45. ¿Cómo puedo hablarte sin hablarte?

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~ VILLA ~

Cuando Isaza se enteró que me iba a comer con Ruth, abrió mucho los ojos y torció la boca. Después con la excusa de abrazarme, me susurró un "no me falle" al oído. Y Pedro me recordó mil veces la hora a la que tenía que llegar al Wizink Center.

No podía creer que fuéramos a comer los dos juntos. Ella y yo. Me había hecho de rogar, pero no tuve dudas cuando me lo propuso. Me dio la opción de coger un taxi para llegar antes, pero alegué cierto mareo para poder caminar a su lado. Sentía el estómago revuelto de puros nervios. ¿Y si le confesaba todo? ¿Si le decía que no había podido olvidar ni un recuerdo de lo que vivimos ni una sola sensación y que seguía sintiendo lo mismo por ella? ¿Tan mala idea era? ¿Y si omitía el lío con Paola? ¿Para qué decírselo si sólo le haría sufrir??
- Creo que tenemos que ir por aquí- iba diciendo ella, buscando en el Google maps- Esta zona no la conozco mucho...
- Da igual, Ruth. Podemos parar en cualquier sitio, si lo importante es que hablemos... O unos bocadillos y nos sentamos en cualquier lado.
- Oh no, claro que no.

Parecía sentirse en la obligación de llevarme a un restaurante, pero la detuve y señalé un bar donde habían colocado un cartel que rezaba "Tenemos los mejores bocadillos de calamares de todo Madrid"
- Muero por un bocadillo de calamares, típico madrileño.- le puse ojitos y nos dirigimos allí. La terraza tenía unos fuegos para prevenir el frío y nos sentamos.
- ¿Cómo está su mamá?
- Bueno... Un poco chafadilla... Tengo que ir a visitarla.
- Me imagino que la estará pasando duro. Isaza comentó que la situación de su papá era grave... Mándale saludos y si quiere una entrada para nuestro concierto en Granada, no tiene más que pedirlo.
- Gracias, Villa. Es muy amable por tu parte. Parece que fue ayer cuando estuvimos allí.

Mis antenas se activaron. En Granada fue nuestro primer beso, la primera vez que estuvimos a solas varios días... ¿quería decirme algo con eso?

- Me encantó conocer la ciudad... Fueron días especiales...
- De algo de eso quería que habláramos...- hizo una pausa y se miró las manos.
- Diga lo que quiera. Hay confianza- la animé.
- Venga va...- se animó a sí misma- Sé que cortamos hace un año, que hemos vivido muchas cosas, que tú estás con otra persona y que quizás ni siquiera seamos los mismos que un tiempo atrás. Por otro lado, entiendo que el trabajo de unos músicos como vosotros y la distancia que supone que seáis de la otra parte del mundo es un impedimento, pero... No sé, Villa... Quería aclarar que está todo bien entre nosotros y que, aunque ya no estemos enamorados, podemos ser amigos... Porque yo te tengo mucho cariño, fuiste muy importante en mi vida, de lo mejor que me ha pasado y... Me enseñaste muchas cosas y... Te deseo lo mejor en tu vida. Te mereces todo lo bueno que...
- No sigas, por favor. No soy como crees.

Aquel arrebato de sinceridad me dolía. Me hacía recordar lo traicionero que había sido y que en realidad, no merecía nada y menos volver con alguien tan genuina como ella. Ella era luz. En el mundo artificial que nos rodeaba, ella era el ser más puro y generoso que había conocido. Alguien capaz de hacer sentir importante a una anciana enferma, sola, que vivía entre su propia basura.

Sonrió, me miró con dulzura y me quitó una miga de pan que se me había quedado en la barba.
- Te conozco bien, Villa. Es verdad que a menudo consigues sorprenderme y actúas de manera totalmente inesperada. Pero sé quién eres y deberías estar orgulloso.
- Ruth, yo la engañé. La engañé con otra persona y no tuve el valor para confesárselo. ¿No se dio cuenta de que no le puse ningún obstáculo a que cortara? La engañé y todavía me siento culpable por ello.

Sentía que se me habían llenado los ojos de lágrimas. Quizás me equivocaba otra vez, confesándoselo todo, pero no pude contenerme.

Ella permaneció en silencio largo rato, contemplando el bocadillo que tenía entre las manos. Aproveché la ocasión para limpiarme la cara.

Entonces, ella dejó la comida sobre el plato, se limpió las manos con la servilleta, se irguió sobre la silla y me lanzó una mirada triste que me penetró.
- Por Dios, Ruth, dígame algo. Chíllame, golpéame, pero...
- Ya somos lo suficientemente adultos para caer en esas cosas, ¿no?- media sonrisa iluminaba su rostro pálido- Haces bien en llorar, Villa, porque te aseguro que nadie te ha querido ni te va a querer tanto como yo lo hice. Pero eso es pasado y ahora lo que cuenta es el presente que tenemos en las manos. Te perdono, Villa, si saberlo te libera. Ahora entiendo muchas cosas que sucedieron entonces y te agradezco que me lo hayas dicho.
- Entenderé que no quieras saber nada de mí nunca más.
- No seas dramático- rió- Siempre podremos ser amigos. Ahora es más fácil, porque ahora ambos sabemos que nunca debimos ser otra cosa más que amigos y compañeros músicos.

Aquellas palabras pronunciadas con esa serenidad, me dejaban sin argumentos. No estaba de acuerdo, pero ¿que podía alegar en mi defensa? Nada.

Se levantó, abandonando su bocadillo a medio comer.
- No te robo más tiempo. Suerte con el concierto de esta noche.
- No te vayas todavía, Ruth, por favor... No te he dicho que lo siento mucho, mucho...
- Ahora ya sí- sonrió. Le brillaban los ojos.- Tengo... Tengo que irme.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora