CAPÍTULO XIV

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Conforme él iba acercando su boca a la mía, el tiempo pareció ir en cámara lenta. No sabía si dejar que las cosas pasaran o – como siempre lo hago – huir. Sinceramente, me sentí algo desilusionada; quería besar a Christoph, en serio, pero no tan rápido. Quería más tensión, ¡quería sentirme desesperada por besarlo! Pero entonces recordé la fotografía y esa mujer abrazándolo. Se veían muy felices. ¿Y si estaban juntos? Mierda, me convertiría en una romperrelaciones. A pocos milímetros de besarme, giré la cabeza y sus labios aterrizaron sobre mi mejilla.

— ¿Rose? — me habló, confundido —. ¿Qué..?

— ¿Quién es? — apunté la fotografía que estaba boca abajo.

Se le tensó la mandíbula y desvió la mirada.

— Mi novia — respondió, avergonzado.

— Ay. Carajo — solté, pasándome las manos por el cabello —. ¿Cuánto llevan juntos?

— Como tres meses, pero no es nada serio.

— ¿Nada serio? — me puse de pie. Comprendía las relaciones abiertas, pero, ¿y si no era verdad? Que mal eso de que llegue alguien del futuro y te quite a tu hombre.

— Cuando me acerqué a ti la noche que estabas tendida sobre el suelo del metro y alzaste la mirada, yo... — se puso de pie, mas no se acercó. Su mirada se oscureció y rápidamente desvió la mirada, como si le costase lo que me iba a decir. ¿En serio? ¿En serio que a Christoph Schneider le costaba admitir algo por mí? —. No sé qué fue, Rose, pero sentí como si hubiese encontrado algo que no sabía que buscaba. Cuando saliste corriendo del ensayo y desapareciste me preocupé mucho por ti y estuve contando los días para verte de nuevo.

— Eso suena muy falso — murmuré. Oh. Sí. Mis comentarios estúpidos.

— Dos años y veinticinco días estuve esperando porque sabía que íbamos a encontrarnos de nuevo, sólo que no sabía cuándo.

— No te puedo creer, Christoph — me tomé del cabello y di media vuelta, no quería verlo porque sabía que terminaría diciendo lo del viaje en el tiempo y que me encontré con él del futuro —. No te puedo creer, es que todo es tan rápido. Si hubieses esperado una semana, tal vez sí creería que sientes algo, pero eres famoso, eres de talla mundial, eres prácticamente imposible.

Sentí sus manos aterrizar sobre mis hombros. Lo último que le dije le confundió.

— ¿Qué dijiste?

La cagué, como siempre.

— No puedo besar a alguien que está en una relación. No digo que soy la persona más buena del mundo, pero el remordimiento siempre me llega y... — dije, titubeando.

— Siempre dices cosas tan raras, Rose — me dio la vuelta, recibiéndome con una pequeña y suave sonrisa —. En serio harás que crea que estás loca.

— No estoy loca, pero no puedo decirte lo que está pasando — repliqué, con un nudo en la garganta.

— ¿Terminarás desapareciéndote de nuevo?

Sé que aquello lo dijo para romper la tensión en el ambiente, pero mi silencio le dijo mucho y su sonrisa se borró. Yo no sabía si regresaría al presente o no. ¿Y si él profesor Schmidt venía por mí? ¿Y si mi familia se preocupaba por mí desapareción? ¿Y si las excusas de mi ausencia dejan de ser convincentes?

— Si el destino es tan incierto, al menos permíteme besarte — finalizó Schneider.

Me rendí. Si hice todo esto fue para ver a Christoph; si salté de un puente a un río casi congelado fue para verlo; si estoy arriesgando el futuro fue sólo para verlo a él. Qué mierda. Tal vez suene egoísta, pero no me importa, VOY A BESAR A CHRISTOPH SCHNEIDER Y NADIE PODRÁ IMPEDIRLO.

Tomé su rostro entre mis manos y lo acerqué a mí, pero cuando nuestras bocas se juntaron, una energía me abrazó, perdí el control de mi cuerpo y comencé a caer.



— Despierta, niña — era el profesor de fotografía experimental y parecía muy molesto —. ¿Qué intentaste hacer?

Abrí los ojos como platos, el estómago se me revolvió y vi mi alrededor; era la misma puta calle donde encontré el portal y era ya tarde.

— ¿Y Christoph? ¿Qué pasó con él? — quise saber, alarmada.

Comenzaba a odiar al profesor Schmidt.

— ¡No te importó todo lo que te dije! — exclamó, levantándome bruscamente —. ¿Qué no ves que no puedes cambiar drásticamente el destino de las personas?

— Lo sé, pero...

— ¡Es una tontería que arriesgues todo por un maldito beso! Piensa, niña, piensa.

Apreté los labios, sin saber qué decir. Estaba enojada, en realidad, estaba furiosa, me había quitado lo que más anhelaba en este puto momento.

— Dígame, profesor Schmidt, ¿usted se encontró con las mismas personas cada que viajó? — exclamé con irritación.

Él no dijo nada.

— ¡Dígame! — insistí.

— Rose, cállate porque llamas la atención... — murmuró.

— Dígame, maestro Schmidt.

— No — contestó —. Ahora lárgate.

— No quiero. Quiero regresar con Christoph.

Si llamaba la atención poco me importaba.

— No puedes hacerlo, Rose. No me hagas que te quite el mapa.

Hubo un largo silencio. Yo quería el mapa.

— Creo que estamos destinados a...

Él soltó una carcajada y me arrebató el bolso, echándose a correr. Desgraciadamente, tardé en reaccionar y fui tras él, pero me llevó ventaja. Después de correr unas dos manzanas, me detuve porque choqué con alguien.

— Ay. Disculpe — solté, sin mirar a la persona y lista para echarme a correr una vez más.

— Rose.

Oh. No.

Era la voz de Christoph.

— No, no sé de quién habla, se confunde — dije para poder irme, pero me detuvo del brazo.

— Eres ella, no lo niegues — soltó con voz temblorosa.

— ¿Cómo voy a ser ella? Eso pasó hace muchos años. Míreme, soy muy joven.

Hizo caso y me observó con detenimiento.

— Eres Rose.

¿Ahora qué?

— No sé de qué me está hablando, pero si no me suelta voy a empezar a gritar.

En serio no quería perjudicarlo, pero viajé al pasado para tirármelo en la juventud y soltería, no en la vejez y con familia. Yo estaba enamorada del Christoph joven.

Me liberó. Su expresión era de desilusión.

— ¿Es tu madre?

— ¿Cómo me pregunta eso? — fruncí el ceño, fingiendo estar ofendida —. Usted es CASADO, ¿escuchó? C-A-S-A-D-O.

— No quiero molestarte, pero esta persona es tan importante para mí y te pareces tanto a ella.

Estaba avergonzado.

Lancé un suspiro.

— Mi madre se llama Rose — mentí.

Su rostro se iluminó y esbozó una sonrisa para luego decir:

— ¿Hablas en serio? 


TRAUM [ Christoph Schneider ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora