CAPÍTULO XV

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El brillo en sus ojos, la suave sonrisa que se dibujó en su rostro, las líneas de la edad... ¿Cómo iba a mentirle? ¿Qué ser tan despreciable podría mentirle? Bueno, pues yo. Tomé una bocanada de aire y asentí.

— Lamento si te molesté, no era mi intención — dijo, palmeándome el hombro —. No debí acosarte de esa manera, en serio. Me siento muy apenado, seguramente me vi como esos viejos enfermos que buscan jovencitas, pero no, de verdad que no.

Descansó su mano en mi hombro y yo no dudé en tocarla, sólo para transmitirle que todo estaba bien.

— Bueno, ¿cómo está tu madre? La última vez que la vi fue...

Por un instante olvidé que el profesor Schmidt me había robado el bolso y el maldito mapa temporal, así que le interrumpí:

— ¡Ay! Luego hablamos — le toqué la mejilla antes de salir corriendo en busca de mi odioso maestro... No debí tomarme tantas libertades con el contacto físico. Éste Christoph no era el Christoph de los 90s, ya no más.

Mientras me alejaba a toda velocidad, Christoph Schneider se quedó congelado, de pie y con una indescifrable expresión en el rostro o al menos eso fue lo que vi cuando miré atrás.




Correr fue en vano; lo había perdido, pero mi consuelo fue el saber que me lo encontraría en la universidad.

Poco a poco fui recuperando el aliento, me limpié el sudor de la frente y tomé asiento sobre la acera.

Quería mi maldito mapa devuelta.

— ¿Necesitas ir a algún lado? — otra vez era Schneider.

— Bueno. ¿Siempre tienes que venir en mi rescate o qué? — solté, frunciendo el ceño.

— ¿Sabes algo? Me encontré a tu madre dos veces estando en problemas y ahora, te he encontrado a ti dos veces y en la misma situación — me tendió la mano, ayudándome a levantarme —. Que coincidencia, ¿no?

Yo ya no quise responder, porque sabía que podría cagarla todavía más. Me estaba delatando gracias a que no pienso lo que digo.

Hablo, luego pienso.

— ¿Necesitas que te lleve a algún lugar? No pienses mal, sólo quiero que conversemos; que hablemos sobre tu madre.

— ¿Mi madre? — pregunté extrañada.

Alzó una ceja, confundido.

— ¡Ah, sí! Mi madre... — exclamé con voz temblorosa.



Me acomodé en el lugar del copiloto y bajé la ventanilla. Una náusea repentina me azotó, eran los efectos secundarios del viaje en el tiempo, así me pasó la vez que me desmayé o dormí... O lo que sea que me pasó. ¿Me desmayaría en cualquier momento?

— ¿Te sientes bien?

Asentí sin mirarlo.

— Seh.

— Bueno, ¿a dónde quieres que te lleve?

— Sólo arranca el auto — contesté.

Y así lo hizo. El inicio del recorrido sin destino fue silencioso. Notaba que me miraba de reojo y que se me quedaba viendo cada que podía. Quizá asombrado por el tremendo parecido de mi “madre” y yo.

— ¿Cómo está Rose? — inició.

— ¿Por qué tanta insistencia? ¿Fue tu novia o qué? ¿Fue alguien importante? — fingí el desinterés, porque de verdad quería saber qué pensaba sobre mí.

TRAUM [ Christoph Schneider ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora