57. Con un beso llegó la calma

118 10 3
                                    

~ Ruth ~

Eché a correr. El nudo en el pecho se hacía más grande, me faltaba el aire, el corazón me latía tan deprisa que creí que me daría un ataque al corazón. No podía dejar de llorar. A veces creí escuchar mi nombre en sombras de personas que no reconocía y un pensamiento cruzaba mi mente: ¿Había sido culpa mía aquella explosión? No sabía explicar cómo, pero quizás reunimos a demasiada gente, el volumen alto de la música... ¿Era una locura? Di la vuelta al edificio un par de veces. Ni rastro de Villa. Me sentía mareada. Di varias vueltas sobre mí misma, buscando por todos lados. Nada.

Me senté a varios metros del edificio accidentado y contemplé trabajar a policía y bomberos. Habían perimetrado la zona y la mayoría de personas que quedaban alrededor eran curiosos que no habían vivido aquel instante de horror. Me limpié la cara con un pañuelo sin saber qué hacer. Intentaba tranquilizarme cuando lo vi. Villa. Su figura se recortaba en el descampado de detrás del edificio. Me levanté y salí corriendo hacia él. Él me vio también y corrió a su vez.

Dios mío... Estaba bien. Magullado, pero sano y salvo. Nunca me había alegrado tanto de verle. A escasos metros me detuve, exhausta y se me escurrió una ligera sonrisa. Villa llegó hasta mí y sin mediar palabra, entrelazó sus manos con las mías y me besó. Sentí su cuerpo fundiéndose con el mío y su nariz acariciar mi mejilla. Cuando nos separamos, estuvimos unos segundos eternos en silencio, frente contra frente. Yo permanecí con los ojos cerrados, sintiendo su calor junto a mí y dejando que esa sensación me recuperase la seguridad perdida.
- Pensé que algo horrible le había sucedido...- susurró- Pregunté por todos lados y hubo testigos que la vieron herida... Gracias a Dios que estás bien...- me besó en la frente y me abrazó fuerte.

Me separé y lo miré. Estaba sucio y un hilo de sangre seca le recorría desde la sien hasta la mandíbula. También tenía una herida con mala pinta en el brazo. Estaba llorando.
- Necesitas que te vea un médico.
- Estoy bien. Se han llevado a Marto y a Simón al hospital. Están muy mal, Ruth...- hipó.
- A Isaza también se lo llevaron. Pero se van a poner bien. Y el resto. No queda nadie dentro... No sé qué ha podido ser...

Lloraba y temblaba tan descontroladamente que volví a abrazarlo.
- Estoy contigo. Estoy contigo. Ven...- le dije con suavidad.

Lo conduje hasta el personal sanitario que quedaba atendiendo a los damnificados. Esperamos para ser atendidos y le curaron las heridas, vendándole la del brazo tras ponerle puntos.

Cogimos un taxi hacia el hospital. No me veía capaz de conducir y cuando el taxista supo de dónde veníamos, no nos cobró el trayecto. La noticia de la explosión se había extendido por todo el país. Mi móvil estaba repleto de mensajes y llamadas. Hice varias llamadas para avisar de nuestra situación a Sergio, a María y a mi madre. Villamil hacía lo propio, así nos enteramos que Pedro y Juanjo, el teclista, ya estaban en el hospital sanos y salvos. El diagnóstico de Isaza era leve y le darían el alta en unas horas, si todo iba bien. El de los Vargas permanecía reservado. Pedro había notificado a la familia y sus padres cogerían el primer vuelo a España.

Cuando llegamos, en la sala de espera ya estaban, además de Pedro y Juanjo, Jhon Mario, el otro guitarrista; Sergio y Ángel. El Cousin estaba de gira por Andalucía. Sergio fue el primero en acercarse a abrazarnos.
- Menos mal que no te ha pasado nada grave- me susurró.

Villa no levantaba cabeza. Se sentó en la silla y no se movió hasta que una doctora preguntó por la familia de Isaza.
- Está estable. Ha sufrido una intoxicación por el humo, pero ya está bien y despierto. Pregunta por sus amigos. Pueden pasar a verle, pero no todos a la vez, por favor. El paciente necesita descansar. Si sigue así, se le dará el alta mañana. Creemos que puede ser bueno que permanezca en observación esta noche.

Villa fue el primero en entrar a la habitación seguido por Pedro y los músicos de la banda. Mientras tanto les conté todo lo que recordaba a Sergio y a Ángel. Justo entonces llegaron mis chicas. Las cuatro habían abandonado lo que estuvieran haciendo para acompañarme.
- Gracias por estar aquí... Pero os tengo que pedir que os vayáis. Aquí no pintamos nada tanta gente y voy a intentar que Villa vaya a mi casa a descansar esta noche. A ver si lo convenzo...

Se quedaron conmigo hasta que Pedro salió de la habitación de Isaza.
- Pregunta por usted- me dijo.

Me despedí de mis amigas y entré.

Soñé un verano que se hiciera eterno...Where stories live. Discover now