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Alba revisaba por última vez las fotos de la sesión que iba a mandar a Noemí en el sofá de su casa y con música de fondo.

Estaba muy contenta con el resultado, a pesar de ser fotos meramente publicitarias tenían un mensaje. Transmitían.

Su favorita era uno de los primeros planos de Natalia, de ojos cerrados y risa a todo lo que daba.

No podía dejar de mirarla, casi hipnotizada por su expresión relajada y de disfrute.

Sentía que había captado, una vez más, la esencia. Estaba segura que a los de la marca les encantaría el trabajo que habían realizado.

Aunque si se ponía a pensarlo, se sentía mal por cómo se había ido Natalia.

Esa mirada de decepción que le dedicó se le había quedado grabada.

Estaba acostumbrada a crear artificialmente ambientes distendidos y cierta confianza con las modelos si las fotos lo requerían, pero no le era usual sentirse así después de hacerlo.

¿Por qué tengo esta sensación amarga?

Nunca había destacado por ser precisamente empática y tenía fama de ser bastante insensible, de hecho,  era precisamente lo que más solía criticarle Noemí. Le solía decir que era la cara B de su genialidad.

El precio a pagar por obtener esos resultados tan impresionantes era la falta de tacto. Alba lo aceptaba, le compensaba, lo tenía normalizado. Por retorcido que pareciese.

Pero esa vez, tenía que hacer esfuerzos titánicos para no pensar en las consecuencias de su actitud y en cómo podría haber afectado a Natalia.

Sus escrúpulos estaban haciendo acto de presencia y la rubia no sabía cómo reaccionar.

Nunca me he preocupado por eso, no voy a empezar ahora. Tengo la foto perfecta, así que no necesito nada más.

Es tan fácil como sacar esos ojos de perrito abandonado de mi cabeza.

- ¡Qué fotón, bebé! - una rubia despampanante dejó un beso en el hombro de la fotógrafa y se apoyó en él para contemplar mejor la pantalla.

- ¿Te gustan? - le mostró un par de instantáneas más.

- Eres una genia, te compro todas las colonias que quieras - aduló, disfrutando de las caricias que Alba había empezado a dejar en su cuello.

- Es que la sesión fue una pasada.

- Cada vez que curras con ella lo es - saltó el respaldo del sofá para sentarse a su lado.

- Es que esa chica tiene algo que no he visto nunca en nadie - gestualizó, tratando de explicarse.

- Y por eso estás obsesionadísima con hacerle todas las fotos del mundo.

- Pues sí. Aunque creo que ella me odia.

- ¿A ti? - alzó las cejas-. Debería besar el suelo por donde pisas, si le estás regalando la carrera.

- Sin modelo no hay fotos - evidenció Alba-. Y ella hoy por hoy es la protagonista de las mejores de las mías.

- ¿Y por qué te odia, a ver? - le colocó el pelo con dulzura.

- Tú sabes como trabajo yo, bebé. La foto perfecta lo vale todo, me encanta desmontarle los esquemas a quien tengo delante y ella es tan... genuina. Es como el más interesante de los libros abierto de par en par para que yo lo retrate.

- Me voy a poner celosa, al final.

Igual me he pasado. A ver, tampoco es para tanto la modelo.

desnudArte | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora