45.Preparativos para la boda.

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Christian abrió su libreta y me miró, me dieron ganas de llorar. Siempre termino llorando en cada sesión de terapia, pero ahora fue al instante.

Me sentía de la mierda.

—Okay, Bianca. Cuéntame, ¿Cuándo volvió la ansiedad por fumar?

De pronto, regresó a mí el recuerdo de la primera vez que tomé un cigarro y lo odié. Sabía horrible y casi me ahogo con el humo, ahí creí que no volvería a probarlo, pero fui muy ingenua.

A pesar de esa mala primera vez, algo en mí me pedía volver a probarlo, recordar la sensación en los pulmones y liberarlo en mi boca... Y vaya que fue liberador. Lo sentía como si se acomularan todos mis problemas dentro de mí y fácilmente podía soltarlos, deshacerme de ellos. Cerraba mis ojos y solo liberaba todo lo que me hacía mal en ese humo.

No lo hacía seguido, recuerdo que mis tíos fumaban una caja al día, era una exageración. Mi método era acumular todos mis problemas y el estrés para matarlos siete y ocho veces al mes. Pero fue peor en Venezuela. Antonio me veía fumando tres cigarros al día; optó por esconderme los cigarros, pero la ansiedad era tan arrecha que me lastimé las manos en un intento por mantenerlas ocupadas. Sin embargo, él me ayudó a dejarlo y centrar mi ansiedad y problemas en otras que amaba hacer: pintar y esculpir. A veces drenaba arrecheras en un box, pero tampoco le gustaba que usara la violencia para tratarme.

Mi mejora se la debo a Antonio, no volví a fumar después de eso.

Hasta que Sherlyn se quitó su máscara conmigo.

—Hace un par de semanas.—solté con pesar, entrelacé los dedos de mis manos y mi pierna izquierda comenzó a moverse.—No tengo una adicción al cigarrillo, era algo de vez en cuando, pero lo erradiqué y me centré en pintar.

—¿Y cuál fue el detonante que te impulsó a fumar un cigarro?—me miraba a los ojos, sin una emoción en específico.—Porque asumo que si haz fumado ¿O me equivoco?

Con vergüenza, negué y respiré profundo.

—Volví a fumar la noche que le dije a mi novio que la prometida de su padre quería estafarlos y no me creyó.—admití.—Luego un par de veces que sacaba el tema a la luz y todos me tachaban de loca.—solté una risa amarga.—el último fue anoche.

—¿Y qué pasó anoche?—su mirada era atenta, abierto a oír cualquier cosa que yo le dijera.

Con razón la gente se termina enamorando de sus psicólogos, te dan quejode atención. Pero claro, lo que te cobran los obliga porque naguebona.

—Fui a una disco, la pasé muy bien la verdad.—sonreí al recordar lo mucho que canté y bailé con Logan.—Pero luego llegó ella.

—Sherlyn.—dedujo Christian.

—No me dijo gran cosa, pero me miró.—volví a respirar profundo.—Me miró amenazante, del brazo de mi suegro, marcando territorio. Todos la rodearon felices, ignorando todo lo que les advertí y dejando que ella gane.

—¿Ves esta disputa como una competencia?

—¡No! Es algo serio, no un juego.—aclaré. Mi pierna no deja de moverse.—Siento que estoy fallando en proteger a mi familia y me causa estrés no saber que hacer ahora.

—Bianca, no puedes proteger a todos los que amas. El mundo no tuviera equilibrio si eso fuera posible.—comenta con impresionante paciencia.—Todo se basa en las decisiones que cada individuo tome por cuenta propia.

—Pero si no intervengo, pueden lastimarlos.—me llevé las manos a la boca, mordisqueando mis uñas.

—Ya hiciste lo que estaba a tu alcance, es hora de que te centres en ti.—su voz comenzaba a darme calma. Una calma que creí perder desde aquella pelea con Logan.—Veo que te importa mucho la opinión de tu novio...

La pajua de Bianca | Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora