14. Todo esto es tiempo perdido

164 10 3
                                    

~ Ruth ~

El corazón todavía me latía en las sienes cuando alcancé el aparcamiento. No podía repetirse la misma historia. Otra vez no. No podría soportarlo. Afortunadamente, Villa era de otra ciudad y otro país y sólo tenía que esperar a que se marchara. Y esa certeza me tranquilizaba y me partía por la mitad.

- ¡Ruth! ¿Necesita que le acerque a alguna parte?

Me giré. Era Juan Pablo Isaza. ¿Me había seguido?

- No. No hace falta. Puedo llegar caminando- rechacé su oferta.
- Con esos zapatos, permítame que lo dude...- comentó con naturalidad.

Odiaba los tacones y la obligación de ponérmelos para esa clase de eventos. Lo peor era que Isaza tenía razón, pero uno de mis pecados capitales era el orgullo y no renunciaría a él. Así que me descalcé y los dejé tirados en la acera para emprender mi camino descalza. Hasta donde llegase. Ya encontraría un taxi por el camino. Pero Isaza no parecía darse por vencido y corrió hasta ponerse a mi altura.
- ¿Puedo acompañarte?
- ¿Y la fiesta?
- No soy mucho de estos ambientes.

Me encogí de hombros y caminamos en silencio. Para mi sorpresa, la angustia que cargaba sobre los hombros fue disminuyendo. Era agradable sentir la presencia silenciosa de ese muchacho del sombrero. Le estudié de reojo. Caminaba con las manos en los bolsillos y la vista al frente.

- ¿Por qué haces esto?- le pregunté.
- ¿A qué se refiere?
- A acompañarme.
- Ya le dije: estaba deseando salir de allá...- hizo una pausa- Y sé que algo sucede entre Villa y usted. No hace falta que me cuente, pero he creído que no estaría bien dejarla sola.
- Gracias- susurré, emocionada por la enorme sensibilidad del músico.

Continuamos en silencio hasta Lavapiés. Todavía había algún bar abierto y le propuse a Isaza tomar una última copa y descansar. Y allí, en la penumbra de la madrugada, le conté todo. Todo. La historia con Sergio y lo que me pasaba con Villa... Como nunca se lo había explicado a nadie. Él me escuchaba entre asentimientos, con paciencia y empatía.
- No se ofenda, Ruth. No quiero cuestionar sus decisiones, pero hay algo que no entiendo. Si tienes sentimientos, antes hacia Sergio y ahora hacia Villa, ¿por qué se lo prohíbe? ¿por qué no dejarse llevar?
- ¿De qué serviría? No tendría futuro, porque yo no quiero una vida tradicional o formar una familia...
- Puede que no tenga futuro, pero lo que sí tiene es presente. Y disfrutar y vivir el hoy también puede ser interesante, ¿no?
- Pero sería tiempo perdido, para terminar cortando y eso es mucho más duro, ¿para qué dar falsas esperanzas? Además, cualquier relación de pareja te corta las alas.
- O vuela contigo. No sé por qué tienes esas ideas. Una relación no es una cárcel. Y con diálogo, se puede llegar a acuerdos. Usted es mánager, sabe de esas cosas.
- Entiendo tu punto de vista, Isa. Pero no quiero tener que dar explicaciones de lo que hago o dejo de hacer y eso sólo lo puedo vivir en soledad. No sé si algún día cambie de opinión, pero de momento es así. Además, no creo en el amor. Antes era más real, más auténtico

Isaza suspiró y me sonrió con inmenso cariño.
- Eso son idealizaciones. Y no parece propio de usted, que es tan racional. Es como decir que no existe la buena música porque lo que más éxito tiene es el reggaetón. Déjese llevar un poco, que la vida muerde, pero no se la va a comer.- rió- De todas formas, cada persona es un mundo y yo la respeto y la admiro. En el fondo, es una romántica. Perdone a Villamil. Es temperamental, pero noble. Hablaré con él.
- Gracias por estar aquí, escuchándome. ¿Puede quedar esto entre nosotros?
- No te preocupes. Será nuestro secreto. Me alegra haberte conocido, Ruth, en serio.- se agachó y me miró los pies, sucios del camino- ¿Llamo a un taxi mejor para que nos lleve a casa?
- Por favor...- sonreí, agotada, pero liberada.

Era afortunada de haber compartido ese momento con Isaza. Era como un súper papá.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora