CAPÍTULO VII

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El universo me estaba otorgando algo que anhelé por mucho tiempo, pero comparado con lo que me estaba quitando... No vería a mi madre, tampoco a mi hermano, ni a ninguno de mis amigos. Todo esto era un mal sueño, yo seguía tendida en el asfalto, yo seguía inconsciente. Quería creerlo, de verdad quería creerlo. Tenía miedo. Jamás tuve tanto miedo a la incertidumbre.

Me sequé las lágrimas sin dejar de mirar a los hombres delante mío. Si el salto temporal hubiese sido antes quizá me hubiera consolado con más facilidad, pero no. Por una fracción de segundo, Christoph y yo cruzamos miradas. Moví negativamente la cabeza. Por segunda vez la presión en mi pecho y las ganas de llorar se fortalecieron. No quería interrumpirles ni hacerles sentir incómodos, así que salí a toda prisa del lugar.

Crucé la calle sin mirar a los lados, buscaba resbalar, desmayarme y regresar al 2019. No miré atrás, pero sí escuché que alguien llamaba mi nombre. Christoph Schneider iba detrás mío. Fascinante.

«Christoph Schneider va detrás mío...»

Agarré mi bolso con fuerza, pues no quería que el contenido saliera volando por los aires.

— ¡Oye, espera! — escuché a mis espaldas.

Cuando iba a bajar la velocidad pisé por accidente las agujetas de una de mis botas y tropecé. Pude ver mi caída en cámara lenta hasta que los ojos se me pusieron en blanco y entré al oscuro y extraño espacio de colores y figuras extrañas.

Mis plegarias fueron escuchadas.



Abrí los ojos de par en par. Era de noche, el asfalto bajo mi cuerpo estaba muy frío. La muñeca izquierda comenzó a dolerme porque caí encima de ella. No había nadie a mí alrededor. La calle en completa soledad. No era la misma vibra de los 90s. No había más Christoph Schneider. No más Rammstein en sus inicios. En un principio quise creer que de verdad todo fue un sueño y que sólo desperté, pero era ilógico, ¿cómo me habría transportado hasta el otro lado de la ciudad? Bueno, no importa... Lo importante era que ya había regresado a la actualidad. Solté un suspiro de alivio mientras me ponía en pie.

De mi bolso provino un sonido; el de mi teléfono, pero, ¿cómo? Yo lo vi explotar en aquel callejón momentos antes de que Christoph me encontrase dentro del cubo de basura. Igual no seguí buscando interrogatorias. Tenía mi puto celular y punto. Miré la hora, era de madrugada, casi las cuatro de la mañana.

Entonces el corazón me dio un vuelco al ver que tenía más de cien llamadas perdidas y quinientos mensajes por parte de mis profesores y de los pocos compañeros de clase con los que hablaba.

«¿Regresaste a casa?» «¿Estás bien?» «Contesta, por favor. Nos tienes muy preocupados» «Alguien irá a buscarte a tu habitación»

Los textos parecían interminables, sin embargo, me los leí todos. Se preocuparon por mí. Eso causó que esbozara una pequeña sonrisa, pero también que me asustara, ¿cómo mierda lo iba a explicar? ¿Qué les diría?

«Pues pasó algo muy gracioso, caí y viajé en el tiempo y conocí a  Rammstein antes de que fueran famosos y creo que le gusté al baterista» ¡puta madre, era una pendejada!


El taxi se detuvo frente a mi edificio. Aprecié el condominio y di una bocanada de aire. En el ascensor vino el recuerdo de cuando Christoph Schneider se ofreció a acompañarme a casa. Una sonrisa se dibujo en mi rostro. Fue bueno, pero me gustaba más el presente, había buena red de internet. Las puertas se abrieron, encontrándome frente a frente con mi casera.

La mujer me observó por un segundo, extrañada.

— ¿Hola? — dije. ¿Qué hacía esa mujer despierta a esas horas? Ñeh. No era de mi incumbencia.

— ¡Apareciste! ¿Qué tanto estuviste haciendo estos diez días?

¿En serio estuve tanto tiempo desaparecida?

— Eh. Yo... — comencé, pero fui interrumpida.

— Lo bueno es que estás aquí — lanzó un suspiro y me miró de nuevo con mucha atención —. Cuando te vi de verdad me recordaste a una...

— ¿Qué?

Se encogió de hombros, esbozando una sonrisa.

— Nada. Insignificante, no sé por qué me acordé. Hace muchos años llegó una chica loca con un tipo y dijo haberse equivocado de edificio. En serio, no sé por qué me acordé si ese momento fue tan... Insignificante. Bueno, que bueno que regresaste, ya no tendré a la policía en mi edificio. Por cierto, tienes que arreglar el cagadero que hiciste, creo que se abrió un expediente con tu caso.

— Oh. Gracias, yo veré qué hagó — murmuré verdaderamente sorprendida. La gente en serio se preocupó por mí cuando yo fui tan poco memorable. Además, eso constataba más que sí viajé en el tiempo, enredando más a mí mente que trataba de desarrollar una respuesta lógica.


Introduje la llave y giré el pomo de la puerta. Mi apartamento estaba hecho un lío, pero no tenía la energía ni los ánimos de ordenarlo. Lo primero que me saqué fue la falda de tartán, luego el abrigo, la playera y finalmente las botas.

Comí un emparedado, improvisé una férula para mi brazo izquierdo, luego me di un baño y caí profundamente dormida sobre mi cama destendida. En serio que estaba contenta por haber regresado.

Soy una persona que tiene sueños muy vívidos y específicos. Muchas veces no distingo entre la ilusión y la realidad. Pensé que empezaba una pesadilla combinada con un sueño porque me vi en los 90s por segunda vez.

Me encontraba de un lado de la avenida más importante de Berlín intercambiando miradas con Christoph Schneider que estaba al otro lado de la acera. Los autos pasaban, pero a él no le importó porque empezó a correr hacia mí y yo también empecé a correr hacia él. Cuando estaban a punto de arrollarnos, simplemente los vehículos desaparecían. Quedamos frente a frente, en el medio de la avenida.

Nuestro alrededor desapareció, sólo éramos Christoph y yo.

— Rose, ¿por qué te fuiste? ¿A qué carajos estás jugando?

Desperté.

Sudor frío corría por mi frente, el corazón me latía con fuerza. Oh, no, no, ¡no!

Recuperando el aliento, tomé mi celular y entré al buscador para escribir su nombre. Ignoré su biografía de Wikypedia, yendo directamente a imágenes. Sentí un dolor de estómago por la culpa de dejarlo sin decirle nada, era un buen sujeto. Vi su rostro y ese maldito cabello largo que le dije que no se dejase. Sonreí y apagué el teléfono.

Fue una persona muy agradable, se preocupó por una desconocida y le ofreció ayuda sin esperar algo a cambio, lástima que no lo volveré a ver... ¿O sí?





TRAUM [ Christoph Schneider ]Where stories live. Discover now