21| Por venganza, duelo de relatos

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21| POR VENGANZA, DUELO DE RELATOS

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21| POR VENGANZA, DUELO DE RELATOS

Amelia

A LA MADAME PRINCESA DE LOS PRADOS AHOGADOS. Por Neil Wilson.

Pienso en ella como en la constante de unos ojos que brillan, aunque deberían estar apagados, no estoy del todo seguro de por qué. Porque deberían estar sumergidos en nostalgia y solo la muestran a veces, como si su alma la rechazara, como si no concordara con lo que de verdad es. Me la imagino siempre rodeada de palabras, de palabras que piensa, de palabras que grita, de palabras que llora, ojalá más de palabras que escribe. Creo que esas palabras tienen la habilidad de pinchar, aunque pinchar quizás suena como algo muy inocuo que se puede curar, cuando lo que hacen es dejar pequeños agujeros para que acabes deshinchado. Curiosamente, los pequeños pinchazos son los que rompen las cosas, porque las grandes heridas que quedan abiertas se vendan, pero nadie repara en las astillas.

No me la puedo imaginar sin reír al borde de las lágrimas, sin contradecirse a sí misma, sin que deje de alzar la risa por encima de las grullas para que espanten a las nubes con ella, para ver si caen plumas y puede volar con ellas. Es como si le gustara ir en contra de la naturaleza, con ese derrotismo que la vuelve incompleta, y hay veces, no sé por qué, en las que su sonrisa, sus cosas contra natura, su inclinación al desastre, me hacen sentir viejo, como si ella fuera una niña y yo un globo alejándome. A veces creo que si fuera así no me perseguiría, solo dejaría que me alejara, me observaría perderme en el cielo.

Su sarcasmo, sus insultos, esa manía de repetir la letra c, me divierten, no me ofenden, no me molestan, porque es como si fuera una broma en la que tengo que fingir no divertirme, porque me recuerdan a cuando yo hacía esas cosas y esperaba que los demás fingieran lo mismo. Si algún día discutiéramos de verdad me gustaría que fuera en un duelo, en los que las palabras que pinchan y astillan duelen, pero sería absurdo intentarlo, porque yo llegaría deshinchado al inicio.

Es la que ha conseguido que recupere la visión del mundo en el que las palabras, los objetos, y las cosas tienen colores. Me ha colocado en un tren rodeado de objetos perdidos, y me ha dicho, sin quererlo, "hala, aquí te quedas, observa estas cosas y piensa en lo que has hecho". No he hecho nada de lo que ella no sea ya medio consciente.

Me la imagino frente a una vida, yaciendo en sus palabras, las que la hacen construirla.

Termino de leer el relato sin saber muy bien cómo reaccionar. Me hace sentir pequeña. Como si no estuviera a la altura.

Vuelvo a leer el relato, y me imagino en qué habrá estado pensando al escribirlo, pero sobre todo qué habrá estado sintiendo. Decido no pararme a pensar demasiado en eso.

Me siento como si me hubiera cogido, hubiera estado observándome durante mucho rato, y hubiera cogido la parte más vulnerable de mí para encerrarla en una jaula de cristal desde la que escribir su relato.

Hasta consumirnos en palabrasWhere stories live. Discover now