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Cuando Mimi desapareció, las dos se miraron, afectadas. Completamente mudas, echaron a andar hacia el coche aparcado de la rubia sin siquiera tocarse.

- Vamos a mi casa – fue lo único que dijo Natalia, en un susurro.

Recorrieron la ciudad también en silencio y lo mantuvieron mientras hacían café en la cocina de la modelo.

Se sentaron en el sofá, taza en mano. Solo se escuchaban las cucharillas tintineando, el sonido casi imperceptible de los primeros sorbos, el del sofá debido a los cambios de posición continuos.

Y, si prestaban suficiente atención, se oía el ruido de la cabeza de ambas trabajando a mil por hora.

- Di algo, por favor – suplicó Alba, enfrentándose por fin a sus ojos.

- Alba...

- ¿Qué te ha dicho Mimi?

- Nada…

- Natalia, ¿qué te ha dicho? – interrumpió el rodeo que intuía que la otra se disponía a a dar.

- Estaba algo dolida, pero ya está – trató de quitarle hierro al asunto.

- Cuéntamelo, Nat, por favor – entrelazó los dedos con los suyos.

- Dijo cosas desde el rencor que no son verdad.

- ¿Qué cosas?

- Cosas que no vienen al caso, después me pidió disculpas. Ya está - zanjó.

- Sí vienen al caso - contradijo la fotógrafa.

- ¿Para qué voy a darle bombo a algo que seguramente solo va a hacerte daño?

- Porque si te callas te lo va a hacer a ti.

Natalia suspiró.

- No puedes ni mirarme a la cara – musitó Alba.

- Eso no es verdad – alzó el mentón para demostrárselo.

- Joder, Nat, estás tocadísima – le acarició las mejillas, mientras analizaba sus ojos, que no mentían.

- No es tu culpa, ¿vale?

- No. Yo le rompí el corazón y ahora está destrozada y seguramente te lo haya echado en cara a ti para que te sientas mal. Pero no es mi culpa - ironizó-. Santa Alba no tiene la culpa de nada.

- No estoy diciendo eso.

- Por favor, Nat, no te lo quedes para ti. Si confías en mí como dices, cuéntame lo que te ha dicho. Si no puedo gestionarlo, llamamos a Marta. Pero, por favor…

- Está bien – cedió la modelo, dándole un sorbo a su café, antes de empezar a hablar.

Le contó la conversación, o más bien el monólogo de Mimi, de principio a fin, sin obviar detalles.

- Soy una mierda de persona, la he dejado hecha un trapo.

- ¿Ves? No quería llegar a esto. A que pienses eso – se lamentó Natalia.

- ¿Y tú? ¿Cómo te sientes tú?

- Rara – se encogió de hombros.

- Rara – repitió.

- Mal por ella, no sé, no es agradable ver a alguien así, obviamente…

- Siento muchísimo que hayas estado en esa situación, de verdad – le acarició el brazo.

- No podías saber que me la encontraría, Albi.

- Pero podía haber pensado que ella trabaja a veces con esa revista…

desnudArte | AlbaliaWhere stories live. Discover now