CAPÍTULO XVII

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Experimenté una sensación extraña en el estómago.

Se estaba filmando Ich Will, había una muchedumbre agasajándolos. Cada uno sonreía y se dejaba hacer; todos tenían esa pinta de malotes; el Christoph de Ich Will siempre hizo que mi yo de la adolescencia se derritiera y, ahora también a pesar de estar tan lejos y apenas distinguirle...

Me cepillé el cabello con los dedos y me sacudí el polvo del trasero. Tenía que acercarme a él. Quería acercarme a él y quería besarlo, no iba a desaprovechar esa maldita oportunidad. Comencé a correr en dirección a los extras del vídeo – que lastimosamente eran fanáticos de Rammstein – y al yo acercarme, no me permitieron colarme en ningún instante.

Había tantísima gente que comenzaba a marearme. El calor que emanaba de los cuerpos, los gritos eufóricos, el sonido de las hélices del helicoptero... Mi desesperación por llegar a Christoph. Empezaba a faltarme la respiración.

— ¡Corte!

Exclamaron a través de un megáfono. Aquello fue mi salvación.

— ¡Los fanáticos que quieran un autógrafo por favor hagan una fila!

Muchas personas acataron las órdenes, pero otras no, ¿y yo? Yo era de las que no. Ignoré las indicaciones para correr hacia donde se encontraba Christoph y la banda aguardando por los admiradores. Escuché que me llamaban, también que había personal tratando de alcanzarme. Ignoré a cada uno de esos idiotas. No me quitarán la oportunidad de encontrarme una vez más con el hombre de mis sueños, pensé.

— ¡Hey, sigue la fila! — me gritó un sujeto.

Yo le respondí con una seña ofensiva.

— ¡Jódanse todos, este es mi maldito momento! — solté.

No me di cuenta del alboroto hasta que miré atrás. Había dos guardias de seguridad intentando capturarme y la mujer del megáfono. Oh. El resto de fans me insultaba, pero no se movían porque unos sujetos les contenían.

— ¡Deténgase!

Miré de nuevo hacía adelante, encontrándome con el rostro de Schneider. Se veía tan perfecto así. Él esbozó una sonrisa ante tal espectáculo, no sé si sus compañeros de banda también lo estaban haciendo, pero poco me importaban ellos.

Alguien me sujetó por detrás y me alzó del suelo. Después de todo, yo no era invencible. Miré de nuevo a Christoph y comencé a patalear.

— ¡Christoph! — grité con todas mis fuerzas, el idiota que me sostenía me apretó tanto que me dolió —. ¡Christoph, soy yo!

Christoph soltó una carcajada y caminó hacia las barandillas que nos separaban para observarme.

— ¡Christoph, soy yo! — repetí.

Lo vi palidecer. La sonrisa se le borró y vi una luz encenderse en sus preciosos ojos. Movió negativamente la cabeza, incrédulo.

— ¡Soy Rose! — insistí con una mirada inquisitiva.

Él vio al elemento de seguridad y luego a mí. Con una seña indicó al hombre que me soltara. Yo caí de pie, recuperando el aire.

— ¿Qué haces aquí? — inclinó la mitad del cuerpo sobre la barandilla.

— ¿No estás feliz de verme? — pregunté, acercándome con timidez.

Examinó mi rostro, cerciorándose bien de que la escena no estuviese sólo en su cabeza. Su mirada se detuvo en el lunar de mi mejilla derecha y sonrió con verdadera alegría.

— No me digas que después de este emocionante encuentro te vas a desaparecer — dijo, riendo.

— Me encanta tu cabello así — repliqué, sonriendo.


La filmación terminó después de un montón de tiempo, pero casi ni lo sentí por la magia de los viajes en el tiempo. Esperé en uno de las camionetas de la producción; ninguno de ellos me hablaba porque yo les había resultado una piedra en el zapato. Retrasé todo por hacer una escena junto a Christoph Schneider... ¿Y valió la pena? Claro que sí.

Las manos me temblaban. Estaba muy nerviosa por este encuentro, por el Christoph que me gritó que ya no le buscara y por si el profesor Schmidt me descubría y me sacaba de este grandioso sueño. Cerré los ojos, pidiéndole al universo que me permitiera disfrutar.

— Rose — me llamó. Ya no usaba el trabajo, ni el maquillaje ni aquel icónico pupilente.

— Christoph — dije en un susurro y salí del vehículo, quedándome frente a frente con él.

Ya no se veía tan contento como cuando me vio hace rato, de hecho, se veía molesto. Mierda, se suponía que llevábamos cinco años sin vernos.

— Necesito una explicación— me puso ambas manos sobre los hombros —, pero que sea creíble. No puedes estar apareciéndote de la nada esperando a que yo te reciba con los brazos abiertos, así no funciona. Siento que sólo juegas conmigo.

Le miré a los ojos, incapaz de contarle la verdad.

— No me lo vas a creer — repliqué.

Entonces su expresión se endureció y la carne se le tensó. Me quitó las manos de encima y con falsa frialdad me dijo:

— Entonces si te vuelves a ir, no te tomes la molestia de buscarme.

— Pensarás que estoy loca...

Examinó mi rostro, seguramente buscando un rastro de envejecimiento o algo.

— ¿Qué tan malo puede ser? — preguntó, inquisitivo.

No quería perderlo. Tomé una bocanada de aire, comencé a temblar y antes de hablar decidí acunar su rostro entre mis manos, lo acerqué a mí y le di un casto beso. Cuando me separé no dijo nada porque me dio otro beso igual de pequeño y ahí fue que me rompí porque no quería que me creyese una verdadera loca y porque no quería hacer un cagadero como me lo advirtió el maestro Schmidt; no quería que fracasara, no quería que se volviera un adicto, no quería que muriera por una mierda de continuidad temporal. Le sujeté las manos con fuerza y asentí, se lo iba a decir y no sólo eso, se lo iba a mostrar.

— Bien — lágrimas cayeron por mis mejillas —, pero no te asustes. Por favor.

TRAUM [ Christoph Schneider ]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang