13.Italo-venezolano.

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Narra Bianca Donatelli.

La alarma comenzó a sonar a lo maldito y yo me quería era matar ok.

Eran las 5 am y yo como buena hija me levanto a buscar los medicamentos que se tiene que tomar mi papá a esta hora. A mí me encanta dormir desnuda, pero ajá, me puse un short de pijama y la primera franela que tenía en el closet ¿Pa que coño sostén y pantaletas? Entrego la pastilla y me vuelvo a dormir.

Ya estaba saliendo del pasillo para la cocina y bien bueno pues ¿Qué hace Logan despierto a esta hora? ¿Comer mocos?

—Buenos días—me saluda y yo solo le sonrío en respuesta.—¿Café?

—No, gracias.—me negué.—Estoy buscando las pastillas de mi papá y me vuelvo a dormir ¿Tú por qué estás despierto?

Levantó el libro que no había notado estaba sobre la mesa.

—Estudio para una prueba que tengo hoy, estuve algo ocupado los últimos días y ahora es que tengo tiempo de repasar.—me explica y yo asiento.

Yo no digo más nada, solo agarro un poco de agua de la nevera y me voy al cuarto de mi papá con las pastillas en la mano.

—Pa.—le doy unos toques en el brazo para que se despierte.—Pa, levántate.

—Ay no, que ladilla.—murmura sin querer abrir los ojos.

—Prometiste hacer lo posible por mejorarte, dame una mano ¿Si va?

—Mañana empiezo la dieta.—¿Es idea mía o está soñando?

—Verga, viejo er coño, tomate esta mierda.—me arreché y le prendí la luz.

—¡Bianca!—se quejó mientras intentaba taparse con las sábanas.

Lo obligué a sentarse en su cama y a tomarse sus medicamentos por orden. Revisé que sus extremidades respondieran bien y ya me di cuenta de que habla normal. Todo fino hasta los momentos.

—Estás vivito y coleando, eso es bueno.—suspiré, volviendo a apagar la luz.—Te dejo dormir tranquilo hasta las 9, a esa hora te toca comida y más medicamentos.

—Pero que buena vida la mía.—dijo con sarcasmo.

Le cerré la puerta y regresé a la cocina para dejar el vaso. Logan seguía ahí. Me hice la loca y puse el vaso donde corresponde.

Yo estaba a punto de llegar invicta a mi cuarto, pero la vida no quiere eso.

—Bea ¿Podemos hablar?—pregunta a mis espaldas.

Q hago

Q hago

Q hago

¿Me lanzo al barranco? ¿O le huyo?

—¿Tiene que ser a esta hora?—le hago una mueca justo cuando me giro. Ok, no le dije que si ni que no.

—Mas tarde te irás a trabajar posiblemente.—toma asiento en una de las sillas del desayunador.—Por favor, no te quitaré mucho tiempo.

Bueno que más, al menos lo intenté.

Resignada, me senté a su lado y esperé a ver qué me iba a decir. Coño vale, estas no son horas de hablar de un peo que pasó hace días y que siempre estoy tratando de esquivar.

—Quiero disculparme por mi comportamiento.—pronuncia con una voz muy suave, casi armoniosa.—No he sido justo en... Bueno, lo que somos ahora y me equivoqué por asumir cosas que no son ciertas.

—No eres el único que tiene culpa aquí.—ok, sé que Antonio me dijo que le canté sus vainas como son, pero yo no lo siento así.—Conozco tu posición y tus sentimientos por mí y aún así me aproveché de eso para conseguir lo que quería. Tampoco fui justa.

La pajua de Bianca | Logan LermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora