7. Una canción por cada vieja gloria

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~Ruth~

Mientras le observaba en la prueba de sonido, nos dejaba de pensar en cómo se puede ser tan bonito. Villa parecía un ser de otra naturaleza. Su sensibilidad, su forma de hablar, de decir las cosas; su mirada limpia, su sonrisa franca, su carcajada clara. Me gustaba su voz, la forma que tenía de tratarme, que fuera espontáneo. Para la música, era serio, detallista, se fijaba en quelas cosas estuvieran bien hechas, que todo sonara bien para disfrute de su público. Para mí, aquella canción era un secreto escondido y habérsela mostrado a él, que la hubiera entendido... Era una locura. Apenas podía creer que estuviese trabando amistad con un artista como Juan Pablo Villamil, que tenía tanto mundo sobre sus espaldas. Pero cuando no lo pensaba y simplemente me dejaba llevar por su compañía, todo era fácil, natural y sencillo.

- ¿Qué te pasa?- me preguntó Sergio, tras finalizar la prueba de sonido- Estás en otra parte.

- Sí. Ya te contaré cuando termine el concierto. No es nada, no te preocupes.- le tenía que enseñar mi canción. Se lo debía. Además, hablaba de nuestra historia, la que no fue. Y cómo él se había comportado con una generosidad impagable.

- ¿Segura que no quieres hablar ahora?

- No. Es tu momento.

- ¿Tiene que ver con que hayas estado desaparecida toda la tarde?

- Puede- sonreí para que no se preocupara por nada.- Suena bien ¿no?- cambié de tema.

- Suena muy bien. Ya tengo ganas de empezar. ¿Me das mi besito de la buena suerte?

Le abracé y le llené la cara de besos, los espacios que la barba me dejaba libres.

- No necesitas suerte, pero ya sabes que darte besitos está entre mis debilidades más inconfesables.

El concierto comenzó con aforo completo. La gente no sabía que Morat también estaba allí. Era sorpresa. Fue un éxito y si el público disfrutó, yo lo hice más todavía. Los Morat estuvieron muy simpáticos sobre la tarima, aunque no tanto como mi Espeto, que se los llevó a todos de calle. Tras los aplausos, los chicos se ducharon y se prepararon para salir. La sala seguía medio llena y, aunque de incógnito, hubo varios grupos que los reconocieron.

- ¡Vamos a celebrar este exitazo, no?- exclamé una vez fuera.

- ¡Vamos!- se animó Martín, poniéndome un brazo alrededor del hombro.

Ellos hoy habían ganado más público, porque no solía ser el mismo que el Sergio.

- ¡Y luego a bailar!- gritó Isaza.

- Como ustedes comprenderán. Nosotros hemos dado un concierto entero y estamos agotados- explicó el Cousin- Otro día eso de bailar.

- Pues yo sí me entrego a la dulce actividad de la danza- se animó Angelito.

- ¡Ese es mi chico!!- le choqué la mano.

Los Morat conocían un antro en el centro de Barcelona y nos dirigimos allí tras despedirnos de Sergio y El Cousin. No sé qué hicimos más. Si beber o bailar. Lo pasé genial bailando con todos, hasta que... dejé de ser consciente.

A la mañana siguiente, todo me daba vueltas y cuando desperté, no estaba en mi habitación. A mi lado, dormido, estaba Villamil. Intenté recordar, pero todo eran borrones.

- Villa...- susurré- ¡Villamil!.

- Buenos días, princesa- me saludó, frotándose la cara con las manos.

- De princesa nada. No me acuerdo... ¿Qué pasó anoche?

- Que bebió de más y luego eras incapaz de volver a su casa.

- ¿Y Ángel?

- Está durmiendo en el sofá.

- ¿Hice algo aborrecible?

- Uys...- se rió y luego se desperezó- No. Puede respirar tranquila.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Where stories live. Discover now