CAPÍTULO XXI

153 17 2
                                    

Christoph me contempló, confundido. Observé las arrugas en su rostro, las líneas de la edad que se trazaron en su frente y sus azules ojos. Sentí un vacío en el pecho; vacío porque por más que lo quisiera no podía tenerlo. Posó la mano sobre mi hombro, dándome un suave apretón no exento de cariño. Aquello no hizo más que ablandarme el corazón.

— Christoph — musité — No hay explicación lógica para esto. No sé cómo logré caer en tantos años atrás. Ni siquiera era mi intensión encontrarte. Es irreal, es ridículo.

— Es ridículo — afirmó.

— No entiendo porqué siempre me termino topando contigo. No sé si es porque el portal está a merced de mis deseos o...

— Estamos destinados a estar juntos — respondió y añadió —. Créeme qué yo también me empecé a preguntar lo mismo. Siempre encontrándonos en la calle cuando uno está en necesidad de hallar al otro. ¿Cuántas veces nos hemos topado últimamente? Primero en la galería, luego cuando te vi en el auto, después...

— No estamos destinados a estar juntos — corregí abruptamente —. Estamos destinados a encontrarnos, pero nada más. No hay un «nosotros» ni en el pasado ni en el futuro.

Hubo un largo silencio entre los dos. Entonces me pregunté si lo que había pasado hace unas horas entre el Christoph del 2001 y yo había aparecido de pronto en su memoria. La curiosidad de saber si recordaba la loca propuesta que me hizo de retroceder a los 80s y quitarle sus sueños con tal de estar conmigo.

— Me encantaría que hubieses ido a los 80s, ¿sabes? — confesó como si me hubiera leído la mente.

Reímos por un instante.

— Tengo miedo de no encontrar a alguien que me haga sentir lo que tú — solté, comenzando a llorar.

— Rose, yo amo a mi esposa, pero el amor que le tengo no se compara siquiera en lo que siento por ti.

— Vuelves las cosas tan difíciles, mejor cierra la boca.

Tocó mi mano con timidez. Quise alejarla porque no sentía que estuviera bien, pero no lo hice. Le sujeté con fuerza y de pronto le abracé con la misma vehemencia. Aspiré su perfume, acaricié su cabello. Me sentí mal porque fuera tan mayor.

«Ojalá hubiera nacido antes» pensé.

— No quiero que este sea el fin, Christoph.

— No lo será.

— Estás casado y con hijos, no quiero romper eso.

— Entonces... ¿Qué se puede hacer?

— Resignarse — respondí.

Acarició mi cabello y fue en aquel momento que supe que en verdad sería el adiós definitivo. Nos apartamos y cada quien tomó su camino. El trayecto a casa fue doloroso, las lágrimas no me permitían ver con claridad, estaba tan ensimismada que ni siquiera miré a los lados a la hora de cruzar una avenida.

Todo fue en cámara lenta. Sentí mis huesos romperse, me vi volando por los aires, sentí la brisa acariciar mi rostro, no hubo dolor, solo una gran confusión. Las botas que siempre traía bien atadas abandonaron mis pies y entonces sentí mi cráneo golpear con el asfalto. Sorprendentemente estuve consciente para solo musitar:

— Oh, mierda...

Y cerré los ojos, aceptando la muerte. Pero no, ese no er mi destino. De hecho, todo se volvió cada vez más extraño. Un segundo nudo en la historia, una segunda paradoja porque al yo creer en mi muerte en realidad desperté en mi habitación.

El corazón me latía con tanta fuerza que creí que iba a ser víctima de un ataque, las sábanas estaban empapadas de sudor; tenía una fiebre tremenda. Temblorosa intenté levantarme en busca de mi teléfono y vi la hora. Iba a llegar tarde a clase de fotografía experimental.

— ¡Mierda! — exclamé yendo a darme una ducha y vestirme. No había tiempo para enfermarse.






[ ¿Confuso? Perdón. Hahahaha. Ya casi termino con esto, pero no lo vean tan desolador gente. Gracias por leer, los tkm<333]



TRAUM [ Christoph Schneider ]Where stories live. Discover now