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Natalia llegó a casa de la rubia exactamente veinte minutos después de colgar el teléfono. Tocó el timbre con impaciencia y Alba abrió la puerta en pijama al segundo. La estaba esperando.

La morena la escaneó de arriba abajo para comprobar cómo estaba, pues su voz a través del teléfono la había preocupado. Cuando le vio los ojos rojos e hinchados, se le encogió el corazón, a pesar del desconcierto que cargaba.

Cualquier atisbo de enfado con ella se disipó de inmediato, en favor de un afán de protección irrefrenable.

- Nat… Gracias por venir tan rápido.

- De nada – le acarició la mejilla con ternura-. ¿Me das un abrazo y me cuentas qué te pasa? Me tienes muy preocupada.

La fotógrafa asintió y se acurrucó en su pecho.

Joder, qué bien se está aquí.

¿Cómo me puede dar tanta paz?

¿Y cómo puede ser tan generosa?

Cualquier otra persona se habría cabreado y pasaría de hablarme.

Pero ella no. Ella ha venido hasta aquí sin saber lo que iba a encontrarse.

Ese pensamiento, lejos de relajarla, le aumentó, si cabía, el malestar en la boca del estómago que la había estado acompañando esas últimas horas.

Es que no me la merezco.

Las dos se sentaron en el sofá y Alba sacó el portátil para enseñarle las fotos que la habían dejado tocada desde que las vio.

- Nat, nadie nunca me ha mirado así – explicó con los ojos llorosos.

- Pero eso es bonito, ¿no? ¿Por qué te hace estar así? – le regaló una sonrisa tierna.

- Es precioso, pero yo… No sé como explicar lo que me pasa. Porque igual te parece que no tiene sentido o que es una tontería, pero… – se frustró.

- Eh, Albi, mírame. Nada de lo que me puedas decir me va a parecer una tontería, si te hace sentir así.

- Ay, a ver… - mordisqueó su labio inferior, con nerviosismo.

- Poquito a poco, no tengo prisa, ¿vale? Tranquila.

- Yo… veo esas fotos y me siento mal. Ni siquiera sé si tiene sentido, pero tengo una presión aquí – se señaló el pecho.

- ¿Sabes identificar por qué? – preguntó.

- Es un cúmulo de cosas…

- ¿Por ejemplo? – la animó a poner su angustia en palabras.

Alba se mordió el labio de nuevo, se retiró una lágrima aún inexistente con la manga de la camiseta y tragó saliva.

- He estado pensando en ti… y en mí. Y me siento una egoísta, Nat.

- ¿Egoísta por qué? – frunció el ceño la modelo.

- Porque, en realidad, estoy anteponiendo mis ganas de estar contigo a estar preparada para hacer las cosas bien… a saber hacer las cosas bien – corrigió.

- ¿Y qué es, según tú, estar preparada para hacer las cosas bien?

- He visto como me miras y yo… no soportaría hacerte daño, cagarla… Y soy una experta – se tapó la cara con las manos.

La morena fue rápida en atraparlas con las suyas y apartarlas suavemente de su rostro.

- ¿Por qué dices eso?

desnudArte | AlbaliaWhere stories live. Discover now