CAPÍTULO IV

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A pesar del cansancio, no pude dormir. ¿Y si ya no podía regresar al presente? Carajo, ¿qué iba a hacer? Christoph fue muy bueno al dejarme dormir en su habitación, ¿cómo le iba a agradecer? Ni siquiera tenía dinero válido. Miré la luna a través de la ventana, vaya noche de mierda.

— Bueno, conocí a tres integrantes de Rammstein — me dije en voz baja. No me tranquilizó, esa etapa de amor hacia ellos ya fue superada desde hace mucho tiempo; se fue cuando la universidad comenzó a desilusionarme. Al menos algo interesante estaba pasando, algo que al contar nadie me creería...

Pasé la noche con los ojos bien abiertos y tampoco me pude mantener acostada en una cama que no era mía. Empecé a fisgonear por el cuarto; abrí cajones, miré debajo de la cama, revisé el armario y lo más interesante que encontré fue un par de pequeños shorts rojos. Cuando el sol se asomó, yo no esperé más, tomé mis cosas y me dispuse a salir a toda prisa del apartamento.

«Por favor, por favor, por favor que pueda regresar» repetía en mi cabeza.

Mientras buscaba algo entre mi bolso, choqué con alguien y sentí como un líquido muy caliente me quemaba el abdomen. Solté una maldición, pero no hubo tiempo para quejarse, tenía que regresar al verdadero Berlín.

— ¡Gracias por dejarme dormir aquí! — exclamé, cerrando la puerta de un golpe.

— ¡Oye, espera! — era Schneider desde el marco de la puerta —. ¡Dime si no te quemé!

Lo ignoré. Las puertas del viejo elevador se cerraron, dejándolo hablando solo. Pude ver que sólo usaba los calzoncillos, así que me llevé una última buena imagen.



Caminé, caminé y caminé hasta que la fresca brisa de la ciudad me golpeó, sentí el ardor debido a la quemadura, sin embargo, no me importó. Estuve andando por más de una hora cuando distinguí a lo lejos el campus de la universidad, entonces sentí el cansancio. Frío sudor corría por mi frente. Me apresuré. Troté. Corrí. Aún no había entudiantes cuando llegué al área donde me desmayé.

— Fue interesante, pero, universo, es hora de que me dejes regresar — dije en voz alta —. ¿Por favor?

Cerré los ojos, esperando ver los colores y las figuras extrañas, pero no pasó nada. Me dejé caer al suelo y tampoco funcionó, es más, el rocío terminó por mojarme el trasero. Lancé un pesado suspiro.

— Tengo que regresar, ¡por favor! — me abracé las rodillas, meciéndome sobre el césped —. Dios, si existes, por favor ayúdame. Prometo que iré a misa todos los domingos y que dejaré de hacer chistes sobre tu hijo.

Mis súplicas no fueron escuchadas, ya que intenté unas cuatro veces el mismo método de la caída y no funcionó.

— ¡Bien, tú te lo ganaste, Dios! — grité al cielo —. ¡Has perdido una posible devota!

Sentí un picor en los ojos, no, no iba a llorar.

— ¡Ay, ya cállate maldita loca! — me gritaron desde unos arbustos.

— ¿Quién anda ahí? — pregunté con un hilo de voz.

— Dios — contestaron.

— ¿Dios..? — a ese punto pensé en la posibilidad de que de verdad fuera aquel ser omnipotente, con eso de que las cosas no estaban muy lógicas.

De entre el arbusto vi salir a un hombre y lo reconocí. ¿Qué hacía ahí? Era un misterio.

Paul Landers se sacudió los pantalones, se prendió un cigarro y me miró de pies a cabeza, frunciendo el ceño. Bien, esto se tornaba cada vez más raro.

— ¿Reprobaste o algo?

Negué con la cabeza.

— ¿Qué me viste haciendo? — pregunté, avergonzada.

Él sonrió.

— No te vi, sólo te escuché — recalcó, ofreciéndome una calada. Yo acepté.

— Oh.

— ¿Reprobaste? — insistió.

— No, no reprobé. Sólo que... Ayer pasaron cosas y quiero que sea un sueño, pero no puedo despertar y conocí a estos tipos que tú también conoces y... — cerré la boca.

Paul me miró, extrañado.

— ¿Nos conocemos?

— No, bueno, tú no a mí, pero yo a ti sí.

— Mierda. ¿De dónde?

— Eh... ¿Qué es eso que está allá? — apunté hacia la nada —. ¿Es un lobo? — como en los programas estúpidos, él se la creyó y yo tuve tiempo para irme, pero choqué con alguien y para mi suerte era Christoph Schneider. Bien, bien, el universo me quería ahí.

— Rose — dijo —. ¿Paul? — miró a su amigo, sorprendido.

— Esto es perfectamente explicable... — empecé, pero fui interrumpida por Landers.

— Sí, yo ayer quizá tomé un poco, quizá consumí algo de estupefacientes, quizá me perdí y me dormí dentro de un arbusto — luego me apuntó a mí —. Y ella, ¿la conoces? Porque me la encontré gritándole a dios y haciendo cosas muy raras justo donde estás parado.

Christoph miró a sus pies, después a mí, después a sus pies y después de nuevo a mí. Estaba cada vez más confundido, se le notaba.

— ¿Estás segura de que estás bien? Y ahora no nada más te lo pregunto por tu cabeza, sino por la quemadura de café y... Toda tú.

— Si te lo contara, creerás que estoy loca — claro, ayer en la mañana estaba en 2019 y ahora estoy en 1994, algo súper casual, en serio.

— No lo creo. Estoy seguro de que lo estás — replicó él y sentí una ternura inigualable porque esbozó una adorable sonrisa.







TRAUM [ Christoph Schneider ]Where stories live. Discover now