44. Debo apresurarme porque tú te vas

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~ Ruth ~

Di a Sioba toda clase de explicaciones y le pedí que tratara a mis amigos de Morat como reyes. Nunca una banda tan reconocida se había interesado en el proyecto y podía ser algo muy grande y el pistoletazo de salida para darnos a conocer.

Últimamente, por temas de agenda, no iba mucho a la Cañada Real, pero me seguía asegurando que hubiera conciertos al menos una vez al mes, de alguien conocido y todos los fines de semana, de artistas que buscaban una oportunidad. El darles ese espacio también podía salirnos bien si alguno alcanzaba más fama y recordaba sus inicios.

Me apenaba no poder mostrarles personalmente los lugares, presentarles a familias. Hubiese sido bonito... Pero esa mañana, otra banda andaluza con la que trabajaba, firmaba contrato con una sala de Madrid y tenía que estar en firma. De todas formas, haciendo caso omiso a los consejos de Eva, me escaparía a la Cañada en cuando pudiera. Necesitaba hablar con Villa, aclarar las cosas y ya está. Creo que tampoco pedía tanto.

La reunión se me alargó porque les quisieron sacar unas fotografías a la banda y me opuse porque eso no estaba en el contrato y tuvimos que crear una cláusula de derechos de imagen.

Salí corriendo hacia el metro y cuando llegué, ya no estaban en los locales municipales, pero un gran barullo se oía a lo lejos. Seguí el griterío hasta donde Sioba presentaba a Morat a una familia con la que se había colaborado para que no tuvieran humedades en la vivienda.
- ¡Niñaaaaaa! ¡Cuánto tiempo sin verte!!!

Todo el mundo se giró hacia una mujer mayor que gritaba desde el otro lado de la carretera y se dirigía a mí. Era una mujer mayor, de etnia gitana, que por sus problemas de salud mental vivía marginada por su propia comunidad, pero que nosotras habíamos visitado muchas veces y nos tenía cariño.

Me aproximé corriendo a ella para que dejara de gritar y me abrazó y me llenó de besos la cara.
- Teresa, me alegro de verla, ¿cómo está?- le susurré, pero no supe si me había escuchado, estaba bastante sorda. Por eso, gritaba tanto al hablar- Teresa, vamos a su casa a charlar- le grité al oído, ya que no dejábamos continuar la exposición de Sioba.

La anciana me condujo hasta su casa. Tenía cantidades de basura acumulada por todas partes. Olía mal, peor que mal. Había platos sucios por todos lados y moscas, muchas moscas.
- Teresa... Usted no puede seguir viviendo así. Necesita ayuda...
- Me ofrecieron que viniera una muchacha del Ayuntamiento a asearme y a limpiar un poco, pero no quise. Me cobraban y yo me apaño bien.
- Pero mujer... Tiene mucha basura. ¿Quiere que le ayude para tirarla?
- Noo... Eso son cosas que guardo, por si las necesito...- explicó en su desvarío.

En ese instante, llamaron al timbre.
- Quédese sentada. Yo abro- me ofrecí.

Era Sioba. Acababan de terminar con Morat. Todo el barrio continuaba allí, siguiéndoles y pidiéndoles fotos como si fueran una autoridad mundial. Muchos ni siquiera sabían quienes eran, pero por la novedad.
- Pasen, pasen. Os ofrezco algo...- salió en ese momento la anciana.
- No, no, Teresa... Que los señores se tienen que ir- quise evitar que entraran.
- Podemos esperar. Por favor, Teresa, invítenos a un vaso de agua.- se interesó Villa, mirándome y asintiendo como para que no me preocupara.

En el momento que cruzaron el umbral y la puerta se cerró, creo que se arrepintieron de estar allí. Yo había visitado otras veces casas en situaciones similares y aún así me repugnaba, pero ellos no estaban acostumbrados.

La anciana puso ante Villa un vaso de agua que no invitaba a beber y cuando la mujer se volvió, lo agarré y eché el agua en una maceta. Villa me miró, agradecido.

Sioba y yo nos lanzamos una mirada que lo decía todo. No podíamos permitir que Teresa continuara en esas condiciones.

La vieja parecía feliz con tanto huésped en su casa, pero tuvimos que frenarla.
- Nos tenemos que ir, Teresa. Estos señores tienen otros compromisos. Vendremos a verla pronto- le dije.

Se le llenaron los ojos de lágrimas.
- Nosotros también volveremos. No llore, Teresa, no queremos dejarla así- le habló Villa con una ternura infinita. Por un momento, reconocí en ese chico a la persona de la que había estado enamorada.

Salimos del barrio y nos dispusimos a despedirnos, pero tomé a Villa del brazo y me lo llevé aparte.
- Villa... Oye... Tengo que hablar contigo antes de que os marchéis. Sé que no tenéis casi tiempo así que... ¿te puedo invitar a comer?

Él parecía debatirse entre el sí y el no.
- Por favor... Prometo ser breve.- le rogué.
- Claro. Tenemos una conversación pendiente. Dale. Vamos a comer. ¿Conoces algún lugar bueno? Me muero de hambre.

Una conversación pendiente. Bfffff...

Soñé un verano que se hiciera eterno...Where stories live. Discover now