56. A la altura de la ocasión

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~ Ruth ~

¿Puede una permanecer enamorada toda la vida? Porque pasaba el tiempo y sentía que no me cansaba de la compañía de Villa, ni de sus bromas ni de su ingenuidad que tantas veces intentaba ocultar.

En numerosas ocasiones durante esas semanas, me encontraba a mí misma buscando su compañía y su roce, que me vacilara para poder devolverle una respuesta afilada. A veces, hasta creía que coqueteaba un poco y cuando estaba a solas conmigo misma no cesaba de darle vueltas a si me había pasado o había resultado muy ridícula.
- Relájate y disfruta. Y cuando menos se lo espere, abalánzate sobre su cuello cual sedienta vampiresa- se burlaba de mí Mar- Hazme caso, que él no se iba a echar para atrás.

¿Seguiría él enamorado? La eterna pregunta que tanto me hacía cuestionarme todo. A veces, me decantaba por el sí y otras, me parecía seguro que no. La única certeza era que tarde o temprano nos tocaría distanciarnos.

La semana de ensayo para el concierto nos vimos menos, aunque cuando yo terminaba mis cosas, me pasaba por el local y hasta me ofrecían ensayar con ellos. Con sus instrumentos, era una niña con juguetes nuevos. Y con Simón era lo más divertido porque mientras tocaba, se movía de forma extraña y parecía poseído por un espíritu de heavy metal.

Por fin, el día del concierto llegó. Lo habíamos avisado con poco tiempo de antelación porque nuestro espacio era limitado y queríamos dar prioridad a la vecindad del barrio. Sin embargo, las entradas se agotaron en pocas horas, incluso tuvimos varias llamadas de la prensa para entrevistarnos sobre el proyecto y darnos visibilidad.

Pocos momentos antes de salir al show, toda la banda estaba reunida en la sala tras el escenario, intentando manejar los nervios previos. Fui dando abrazos a todo el mundo, dando ánimos.

Villamil se había alejado del resto y se había sentado en una de las sillas altas que miraban a la pared, donde habíamos pegado carteles con las diferentes actividades del barrio.
- Villa, ¿un abrazo?
- ¿Un abrazo? Venga para acá.- abrió sus brazos para recibirme.

No sé si era por la experiencia de lo mucho que se abrazaban entre ellos, pero los mejores abrazos que he recibido en mi vida han sido de Villamil.
- ¿Cómo estás?- pregunté.
- Acá, mirando de qué más me pueden contratar si me quedo.
- Por eso no te preocupes. Si te quedaras, algo te buscaríamos.- le aseguré- ¿Qué vais a hacer al final? ¿Os quedáis un tiempo más después del concierto o regresáis?
- Lo que usted diga- me miró, socarrón.
- Poco me conoces si crees que yo os devolvería- me entristeció pensarlo- Ojalá pudiérais quedaros toda la vida.

Villa alargó su mano y tomó la mía.
- Me duele pensar en que desaparezca la relación que tenemos ahora.- susurró con una sinceridad que me desarmó.

Le peiné el pelo mientras saboreaba esas palabras. Se lo había cortado junto con la barba. Parecía mucho más joven.
- Eso no pasará. Depende de nosotros y no vamos a perderlo- sonreí con tristeza.
- Y te queda un viaje pendiente a Colombia. No te olvides. No se vale dar plantón- alzó las cejas y pellizcó mi nariz.

- ¡Papo!! Vaya preparándose, que empezamos- le advirtió Pedro.
- Suerte- le deseé.

Salieron al escenario ante un barullo ensordecedor de gritos y aplausos. Sioba realizó la innecesaria presentación de la banda y comenzó la música. Yo me quedé a un lado del escenario, en la parte derecha.

No era normal lo bien que lo hacían, el talento que desprendían y cómo se ganaban a la gente, sobre todo a las infancias. Había muchos niños y niñas, gente joven, chicas enloquecidas que chillaban ante cualquier palabra o gesto de Morat.

El concierto duró una hora. En cuanto la banda regresó a sus camerinos, anunciamos varias veces por megafonía que se fuera desalojando el local, pero la gente se había puesto a charlar en grupitos. Entre Sioba y yo sacamos a los más peques cuyas madres y padres esperaban fuera.

Volvía otra vez para dentro cuando se oyó un ruido ensordecedor como si fuera un terremoto tremendo o mil cañones disparando a la vez. Comenzó a caer a nuestro alrededor cascotes. La gente empezó a correr y a gritar. Miré hacia arriba justo a tiempo para evitar que un trozo ladrillo me golpeara en la cabeza y vi que parte del edificio había volado en pedazos en los pisos superiores. Una humareda inundó el cielo. La gente salía llorando, protegiéndose la cabeza con los brazos. Muchos tenían heridas.
- ¿A dónde vas? ¡Hay que salir de aquí!- Sioba me agarró del brazo, viendo que pretendía entrar.
- Ayuda a la gente afuera. Llama al 112. Yo intentaré ayudar a quien pueda dentro.
- ¡Puede haber otra explosión! ¡No sabemos qué mierda ha sido eso!

No iba a discutir, así que me liberé de su mano y entré. Sólo podía pensar en los chicos de Morat que tenían los camerinos en el primer piso, más cerca del punto cero. El humo también se extendía en el interior y parte del techo se había derrubado sobre el escenario.

Buscaba entre las escasas personas que quedaban dentro, el rostro de Villa. Tenía el corazón en un puño y sentía que no podía respirar bien. De pronto lo vi y una parte de mí sintió el mayor alivio de mi vida: estaba levantando a un chaval que se había quedado atrapado por los escombros. Su pierna no tenía buen aspecto y sangraba sin cesar.
- Ruth, vete de aquí.- me dijo al verme.

No contesté y le ayudé a levantar al muchacho que se había desmayado.
- Ruth, por favor...

Tenía la frente ensangrentada y la camiseta y los pantalones desgarrados y sucios.
- Os ayudo- otra persona tomó al herido del otro brazo para conducirlo fuera. Al ver que entre los dos podían, lo dejé en sus manos y me dirigí hacia las escaleras.
- ¡Ruth, no vayas! ¡Ruth, sal!- le oí gritar a Villa.

Pero yo estaba en una especie de trance. No había visto salir a los demás... No podía irme sabiendo que podían estar dentro.

Subí las escaleras tapándome la cara, dejando una rendija para poder ver. Me costaba respirar y me quemaban los ojos. Oí toser y una silueta surgió entre la neblina, apoyándose en las paredes para mantenerse en pie. Corrí hacia él y lo sostuve. Era Isaza.
- ¡Isaza, aguanta!

Le ayudé a bajar. A duras penas podía con él. Una vez en la planta baja, vi entrar a los bomberos. Acababan de llegar.
- Hay gente arriba. En el primer piso- les dije sin fuerza.

Un grupo subió y otros no cogieron en brazos a Isaza y a mí y nos llevaron hasta las ambulancias. Isaza llegó desmayado y se lo llevaron al hospital. A mí me pusieron una mascarilla de oxígeno y al poco rato me sentí mejor.
- No dudes en ir a urgencias si tienes algún síntoma- me dijo la doctora.

Se lo agradecí y comencé a caminar por la carretera. Parecía el escenario de una guerra. Sirenas de ambulancia y policía se oían por doquier. Y yo sólo buscaba a Villa. Necesitaba saber que nada le había ocurrido. Las lágrimas limpiaban mis mejillas.

Me detuve y recé en voz baja. "Que esté bien, por favor, que él esté bien".

Soñé un verano que se hiciera eterno...Where stories live. Discover now