22| También sabes bailar tango

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Trigger Warning: lee la nota de autor antes del capítulo para saber que temas sensibles trata

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Trigger Warning: lee la nota de autor antes del capítulo para saber que temas sensibles trata. No lo hagas si no quieres spoilers.

22| TAMBIÉN SABES BAILAR TANGO

Every Breath You Take —The Police

Amelia

No sé cómo he dejado que me convenzan de esto.

Es principios de enero y el instituto ha organizado un baile de invierno.

Otta propuso que fuéramos todos juntos.

Y que nos coláramos en el gimnasio antes de que empezara.

Y ahora estoy delante del instituto, esperando a que lleguen los demás, porque he llegado pronto.

Respiro hondo y suspiro. El aire se condensa delante de mí y asciende hasta las nubes. La bufanda se me resbala del cuello y las manoplas hacen que, debajo de ellas, las manos me suden. El abrigo me tapa las rodillas y choca contra la tela de mis pantalones. El gorro se me cae encima de los ojos y a los rizos sueltos de mi pelo, que me llega hasta los omoplatos, los desliza el aire. Me sacudo adelante y atrás embutida en tres capas diferentes de tela para intentar que el frío que se ha agarrado a los huesos de mis brazos y que no quiere soltarlos se desprenda de mi cuerpo. Llevo medias debajo del vestido, pero son tan finas que es como si no llevara nada, y me duelen las piernas por el aire gélido que me las azota. La única razón por la que permanecer quieta en el exterior, mientras el frío repta por el aire y se interna entre los huecos y los agujeros de la ropa, merece la pena, es porque está nevando, y los copos de nieve se mecen con lentitud aproximada antes de posarse sobre una superficie más estable que las nubes y el viento. El cemento empieza a teñirse de blanco.

—Tienes la nariz roja —dice una voz. La identifico antes incluso de ver de quién proviene. Neil Wilson se acerca con las manos en los bolsillos, temblando apelotonado en un amasijo de telas mal puestas una encima de otra con prisa y desamparo. Encima de todo, una gabardina larga, caqui, que le cubre hasta las pantorrillas. Tiene los hombros pegados a las orejas y las manos hundidas en los pozos sin fondo de sus bolsillos. Su nariz escarba entre los pliegues de su bufanda para ocultarse del frío. No puedo evitar reírme al escucharle, quizás porque se me ha colado el frío por los pulmones, pero es que la nariz es de lo poco que no puedo ocultar a la intemperie.

—¿Cuándo pensabas decírmelo? —pregunto, mientras se va acercando.

—¿Decirte qué?

—Que eres de los que no disfrutan el frío.

—¿A ti sí te gusta?

Le sonrío y vuelvo a mirar a los copos que caen como hojas de otoño.

—Lo prefiero al calor. Además, es cuando nieva, y me encanta la nieve.

Hasta consumirnos en palabrasWhere stories live. Discover now