«Todo el mundo merece vivir una historia que deba ser contada, y yo pretendía ser tu inicio».
Amelia Eider lleva tres meses cayéndose a pedazos. Desde que su madre murió y fue incapaz de escribir una sola palabra sin que le doliera.
La vida de Neil...
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19| PROMETO REGALARTE CARAMELOS DE LIMÓN
Sign of the Times —Harry Styles
Neil
—¿Y si hacemos un amigo invisible?
Para ser una clase de escritura con un proyecto definido, a Joanna le encanta ponernos tareas específicas.
Los otros cinco alumnos se miran entre ellos y asienten, divertidos, algunos hasta emocionados. Miro a Amelia Eider y veo que tiene una sonrisa en el rostro, pero no estoy seguro si es inquieta, emocionada, o una mezcla de las dos, como si le gustara la idea, pero no estuviera segura de poder llevarla acabo.
—¿Cómo sería? —pregunta Rocío.
—Ponemos vuestros nombres en un sombrero, y a cada uno le tocará uno de vosotros. Tendréis que hacerle un relato para Navidad. Antes me los entregáis a mí y yo les pongo la misma letra y los imprimo para que no se sepa de quién es cuál. ¡Sin nombre! Y habrá que adivinar quién lo ha escrito.
Cuando quiero darme cuenta todos estamos escribiendo nuestro nombre en un trozo de papel rasgado y lo estamos poniendo en el sombrero de ala ancha de Otta, que es la única que lleva. Joanna nos va llamando uno a uno para que nos levantemos y cojamos un nombre.
La primera en ser llamada es Otta, y cuando lee su papeleta se para en seco.
—Mierda, ¿y cómo hago yo esto? —la oigo mascullar, y luego se sienta junto a Lucía, mordiéndose el labio.
La siguiente es Rocío. Coge su papel y lo desdobla.
—Joanna, me ha tocado el mío —se ríe.
—Anda, vuelve a meterlo y saca otro.
Esta vez, sonríe cuando abre su trozo de papel y lee el nombre, y luego le toca a Lucía, que hace un gesto de victoria. La siguiente es Amelia Eider, que se levanta, va hasta la mesa de Joanna, y elige entre los tres nombres que quedan. Hace un gesto de conformidad cuando lee el nombre, y vuelve a sentarse, a mi lado.
—¿Quién te ha tocado? —pregunto.
Ella aparta el papelito y se lo coloca contra al hombro, del revés, para que no pueda leerlo.
—Es secreto —contesta.
—Venga ya.
Alejandro es el siguiente en levantarse, por lo que a mí me tocará la única papeleta que quede, y ríe al leer su papel, como si fuera una ironía el nombre que le ha tocado. Yo soy el siguiente, y mi papeleta tiene el nombre de Lucía escrito, lo que no me hace demasiada gracia. Evito desviar la mirada hacia su mesa, y en cambio miro a Amelia Eider de reojo. Me pregunto si me dará pistas sobre su amiga para poder hacer el relato, o si tendré que inventármelo todo.
También me pregunto a quién le habré tocado, y quién le habrá tocado a ella.
—¿De verdad no me vas a decir quién te ha tocado? —le pregunto, cuando salimos de clase.