Sentimientos. Capítulo 38.

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–Yo no quería irme –dije después de unos  minutos en silencio sentada junto a Lauren en el sofá.

–Pero aun así lo hiciste y no dijiste nada a nadie –había dolor y rencor en su voz.

–En cierta forma no pensé cuando lo hacía –una risa sarcástica salió de sus labios.

–Claro que no –bebió más de aquel líquido que estaba fastidiando mi sentido del olfato.

–Lauren, déjame decirte lo que tengo que decir –ella se puso de pie y comenzó a caminar desesperada por la habitación.

–No Camila, no puedo escucharte sin sentir enojo y ganas de correr –sus ojos se volvieron cristalinos y sentí en mi pecho una opresión bastante conocida.

–Yo no podía quedarme, no podía amarte y no puedo hacerlo –se detuvo en seco y miró al suelo.

–Es obvio que no, pronto te casarás –dio un gran trago y se terminó lo que sería su sexta copa.

–No me casaré, eso sólo fue una situación ajena a todo conocimiento público –me sorprendí de mi selección de palabras pero no lo expresé sin embargo los ojos de Lauren estaban sobre los míos de una manera intensa que hacían mis manos sudar.

–Bien, no te casarás –se dirigió a servirse más whisky detrás de mí – ¿Entonces que te detiene? –bajé mi mirada e intenté respirar con tranquilidad.

–No soy quien deba decirte esto…

–Estoy harta de esa mierda, nadie quiere decirme nada y nadie parece ser el “indicado” para hacerlo, pero les encanta la intriga –me puse de pie para poder verla.

–Lau… –ella levantó una mano para interrumpirme y bebió más.

–Mi padre murió, la Nana está enferma, mi hermano es alcohólico y yo también, Taylor y mi madre viven en Francia desde hace un año y no sé nada de ellas, vivo en una casa fría y solitaria, tengo todo lo necesario, mi vida es un caos total, no hay un solo puto día en el que no te extrañe y deje de amarte. Ahora pretendes volver y que te perdone con esas estúpidas excusas. Discúlpame pero no puedo –el fondo de su vaso golpeó la mesa del mini bar haciendo a mi cuerpo estremecerse.

–No entiendes, no podemos ser nada ni ahora ni en un futuro. Créeme que mi vida tampoco ha sido un maldito paraíso y te amo pero esto no puede ser –había un nudo en la boca de mi estómago.

– ¡Explícame!

– ¡Somos hermanas! –inmediatamente tape mi boca con ambas manos y mis ojos no podrían estar más abiertos justamente como los de la mujer frente a mí.

Ambas nos quedamos en silencio, Lauren parecía no respirar y tampoco se movía.

– ¿Qué? –su voz apenas salió con un tono áspero.

–Somos hermanas, eso fue lo que escuché decir de mi madre el mismo día que me fui a Londres –Lauren tragó fuerte y pasó sus manos por su largo cabello claramente agobiada.

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