8.Mayores.

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Narra Logan Lerman.

—¡Maldita sea, Logan! ¡¿Cómo tú vas a entrar sin tocar?!—ella se giró para confrontarme.

Es irónico que diga eso cuando mi primera noche aquí dijo todo lo contrario. Pero ese no es el punto.

—¿Me puedes explicar por qué tienes tantas cicatrices y moretones en la espalda?—estaba molesto, muy molesto pensando todos los escenarios posibles. Ella no contestaba, se quedó mirando el suelo.—¡Bianca, esto es muy serio!

—¡Ya lo sé!—me grita.

—¡Entonces dime qué te pasó!

—Logan, fue una estupidez mía y de Antonio...

—¡¿ANTONIO TE HIZO ESTO?!

Estaba a punto de explotar. De verdad pensé ir a su apartamento y golpearlo. La espalda de Bianca tiene tantos colores que es preocupante, sumándole al hecho de que ahora pude notar mejor lo delgada que estaba.

Ella siempre ha sido delgada. Extremadamente delgada, pero esto ya es el límite.

—¡No! ¡No fue él!—se apresuró a aclarar cuando notó que ya iba saliendo.—Logan, él jamás me ha hecho algo como eso.

Por supuesto que este era un tema delicado para ella y por eso le costaba hablarlo, yo no mejoraba las cosas por mi actitud, pero es que me siento impotente al no tener nada de información y enloquezco con lo que sea.

Respiré un par de veces y puse las manos en sus hombros.

—Entonces te pido que me digas quien fue.—mi voz era mucho más calmada que antes.—Necesito saber que te ha pasado.

La ví tragar saliva y mirar a un punto lejano, perdida en su memoria. Eso me causaba ansiedad, pero me aguanté.

—Existen personas muy malas en el mundo, Logan.—hace una introducción.—Personas que abusan de su poder y atacan a los indefensos.

Asentí, entendiendo eso. Sin mirarme todavía, tomó mi mano y me llevó a su cama para sentarnos en el borde. Yo puse mi mano encima de su pierna, esperando pacientemente que siga.

—Sabes lo que pasa aquí en Venezuela, todo el problema con el gobierno y la economía.—volví a asentir.—En algún momento habrás visto en Twitter las protestas que se han hecho por todo el país, como la gente se defendía contra el gobierno corrupto.—por fin me miró y quedé sin aliento.—Yo estuve en varias protestas.

—Entiendo, estaban defendiendo sus derechos.—todavía no comprendía que tenía que ver eso con su espalda.—Eso es normal, la población tienen derecho a protestar.

—Menos aquí, Logan.—me corta rápidamente.—Policias y guardias tienen orden de atacar a los manifestantes si la cosa se pone violenta.

Me aterra por dónde va la cosa.

—No me digas que te le alzaste a un guardia nacional, Bea.—le supliqué que me dijera que no.

Su risa amarga y las lágrimas luchando por salir me decían otra cosa.

—Hubiera sido más entendible que yo provocara eso, pero al contrario. Antonio y yo íbamos a protestar en zonas muy tranquilas, solo queríamos dar apoyo a los que de verdad peleaban por el país.—su pecho subió y bajó con lentitud.—Pero esos malditos policías se creen los dioses de todo y un día comenzaron a llevarse a las personas de la calle, meterlos presos ¡Te juro que no lastimamos a nadie! Solo cerramos calles. La cosa es que mientras Antonio tenía que sobornar a los policías para que no se llevaran a las personas; por otro lado, tres policías imbéciles agarraron a una chica y comenzaron a golpearla.

La pajua de Bianca | Logan LermanWhere stories live. Discover now