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- Es que es impresionante cómo puedo ver en las fotos exactamente todo lo que me explicaste que sentiste - flipaba la Mari, acercándose a la revista, como si le hiciera zoom.

- ¿Podemos dejar de hablar del tema? - bufó Natalia-. He estado tres días seguidos de jornadas interminables, tengo un jet lag de la hostia y he visto las dichosas fotos un millón de veces. Sé buena amiga y distráeme, anda.

- Pero es que ¡cómo no voy a hablar, Nat! ¡Cómo no voy a hablar! - gesticuló exageradamente-. Tu carrera... tu carrera directa al estrellato, tía. Vaya con la Alba Reche, es que te ha visto por dentro.

- Basta, Mari, de verdad.

- ¿Pero puedes olvidar ya que te hizo una cobra y admirar la pasada que es esto? – agitó la revista en el aire.

- No es por “la cobra” - se apoyó en la ventana para encenderse un piti, harta de escuchar el mismo discurso una y otra vez, pues su amiga llevaba en bucle un buen rato.

- Es muy difícil mirarte así sin conocerte de nada. Y son unas fotos preciosas, Nat.

Natalia soltó el humo y la fulminó con la mirada.

- Vale, vale, ya está. Me hago un poster tamaño real, fangirleo calladita en mi casa y pasamos palabra.

- ¡Gracias! - elevó las manos.

- Ya tengo listos los nuevos diseños para tu tinta - cambió de tema María.

- ¡Por fin una buena noticia! ¿Cuándo me pinchas?

- Sabes que te hago un hueco cuando quieras, aunque oye, cada vez me cuesta más.

- Me alegro muchísimo de que estéis a tope, de verdad. Sois unos artistas.

- Vamos a contratar a otro residente y todo. Ya estoy haciendo casting.

- Tu parte favorita. Recuerda que a parte de alegrarte la vista tiene que tatuar bien - rio Natalia, sabiendo del criterio de su amiga.

- Sí, sí, ya he aprendido. Y también que no hay que mezclar lo personal y lo profesional. A veces te escucho, Wonka.

- Así me gusta. Estoy muy orgullosa - le guiñó un ojo.

Por indicaciones de Sabela, Natalia compartió en sus redes sociales los posts de Vogue sobre la sesión de fotos y se mostró agradecida por la oportunidad y el resultado.

Hasta etiquetó obligada a Alba Reche. Y no pudo resistirse a hacer clic en su usuario para ver lo que había puesto al respecto.

Como ella, había compartido el post de la revista en historias.

Había elegido la foto que mejor combinaba con su feed como post, etiquetando a la revista y a Natalia.

Sin mucha más explicación.

Mejor.

Peor, para su rabia interna.

Es que no se le movió ni un pelo. Solo estaba siendo profesional y yo babeando como una estúpida.

Borró cualquier pensamiento de ese tipo y se sumergió en el extenso y apretado calendario que Sabela le había pasado para la semana siguiente. Por lo menos todos los compromisos eran en Madrid.

Natalia llevaba en el mundo de la moda desde preadolescente. En Pamplona, su ciudad natal, había hecho todo tipo de pinitos, desde modestas pasarelas a estudios, y no tardó mucho en estar en todas las agencias y apostarlo todo a su recién decidido futuro profesional.

En la capital llevaba poco más de dos años y, a sus veintitrés, había participado en campañas de todo tipo de trascendencia. Al principio flipaba cuando hacía fotos para alguna marca conocida o tenía que coger aviones a distintos países para participar en eventos o sesiones de ciertos diseñadores a los que admiraba.

Justo se encontraba en ese punto de su carrera en que el ritmo amenazaba con aumentar frenéticamente, ese momento de inflexión que iba a decidir lo brillante de su futuro en la industria. Y tanto ella como Sabela tenían claro que por trabajo y esfuerzo no iba a ser.

La salida a la luz de la sesión de Vogue abrió muchas puertas para la modelo, ahora solo le faltaba aprovecharlas.

Lo hizo. Los próximos meses fueron un sueño profesionalmente para Natalia. Le salían todos los proyectos que quería sin apenas tener que esforzarse.

Sabela no paraba de repetírselo súper emocionada. Aquellas puertas a las que antes de esa sesión tenía que llamar mil veces para que le hicieran el más mínimo caso, ahora prácticamente le ponían la alfombra roja. En vez de tener que buscar ofertas de calidad, que aportaran a la carrera de Natalia, le llovían a la gallega las mejores sin mover ni un dedo.

- Nat, me acaban de llamar de Vogue otra vez - le informó ilusionada.

- ¿En serio?

- Sí, quieren contar contigo de nuevo, me han dicho que eres la primera en la que han pensado.

- Joder, ¡qué guay! ¿Y para qué es?

- Nat, las palabras mágicas: Vogue, menswear y en Madrid.

Natalia pegó un chillido. Como anillo al dedo, lo que más le gustaba hacer, en el estilo que más cómoda se sentía, sin tener que viajar y para un gigante como Vogue.

- Sí, sí, sí. Di que sí.

- Claro que voy a decir que sí - evidenció su mánager-. Es para el mes que viene.

- Genial, genial - celebró dando saltitos por la cocina, pero frenó de golpe-. Espera.

- ¿Qué, Nat?

- ¿Sabes algo más del proyecto?

- Que son diseños de una chica joven, para una sección tipo showroom de la web de la revista... Y que les vas perfecta para lo que quieren representar.

- ¿Y de fotógrafos te han dicho algo? - tanteó.

- Pues la verdad es que no.

- Si es quien tú y yo sabemos...

- Si es quién tú y yo sabemos vas a tener la mayor de las suertes - interrumpió su más que probable queja Sabela.

- Pues yo lo veo justo al contrario.

- Natalia...

- Bueno, tienes razón, Sab.

- ¿Tengo razón? - se extrañó la gallega.

- Sí, siendo "la genia" que es no creo que se preste a ser la fotógrafa de un showroom online. No hará ella las fotos ni de coña - argumentó.

Siendo como es de especialita, no querrá rebajarse a tener que considerar las opiniones de la diseñadora.

- Nat... - bufó su mánager, que no entendía la animadversión hacia la fotógrafa.

- Diles que sí.

- Iba a hacerlo igualmente.

- Te recuerdo que yo tengo la última palabra.

- Y, a cambio, te faltan dos dedos de frente, parece.

- Avísame igualmente cuando sepas el equipo, ¿vale? - la ignoró la modelo.

- Y tú, mientras tanto, reencuéntrate con tu profesionalidad. Te va a hacer falta.

desnudArte | AlbaliaWhere stories live. Discover now