresaré al 2001, pero tú irás a buscarme al 94. No te preocupes por mis sentimientos, seguramente, caeré por ti igual. Evita que forme la banda, sácame de la música, quítame el éxito y la fama y quédate conmigo. Así no habrá qué perder.

Era una locura.

— Entonces tú...

— Dejaría de ser lo que soy, pero por ti está bien.

En aquel momento me quedé sin palabras. ¿Estaba enamorada de él o de su personaje famoso? Me pregunté. ¿Le querría aún siendo él nadie? Tantas dudas empezaron a quemarme el cerebro.

— No — solté —. No lo haré. No desperdiciarás tu talento, no declinarás lo que la vida te ha dado, no joderás el sueño de otros ni tampoco dejarás a un lado a las personas que creen en Rammstein. Me niego.

— Te lo ruego.

— Pues no lo hagas — comencé a llorar —. Buscarte sabiendo las consecuencias fue una irresponsabilidad de mi parte. Fui egoísta. Jamás debí seguir con esta mierda de viajes del tiempo. ¡Es que escúchame, es una mamada!

— Pues ahora yo me niego a irme.

— ¿Qué mierda dices?

Nuestra discusión fue interrumpida por el tono de mi celular. Al principio no iba a atender, pero al mirar la pantalla, sentí otro peso en la espalda. Era el Doom del 2019.

Christoph se percató de esto, los ojos se le iluminaron:

— ¿Ves? Nos pertenecemos. Contesta.

No lo hice.

— No vamos a joder una familia. Ellos te aman — finalicé.

— Hay que regresar al 2001, Schneider — el profesor Schmidt le tocó el hombro — y tú, Rose, me ayudarás a remediar este cagadero.

— No — contestó Christoph —. No me iré a ningún lado si no es con ella.


TRAUM [ Christoph Schneider ]Where stories live. Discover now