10| Lo que significan los libros para mí

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10| LO QUE SIGNIFICAN LOS LIBROS PARA MÍ

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10| LO QUE SIGNIFICAN LOS LIBROS PARA MÍ

Neil

Hay una razón por la que el verde es mi color favorito.

Laura me lo recuerda en el momento en el que cierro la taquilla y la veo a dos puertas de distancia, con el pelo cortado por debajo de las orejas y teñido de ese verde frondoso que solía hacerme cosquillas en la barbilla. Está hablando con Jo y Sammy. Lleva chupa de cuero y pulseras de cuerda hasta el codo.

Cierro la taquilla de un portazo. Cuando me doy la vuelta, me doy de bruces con el pecho de Robby. El tío puede ser un payaso escuálido y pecoso, pero esa media cabeza que me saca no se la quita nadie.

Aunque a veces me dan ganas de arrancársela yo mismo.

—Ey, no te he visto en todo el día. ¿Dónde te habías metido? —me pregunta. Masca chicle con despreocupación y tiene las manos metidas en los bolsillos del vaquero que le hacen bolsas a la altura del paquete. Un leve aroma a frambuesas sale de su aliento.

—He estado ocupado —respondo, bordeándole y dirigiéndome a la salida. Escucho el ruido que hacen sus pies de la talla cuarenta y cuatro siguiéndome. No le digo que he estado todo el día buscando a Amelia Eider por los pasillos, que no he dejado de mirarla de reojo durante la clase de escritura, que es la única que compartimos y en la que tampoco ha leído una palabra, solo porque me gustan las arrugas que se forman alrededor de su puño cuando apoya la cara en él, y que he estado toda la hora de la comida hablando con ella. Y que es por eso que no me ha visto.

—¿Por qué estás tan...? Oh, ya veo.

Me detengo en mitad del pasillo y sigo su mirada. La ha fijado en el pelo de Laura.

—No es por ella —replico.

Robby se vuelve hacia mí y eleva una de sus cejas ridículamente pelirroja.

—Ah, ¿no?

Por una vez digo la verdad.

—No.

Entrecierra los ojos y me observa.

—Entonces debe ser por la otra pelirroja. La del restaurante. ¿Amanda, se llamaba?

—Amelia. Y ya te he dicho que no es pelirroja.

—Lo que tú digas, tío, pero te van las chicas que tienen colores de pelo raros.

Me doy la vuelta sin contestar y salgo del instituto. Casi dos segundos después de poner un pie fuera, vuelvo a ser atacado, esta vez por Bea, una quinceañera de pelo enmarañado y ojos negros que también es mi hermana pequeña.

—Tienes que acompañarme a casa hoy, hermanito. Mamá no puede venir a recogerme.

—¿Por qué?

Hasta consumirnos en palabrasWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu