CAPÍTULO XIII

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¿Cómo yo podía sentir tanto por alguien a quien apenas conocía? ¿Cómo podía sentir un vínculo tan estrecho con una persona tan imposible? ¿Acaso el destino tiene planeado que nos encontremos siempre en las situaciones más absurdas? No quiero sonar como una maldita cursi, porque NO estoy enamorada de Christoph, más bien... Estoy deslumbrada por una persona inalcanzable, famosa, talentosa, artística, exitosa y genial y que es veintitrés años más joven. Aún así, era un consuelo saber lo que el destino o la suerte hacían por juntarnos.

Tras decirme que jamás podría dejarse el bigote, hablar ya no fue necesario. Algo teníamos con callarnos la boca y mirarnos por un instante. Nos decíamos muchas cosas sin decir nada, bueno, eso quiero creer porque yo sí le decía mucho con mis ojos y él se veía tan indescifrable que no me dejaba leerle. Quizá se quedó viendo la horrible espinilla que me salió en el entrecejo o el bigote que no me he depilado porque la cera es una tortura. No lo sé, pero me estaba viendo y estaba bien. Todo estaba bien.

— Se está tornando incómodo — susurré. Yo no quería decirlo, pero mi cabeza me lo pedía —. No me gusta que las personas me vean por mucho tiempo — me encogí de hombros. Mis putos sentimientos eran tan contradictorios, me sentía como en la secundaria. ROSE, ARREGLA EL REVOLTIJO QUE TRAES EN LA CABEZA O EN EL ESTÓMAGO O EN DONDE SEA QUE LO TRAIGAS.

— Lo siento, pero... De verdad no puedo creer que nos hayamos encontrado así, ¿sabes? Todavía me es increíble — desvió la mirada hacia el otro lado de la calle —. Pensé que ya estabas muerta o algo. Los primeros días después de tu huida me puse muy triste. Pensé que te habías muerto, ya sabes, por lo que pasó en el metro...

Oh. Christoph, si supieras.

— Esta es la cosa, Christoph — dejé caer una mano sobre su hombro izquierdo, llamando su atención —. Eh — ¿Qué otra tontería le iba a decir? —. La razón por la que nunca te dije lo que sucedía es porque era una «espía» del gobierno — hice énfasis en espía porque quería que captase que no lo dije en serio.

Schneider asintió en silencio.

— Yo estuve en una banda donde dos de mis compañeros eran espías — murmuró.

Olvidé que él vivió toda su niñez, adolescencia e inicios de su adultez en la RDA.

— Creo que ya me está dando hipotermia — dije, frotándome las palmas de las manos.


Pensé que iríamos a una cafetería, pero no, ya era muy tarde y olvidé que él ya no vivía con Richard y con Oliver porque pues ya era famoso, todavía no TAN famoso, pero lo era y ahora no hacía falta dividirse la renta con sus amigos. Así que sí, me invitó a dónde se estaba quedando. He de confesar que todo fue muy incómodo porque llegamos y las luces estaban apagadas, las encendió después de que yo entré y me invitó a sentar y lo hice. Sé que no debí hacerlo porque estaba empapada y le estropearía el sofá, pero, ¿qué más se hacía? ¿Era una invitación sexual acaso? ¿Se suponía que iba a ofrecerme asiento y yo por educación no lo tomaría porque estaba mojada y permanecería de pie y luego el se acercaría y nos besaríamos? Porque si era así, lo arruiné.

— Iré a calentar el agua — me avisó, apuntando la cocina —. Espera aquí.

Entró, pero un segundo después se asomó y dijo:

— Por favor no salgas huyendo esta vez. No quiero quemarte de nuevo.

Y sonrió. Casi me derrito.

Miré mi alrededor; había algunos libros esparcidos por la sala, también algunas tazas y vasos, una cajetilla de cigarros aplastados, un bolígrafo y una libreta al lado mío, una chaqueta, una bufanda, unos zapatos, calcetines y lo que parecía una fotografía boca abajo. Entonces, tomé la libreta a mi costado.

TRAUM [ Christoph Schneider ]Where stories live. Discover now